(VaticanNews/InfoCatólica) Según la Agencia vaticana de noticias Fides, veinte misioneros han perdido la vida en todo el mundo por muerte violenta este año, dos más que en 2022.
El servicio de información de las Obras Misionales Pontificias informó el sábado de que fueron asesinados un obispo, ocho sacerdotes, dos religiosos, un seminarista, un novicio y siete laicos.
África encabeza la lista
Como en años anteriores, los continentes más mortíferos para los trabajadores de la Iglesia fueron África, donde murieron nueve personas, y América, donde seis dieron su vida.
Hasta 2017, este último había liderado la lista durante 8 años consecutivos, pero desde 2018, con la excepción de 2020, África encabeza la lista.
Dos sacerdotes, un seminarista y un novicio benedictino, fueron asesinados en Nigeria, país propenso al terrorismo y a los bandidos. Entre las víctimas estaba el padre Isaac Achi, sacerdote de 61 años que fue quemado vivo durante un ataque de un grupo armado en su parroquia de la diócesis de Minna, en el centro de Nigeria.
También en África, dos misioneros fueron asesinados en Burkina Faso; un sacerdote murió en un atentado en su parroquia de Tanzania; un hermano religioso y un párroco fueron apuñalados en Camerún y la República Democrática del Congo (RDC), respectivamente.
Seis misioneros asesinados en México y Estados Unidos
México volvió a sufrir la mayor parte de los asesinatos de misioneros en América este año, con dos sacerdotes y dos jóvenes catequistas asesinados en el contexto de la creciente inseguridad relacionada con el narcotráfico en el país.
También se registraron dos brutales asesinatos de misioneros en Estados Unidos, donde el obispo David O'Connell, obispo auxiliar de Los Ángeles, fue asesinado por el marido de su ama de llaves, que confesó el crimen, y a mediados de diciembre, el padre Stephen Gutgsell, sacerdote de la iglesia católica de San Juan Bautista en Fort Calhoun, Nebraska, murió tras ser apuñalado en la rectoría de la iglesia.
Asesinatos en Filipinas y Gaza
En Asia, cuatro laicos católicos fueron asesinados en 2023. Dos estudiantes católicos filipinos se encuentran entre las víctimas del reciente atentado perpetrado durante una misa en la Universidad Estatal de Mindanao, en la ciudad de Marawi, que causó cuatro muertos y varios heridos. Junrey Barbante y Janine Arenas eran voluntarias de la comunidad de la capellanía universitaria, donde participaban en la animación litúrgica.
En Gaza, azotada por la guerra, Nahida Khalil Anton y su hija Samar Kamal Anton, dos feligresas activas de la parroquia católica de la Sagrada Familia, fueron asesinadas por francotiradores el 16 de diciembre cuando se dirigían al convento adyacente de las Hermanas de la Madre Teresa. Ambas pertenecían a un grupo de mujeres católicas y ortodoxas que trabajan en favor de los pobres y discapacitados de la Franja.
Otro laico también fue asesinado en España a principios de año. Diego Valencia, sacristán de la parroquia de Nuestra Señora de La Palma, en Algeciras, provincia de Cádiz, fue apuñalado en enero por un joven marroquí armado con un machete, que también hirió a otras personas.
Gente corriente que da testimonio del Evangelio
En la introducción del informe, Fides explica que utiliza el término «misionero» en un sentido amplio, refiriéndose a «todos los bautizados comprometidos en la vida de la Iglesia», en la que, en virtud de su Bautismo, «todos los miembros del Pueblo de Dios se convierten en discípulos misioneros», y que considera a todos aquellos que murieron de forma violenta, no sólo «por odio a la fe».
La agencia vaticana de noticias señaló que uno de los rasgos distintivos que tienen en común la mayoría de las víctimas es la «ordinariez» de sus vidas y de las circunstancias en las que fueron asesinados: ya sea cuando se dirigían a celebrar misa o a realizar actividades pastorales en alguna comunidad lejana, ofreciendo su «sencillo testimonio evangélico» en contextos difíciles marcados por la pobreza, la violencia, la degradación social y la opresión.
«Podían haberse ido a otro lugar, trasladarse a lugares más seguros o desistir de sus compromisos cristianos, tal vez reduciéndolos, pero no lo hicieron, a pesar de que eran conscientes de la situación y de los peligros a los que se enfrentaban cada día», afirma el informe.