(Aica/InfoCatólica) Comenzando con las Escrituras, el Papa analizó cómo el libro del Génesis presenta la dinámica del mal y la tentación, tal como se cuenta en la historia de Adán y Eva en el jardín del Edén. La serpiente, criatura escondida y de lento movimiento, representa el peligro de la tentación y el pecado.
La serpiente comienza a conversar con Adán y Eva, y lo hace sembrando chismes y dudas en sus mentes sobre las intenciones de Dios y el cuidado de ellos, con preguntas capciosas sobre el árbol del jardín y si realmente podrían comer de su fruto o no, aunque estuviera prohibido por Dios, relató el Papa.
La prohibición de comer de ese árbol de la ciencia del bien y del mal marca una «medida de la sabiduría», explicó el Papa, y no una restricción en el uso de la razón, sino una forma de ayudar a comprender que existen límites humanos y que no somos omnipotentes.
La tentación de querer ser dueños del bien y del mal sigue siendo un problema, subrayó, y «el escollo más peligroso para el corazón humano». Estos indicios de pecado pueden amenazar «nuestra cercanía al Señor y nuestra obediencia a su plan de amor para nuestras vidas».
La caída
La historia de Adán y Eva muestra que no lograron resistir la tentación de la serpiente, que sembró dudas en sus mentes sobre Dios, y ellos cedieron a ellas, llevando al colapso de su vida armoniosa en el Edén, dijo el Papa.
Así pues, el mal no entra en la vida humana de manera clamorosa, observó el Papa, sino lenta y sutilmente a través del pensamiento, alimentando las dudas y cediendo a ellas para finalmente dejarse atrapar por sus tentaciones.
El Papa enfatizó que el diablo, al tentarnos a hacer el mal, intenta alejarnos de Dios con astucia, y que nunca, jamás, debemos dialogar con él.
Señaló que Jesús nunca dialogó con el diablo; lo echó fuera. En el desierto, donde Jesús fue tentado por el diablo, no dialogó sino que simplemente respondió con las palabras de la Escritura, la Palabra de Dios.
Ante la tentación, le debemos cerrar la puerta, subrayó, diciendo que no puede haber diálogo: debemos velar así por nuestros corazones.
Velando por el corazón
Para concluir, el Papa reiteró la recomendación de velar por nuestro corazón, siguiendo también el ejemplo de los santos.
Que todos pidamos la gracia de Dios para que nos ayude a aprender esta práctica, dijo, para alcanzar la sabiduría de custodiar el tesoro de nuestro corazón con la ayuda del Señor, que siempre está a nuestro lado.
Texto completo de la catequesis del Papa
Catequesis. Vicios y virtudes. 1. Introducción: custodiar el corazón
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy quisiera introducir un ciclo de catequesis sobre el tema de los vicios y las virtudes. Y podemos comenzar por el inicio mismo de la Biblia, donde el libro del Génesis, a través del relato de los progenitores, presenta la dinámica del mal y de la tentación. Pensemos en el paraíso terrenal. En el cuadro idílico que representa el Jardín del Edén, aparece un personaje que se convierte en el símbolo de la tentación: la serpiente, este personaje seductor. La serpiente es un animal insidioso: se mueve lentamente, deslizándose por el suelo, y a veces ni siquiera se nota su presencia - es silencioso -, porque consigue mimetizarse bien con su entorno y, sobre todo, esto es peligroso.
Cuando inicia su diálogo con Adán y Eva, demuestra que también es un refinado dialéctico. Comienza como se hace en los malos chismes, con una pregunta maliciosa: «¿Es verdad que Dios dijo: ¿No comerás de ningún árbol del jardín?» (Gn 3,1). La frase es falsa: Dios ofreció realmente al hombre y a la mujer todos los frutos del jardín, excepto los de un árbol concreto: el árbol de la ciencia del bien y del mal. Esta prohibición no pretende prohibir al hombre el uso de la razón, como a veces se malinterpreta, sino que es una medida de sabiduría. Como si dijera: reconoce el límite, no te sientas dueño de todo, porque el orgullo es el principio de todos los males. Y así la historia, nos dice que, Dios coloca a los progenitores como señores y guardianes de la creación, pero quiere preservarlos de la presunción de omnipotencia, de hacerse dueños del bien y del mal, que es una tentación. Una mala tentación aúna hora. Este es el escollo más peligroso para el corazón humano.
Como sabemos, Adán y Eva fueron incapaces de resistir la tentación de la serpiente. La idea de un Dios no tan bueno, que quería mantenerlos sometidos, se coló en sus mentes: de ahí el colapso de todo.
Con estos relatos, la Biblia nos explica que el mal no comienza en el hombre de forma estrepitosa, cuando un acto ya se ha manifestado, pero el mal comienza mucho antes, cuando uno comienza a entretenerse con él, a adormecerlo con la imaginación, pensamientos, acabando siendo atrapados por sus halagos. El asesinato de Abel no comenzó con una piedra arrojada, sino con el rencor que Caín guardaba perversamente, convirtiéndolo en un monstruo en su interior. También en este caso, de nada sirven los consejos de Dios.
Con el diablo, queridos hermanos y hermanas, no se discute. ¡Nunca! No se debe discutir nunca. Jesús nunca dialogó con el diablo; lo expulsó. Y en el desierto, durante las tentaciones, no respondió con el diálogo; simplemente respondió con las palabras de la Sagrada Escritura, con la Palabra de Dios. Estén atentos: el diablo es un seductor. Nunca dialogar con él, porque él es más astuto que todos nosotros y nos la hará pagar. Cuando llegue la tentación, nunca dialogues. Cerrar la puerta, cerrar la ventana, cerrar el corazón. Y así, nos defendemos contra esta seducción, porque el diablo es inteligente. Intentó tentar Jesús con citas bíblicas, presentándose como gran teólogo. Estén atentos. Con el diablo no debemos conversar, y con la tentación no debemos dialogar. La tentación llega: cerremos la puerta, guardemos el corazón.
Uno debe ser el guardián de su propio corazón. Y por esta razón no dialogamos con el diablo. Esta es la recomendación - custodiar el corazón - que encontramos en varios padres, los santos. Y debemos pedir esta gracia de aprender a guardar el corazón. Es una sabiduría saber custodiar el corazón. Que el Señor nos ayude en esta tarea. Quien guarda su corazón, guarda un tesoro. Hermanos y hermanas, aprendamos a custodiar el corazón.