(Cope/InfoCatólica) El aumento del consumo de pornografía en niños y la facilidad con la que estos pueden acceder a ella es un tema que preocupa cada día más, puesto que estos 2 aspectos han causado una fuerte epidemia que está generando una cadena de consecuencias gravemente negativas.
Así lo explica la licenciada en Derecho y especialista en Criminología Beatriz Izquierdo, quien es la actual encargada de asesorar al Gobierno de España junto a un comité de expertos que trabaja por la protección de menores ante su exposición descontrolada al internet. A este proyecto le han asignado el nombre «El origen del mal».
La criminóloga, autora del exitoso libro «De los Reyes Magos al porno», denuncia la falta de educación sexual y enseñanza sobre la pornografía en la actualidad. Destaca que la exposición temprana de los niños a este contenido, que comienza alrededor de los 8 o 9 años, es un problema preocupante.
Izquierdo, con más de veinte años de estudio en la mente criminal, señala que este fenómeno ha sido evidente en sus charlas, incluso recordando una anécdota en la que un niño que aún creía en los Reyes Magos ya consumía pornografía. Además, subraya cómo el acceso gratuito y fácil a la pornografía, gracias a las nuevas tecnologías, ha exacerbado el problema.
Después de extensas investigaciones y un análisis exhaustivo de crímenes, esta criminóloga ha identificado un patrón recurrente entre muchos de los perpetradores: un hábito excesivo de consumir pornografía. Aunque no se puede concluir que todos los autores de delitos sexuales hayan sido consumidores de pornografía, sí se ha observado que, en un número significativo de casos, el material pornográfico ha estado presente en sus vidas desde una edad temprana. «Es importante destacar que este hallazgo no es determinante, pero sugiere una posible correlación entre el consumo de pornografía y la comisión de ciertos tipos de delitos», afirma la experta en «Mediodía COPE».
Asimismo, menciona que los resultados de las investigaciones y entrevistas a asesinos en serie durante los años 70, demuestran que los delitos son catalogados «todos como sexuales con independencia de que hubiera, por ejemplo, penetración o agresión sexual en la escena del crimen porque el motor realmente de esa autoría era el desarrollo de fantasías que se habían alimentado desde una tierna infancia», haciendo notar que, «en muchos casos, esas fantasías se habían inventado con un tipo de pornografía muy violenta, con tintes sádicos».
La investigadora también recordó el trabajo realizado por Robert K. Ressler, un agente especial del FBI y creador de la Unidad de Análisis de la Conducta que estuvo a cargo de la captura de varios de los asesinos más buscados en Estados Unidos. Ressler llevó a cabo decenas de investigaciones y entrevistas a los agresores, y pudo concluir que «la mitad de ellos entre los 12 y los 14 años habían fantaseado con violar a alguien». Además, «el 80% consumían pornografía y tenían tendencias hacia el voyerismo y hacia el fetichismo».
Sin embargo, la investigadora hace la importante aclaración de que, a pesar de las estadísticas vistas en dichas investigaciones, «decir que si un niño consume pornografía muy violenta se va a convertir en un depredador sexual sería ir demasiado lejos».
Continuando con su informe, Izquierdo destaca uno de los problemas que más afectan a los menores y adolescentes: la forma en que consumen pornografía y cómo esto influye en su percepción de las relaciones afectivas. Señala la facilidad con la que el contenido visualizado puede dejar una impresión duradera en su mente y condicionar sus futuras interacciones emocionales. «Nuestros niños se están construyendo su deseo sexual con base en un imaginario, creando fantasías con imágenes muy violentas y además nuestras niñas lo están consumiendo para ver lo que se espera de ellas en relaciones sexuales futuras», explica.