(InfoCatólioca) Francisco subrayó que la IA está presente en múltiples aspectos de la vida moderna, desde la medicina y el trabajo, hasta la cultura, la comunicación y la educación. Reconoció que, aunque la IA ofrece promesas de progreso, también suscita preocupaciones sobre sus posibles impactos adversos en la sociedad. El Papa destacó que la llegada de la IA constituye una auténtica «revolución cognitiva-industrial», capaz de transformar profundamente nuestras relaciones sociales y nuestra propia identidad como seres humanos.
La dualidad de la inteligencia artificial: Promesas y peligros
El Papa expresó que la inteligencia artificial puede facilitar un acceso más equitativo al conocimiento y avanzar significativamente en la investigación científica. Además, puede aliviar a los seres humanos de tareas laborales agotadoras. Sin embargo, también alertó sobre los riesgos de ampliar la brecha entre las naciones desarrolladas y aquellas en desarrollo, y entre diferentes clases sociales, lo que podría poner en peligro la construcción de una «cultura del encuentro» y fomentar una «cultura del descarte».
«La inteligencia artificial puede ser un instrumento de gran beneficio, pero su uso indebido podría conducir a una mayor inequidad y a la exclusión de los más vulnerables», afirmó el Pontífice. Señaló que la magnitud de los cambios provocados por la IA está estrechamente ligada a su rápido desarrollo tecnológico, lo que la convierte en una herramienta tanto fascinante como formidable, que exige una reflexión profunda y responsable.
El desafío ético de la inteligencia artificial
Francisco destacó que, a diferencia de herramientas más simples como un cuchillo, la IA tiene la capacidad de adaptarse autónomamente y tomar decisiones para alcanzar objetivos específicos, lo que plantea un reto significativo: «La máquina puede elegir entre varias opciones basándose en algoritmos, pero solo el ser humano puede tomar decisiones basadas en una evaluación ética profunda», explicó. Insistió en que la humanidad debe garantizar siempre un control significativo sobre los procesos de elección realizados por la IA, ya que está en juego la misma dignidad humana.
En este contexto, el Papa hizo un llamamiento urgente para reevaluar el desarrollo y uso de dispositivos como las «armas autónomas letales», abogando por su prohibición y por un mayor control humano en su funcionamiento. «Ninguna máquina debería tener el poder de decidir sobre la vida de un ser humano», subrayó con firmeza.
Educación y control humano en la era de la inteligencia artificial
El Papa también abordó el impacto de la IA en la educación, advirtiendo que la denominada «inteligencia artificial generativa» no es verdaderamente creativa, sino que reconfigura la información existente, lo que puede llevar a la consolidación de errores y prejuicios. Expresó su preocupación de que el uso excesivo de estas tecnologías en la educación podría limitar la capacidad de los estudiantes para reflexionar de manera auténtica y crítica, reduciendo la educación a una mera repetición de nociones.
Francisco alertó sobre el riesgo de que la IA, en su capacidad para resolver problemas específicos, se utilice para formular conclusiones generales que pueden no tener en cuenta la complejidad y evolución constante del ser humano. Puso como ejemplo los sistemas utilizados para prever la reincidencia de los presos, que podrían basar sus decisiones en datos que perpetúan prejuicios sociales.
Un llamado a la «sana política» y a la algorética
Finalmente, el Papa hizo un llamado a los líderes del G7 para que promuevan una «sana política» que lidere el uso ético de la IA, asegurando que esta tecnología sirva al bien común y fomente la justicia social. Recordó la importancia de la política como un medio para alcanzar el bienestar universal y la paz social, enfatizando que es esencial actuar con grandes principios y con una visión a largo plazo.
Francisco concluyó su discurso destacando la necesidad de un enfoque ético en el desarrollo de la IA, abogando por la «algorética» –una ética de los algoritmos– que oriente la tecnología hacia el bien de toda la humanidad. «En un mundo cada vez más complejo, necesitamos una política que pueda liderar y garantizar un uso responsable de la inteligencia artificial, para que esta contribuya a un futuro más justo y esperanzador para todos», finalizó el Pontífice.