(CEE/InfoCatólica) Para la Iglesia se trata de «dar» y de «estar». No es lo mismo «dar» a los pobres recursos que «estar con» los pobres y hacer el camino con ellos. El que acompaña se acerca al otro, toca el sufrimiento, comparte el dolor.
Así lo entienden en la Fundación Lázaro. Desde hace más de 10 años personas sin hogar y jóvenes conviven en hogares compartidos. En este recorrido les acompañan sacerdotes de las diócesis donde se encuentra este proyecto, como Madrid, Tenerife, Puerto de Santa María (Cádiz) o Barcelona.
Miles sin hogar
En toda ciudad, en cada barrio, en las calles podemos encontrar personas sin hogar. Más que una opción personal, un cúmulo de circunstancias que se reflejan en problemas familiares, laborales o de salud les han llevado a una situación que nadie desea: Vivir en la calle.
Estas personas sin hogar viven desvinculadas de la sociedad, en un aislamiento que les hace invisibles y sin posibilidades de salir del círculo de la pobreza.
Hay miles de personas sin hogar en toda España. Es una realidad traumática y dolorosa. Cercana pero que hacemos invisible.
La Iglesia sale a su encuentro para que recuperen su vínculo con la sociedad, con el entorno, con la esperanza.
Se trata de visitarlas, acompañarlas, poner a su alcance recursos, ofrecerles lugares donde ser escuchadas, compartir la vida y recibir las herramientas personales que les abran a un nuevo futuro.
Se trata de poderles ofrecer recursos y habilidades que no estigmaticen sino que ponga en sus manos nuevas oportunidades. Vivir conectados nos salva, porque todas las personas, en algún momento, necesitamos de lo demás.
La actividad de Cáritas y de otras instituciones eclesiales con las personas sin hogar se pone de manifiesto en centros de formación y de acogida.
Se busca para ellos lo que ellos ya no piden: protección social, sanitaria y legal, para que las personas vulneradas puedan restaurar la confianza en sus posibilidades, en su esfuerzo y capacidad de superación.
Toda la Iglesia, cada persona, comunidad, familia puede y debe formar parte de una red de solidaridad apoyada en el Evangelio y al servicio de las personas más desfavorecidas.