(LifeSiteNews/InfoCatólica) El cardenal Raymond Burke ha advertido contra los obispos que desean que la Iglesia «cambie su doctrina, su culto sagrado y su disciplina para acomodarse a la cultura», afirmando en cambio que la respuesta a la crisis actual de la Iglesia es que los católicos se tomen en serio la vida de santidad.
Los comentarios del cardenal se produjeron en un sermón en la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, pronunciado en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en La Crosse, Wisconsin, fundado por Burke cuando era obispo de La Crosse.
Burke relató los tiempos difíciles que afrontó la Iglesia en México cuando evangelizó por primera vez a los paganos nativos, que incluían la práctica azteca del sacrificio humano:
«En el momento de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, la Iglesia misionera en lo que hoy es México estaba sufriendo desafíos aparentemente imposibles: el violento conflicto entre los nativos americanos y los exploradores y colonos españoles, y la diabólica práctica de sacrificios humanos masivos por parte de los paganos».
«El Señor envió a la Virgen para mostrar el camino del orden y de la paz en la vida personal y en la sociedad: Cristo. A través de sus apariciones y de su presencia permanente en la tilma milagrosa de San Juan Diego, Nuestra Señora de Guadalupe mostró al Obispo y a toda la Iglesia que el camino para vencer el mal y difundir el bien es enseñar la verdad, rezar en todo momento y ofrecer todo nuestro amor a Dios en el Culto Sagrado, y practicar la verdad en el amor».
A continuación, el cardenal abordó los tiempos turbulentos que vive actualmente la Iglesia con el aborto, los ataques al matrimonio, el rechazo de los mandamientos y la rebelión entre los miembros de la Iglesia y su jerarquía.
Denunció a aquellos entre los obispos de la Iglesia que cambiarían lo más esencial de su constitución divina, «su doctrina, su Culto Sagrado y su disciplina». La acomodación al mundo y el rechazo de Dios se ha manifestado en llamamientos a que la Iglesia cambie, y Burke condenó esto como nada menos que abandono de Cristo y apostasía de la fe.
«La ilusoria inclusividad reclamada por tales obispos, dijo, encaja mal con la insistencia de Cristo en el Evangelio de que los indignos serán expulsados de su banquete de bodas». El cardenal declaró:
«La Iglesia de nuestro tiempo se enfrenta a retos similares, aparentemente imposibles. La propia vida humana, el matrimonio y la familia, y la práctica de la fe están sometidos al ataque constante de una cultura que se niega a reconocer a Dios y a someterse en obediencia a sus mandamientos. Muchos se rebelan hoy violentamente contra Dios, que se nos revela a través de la razón y, de modo más pleno y perfecto, a través de la fe católica. La rebelión ha seducido incluso a miembros del Cuerpo Místico de Cristo, llevándoles a abandonar a Cristo y Su Camino, conduciéndoles a la apostasía. ¿Qué debemos hacer nosotros? ¿Qué debe hacer la Iglesia?»
«Algunos, incluso entre los Obispos, nos dirían que la Iglesia tiene que cambiar su doctrina, su Culto Sagrado y su disciplina, para acomodarse a la cultura. Hablan de un necesario cambio de paradigma o de una mal definida vía sinodal que declara que todos son bienvenidos en la Iglesia sin dejar clara la conversión a Cristo que es necesaria para ser miembro de su Cuerpo Místico».
«Olvidan que el rey de la parábola de las bodas, que había acogido a todos, "buenos y malos", en el banquete de bodas de su hijo, al ver a "un hombre que no tenía traje de bodas", lo expulsó del banquete. Nuestro Señor concluye la parábola de las bodas con la advertencia: "Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos". Sí, Nuestro Señor quiere que todos nosotros participemos en el banquete de la gracia divina, pero no podemos hacerlo a menos que nuestros corazones, uno con el Corazón Inmaculado de María, descansen en Su Sacratísimo Corazón, a menos que nos dejemos revestir de Él en nuestra vida diaria».
Basándose en la Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte de Juan Pablo II, Burke insistió en que la verdadera respuesta a los problemas a los que se enfrenta la Iglesia es la aceptación del Depósito de la Fe en toda su riqueza, la vivencia de la fe en «una vida diaria buena y santa», y el conocimiento, amor e imitación de Jesucristo. Dijo:
«El camino de la Iglesia en la crisis actual es el mismo de siempre. La enseñanza del Depósito de la Fe y de todas las riquezas de la fe católica, la oración diaria y el culto a Dios "en espíritu y en verdad", y una vida diaria buena y santa. Ante el gran desafío de nuestro tiempo, el Papa San Juan Pablo II nos advirtió que no nos salvaremos a nosotros mismos ni a nuestro mundo descubriendo 'alguna fórmula mágica' o 'inventando un nuevo programa'. En términos inequívocos, declaró: "No, no nos salvará una fórmula, sino una Persona y la seguridad que nos da: Yo estoy con vosotros"».
Recordó que el programa con el que debemos afrontar eficazmente los grandes desafíos espirituales de nuestro tiempo es, en definitiva, Jesucristo vivo por nosotros en la Iglesia. Explicó:
«El programa ya existe: es el plan que se encuentra en el Evangelio y en la Tradición viva, es el mismo de siempre. En el fondo, tiene su centro en Cristo mismo, a quien hay que conocer, amar e imitar, para que en él vivamos la vida trinitaria y con él transformemos la historia hasta su cumplimiento en la Jerusalén celestial. Se trata de un programa que no cambia con los cambios de los tiempos y de las culturas, aunque tenga en cuenta el tiempo y la cultura en aras de un verdadero diálogo y de una comunicación eficaz».
En resumen, el programa que conduce a la libertad y a la felicidad es, para cada uno de nosotros, la santidad de vida, de acuerdo con nuestro estado de vida y los dones particulares con los que Dios nos ha dotado. San Juan Pablo II, de hecho, veía todo el plan pastoral de la Iglesia en la santidad de vida en Cristo.
Es a la santidad de vida en Cristo a la que nos atrae la Virgen de Guadalupe. Dejando lo ordinario de nuestra vida diaria para peregrinar a su lugar santo, Ella nos manifiesta lo extraordinario de nuestra vida diaria en Cristo.