(InfoCatólica) Ante un grupo de fieles algo más numeroso de lo que viene siendo habitual en las últimas audiencias en la Plaza de San Pedro, el Papa ha asegurado que «el anuncio cristiano es alegría para todos. Cuando encontramos verdaderamente al Señor Jesús, el estupor de este encuentro impregna nuestra vida y pide ser llevado más allá de nosotros. Él desea esto, que su Evangelio sea para todos. En él, de hecho, hay un «poder humanizador», una plenitud de vida que está destinada a todo hombre y a toda mujer, porque Cristo ha nacido, muerto y resucitado por todos. Por todos, nadie excluido».
El Pontífice ha citado Evangelii gaudium 14:
«Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción».
Francisco ha asegurado que «los cristianos se encuentran en el atrio más que en la sacristía, y van por «las plazas y calles de la ciudad». Deben ser abiertos y expansivos, los cristianos deben ser «extrovertidos».
La mujer que hace cambiar de opinión a Jesús
El Pontífice ha querido explicar así el encuentro del Señor con la mujer cananea:
En este sentido, el Evangelio narra el sorprendente encuentro de Jesús con una mujer extranjera, una cananea que le suplica que sane a la hija enferma (cfr Mt 15,21-28). Jesús se niega, diciendo que ha sido enviado solo «a las ovejas perdidas de la casa de Israel» y que «no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos» (vv. 24.26). Pero la mujer, con la insistencia típica de los sencillos, replica que también «los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos» (v. 27). Jesús se quedó impresionado y le dice: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas» (v. 28). Este encuentro con esta mujer tiene algo único. No solo alguien hace cambiar de idea a Jesús, y se trata de una mujer, extranjera y pagana; sino que el Señor mismo encuentra confirmación al hecho de que su predicación no debe limitarse al pueblo al que pertenece, sino abrirse a todos.
Tras reflexionar sobre la cuestión de la elección de algunos por parte de Dios para poder llegar luego a todos, el Papa ha pedido «prevenir la tentación de identificar el cristianismo con una cultura, con una etnia, con un sistema. Así, más bien, pierde su naturaleza verdaderamente católica, es decir para todos, universal: no es un grupito de elegidos de primera clase».
Y ha concluido con la siguiente exhortación:
«No lo olvidemos: Dios elige a alguien para amar a todos. Este horizonte de universalidad. El Evangelio no es solo para mí, es para todos, no lo olvidemos».