(CNAd/InfoCatólica) El cardenal indicó se debe «interpretar el amor divino no según convenga a los humanos, sino según nos lo muestra en Cristo con su misericordia. Dios mismo nos revela el fundamento y el sentido de su amor por los pecadores como el único camino de redención».
El prefecto emérico de la Congregación para la Doctrina de la Fe recordó la figura de santa Inés, cuya festividad se celebró el domingo, y la virtud de la castidad:
Inés «fue una mártir cristiana en las últimas fases de la persecución cristiana en el Imperio romano. Esta mártir virgen es el ideal de la nueva vida en Dios, nuestro Creador y Redentor», dijo. «No necesitamos un ídolo sexual del antiguo y nuevo paganismo como objeto de nuestro deseo, que embota el sentimiento nihilista del ser sin Dios», enfatizó Müller.
El cardenal añadió que «En todo el mundo, los católicos admiran a la niña romana de 12 años por su valentía y la veneran como santa y protectora de la juventud cristiana. En cuanto a su muerte devota a Dios, el gran Padre de la Iglesia Ambrosio de Milán dice: 'Así que tenéis en el mismo sacrificio un doble martirio, el de la virginidad y el de la adoración a Dios: permaneció virgen, obtuvo la corona de mártir'».
«La verdadera adoración a Dios y la auténtica castidad del espíritu y del cuerpo se condicionan mutuamente», explicó el cardenal. «La adoración de ídolos como el sexo, el dinero y el poder tiene, como señala el apóstol, una consecuencia autodestructiva para nuestro pensamiento y comportamiento, que forzosamente termina en la muerte espiritual y espiritual».
«La castidad como virtud cristiana, que surge de la adoración al único y verdadero Dios como Creador y Consumador de nuestra vida, significa reconocer el significado positivo de la corporeidad en general y de la sexualidad masculina y femenina en particular», dijo Müller. «Porque Dios creó a los seres humanos como hombre y mujer».
«Es solo una prueba de la hostilidad hacia la humanidad del nuevo paganismo la realidad de que la ideología de género atea perturba a los jóvenes en su identidad masculina o femenina y que son tentados por empresas médicas a mutilar sus cuerpos por mucho dinero», advirtió. «No se necesita gran inteligencia para desenmascarar la perversa propaganda que supone disfrazar eufemísticaménte estos crímenes contra la humanidad bajo la expresión ‘libre elección de género’».
La enseñanza moral cristiana «no tiene nada que ver con adiestrar a la bestia salvaje que hay en nosotros o con la vida instintiva regulada por la razón pragmática. Todos los mandamientos que afectan a la relación del ser humano consigo mismo y con los demás tienen su centro en el amor de persona a persona. El amor hace al ser humano completo, ya sea que viva voluntariamente según su carisma en la virginidad o celibato por el Reino de los Cielos o que viva según la llamada divina en el matrimonio».