(Fides/InfoCatólica) Desde hace algún tiempo, la lacra del secuestro con fines de extorsión se ha convertido en un mal endémico en toda Nigeria. Sacerdotes y religiosos son secuestrados, al igual que muchos otros ciudadanos de a pie. Aunque no se reconoce oficialmente, se da por hecho que se paga para conseguir la liberación de los clérigos y las monjas.
En un comunicado emitido por el Director Nacional de Comunicación Social, el P. Michael Umoh, la Conferencia Episcopal de Nigeria expresa su profunda preocupación por la seguridad en la nación.
«Nuestro país se encuentra en una situación muy desafortunada en estos momentos», ha declarado el P. Umoh. «Y no es el momento de la política, la religión o la tribu. La cuestión es entre el mal y el bien, es sólo entre la oscuridad y la luz».
El padre Umoh ha recordado el reciente secuestro de escolares:
«Hemos oído hablar de escolares secuestrados. Y realmente no se ha hecho nada. No hemos visto al Gobierno salir con todas sus fuerzas para condenar esta desagradable situación».
La alarma suscitada por los obispos nigerianos es aún más comprensible si se tiene en cuenta que la lacra de los secuestros tiene un fuerte impacto económico tanto en las familias individuales como en la economía de Nigeria.
Para muchas familias nigerianas, cuando uno de sus parientes es secuestrado, significa entrar en una espiral de negociaciones por un rescate que a menudo asciende a sumas superiores a su capacidad financiera. Los secuestradores secuestran tanto a ricos como a pobres, sin perdonar a nadie. Así, muchas familias de secuestrados se han endeudado y se han visto obligadas a vender sus bienes o a renunciar a sus empleos, lo que ha trastocado sus vidas. También hay otros costes ocultos, como la atención médica a los rehenes liberados, que se suman a esta carga.