(Agencias/InfoCatólica) En el itinerario de las lecturas bíblicas dominicales, el Santo Padre se paró a reflexionar sobre las palabras del Evangelio de san Marcos en las que presenta una parte del discurso de Jesús sobre el fin de los tiempos.
Concretamente se centró en una frase de este discurso que “sorprende -dijo el Papa- por su claridad sintética: el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Esta profecía de Cristo significa -explicó- que la Sagrada Escritura no conoce ambigüedad. “Todo está destinado a terminar, incluso el cielo en sentido cósmico (no como sinónimo de Dios) -afirmó el Santo Padre- porque todo lo creado está marcado por lo finito, comprendidos los elementos divinos de las antiguas mitologías: no existe ninguna confusión entre lo creado y el Creador, sino que hay una diferenta neta”.
Con una distinción tan clara como ésta, Jesús afirma que sus palabras “no pasarán”, es decir, están de la parte de Dios y por eso son eternas. A pesar de haber sido pronunciadas en la concreción de su existencia terrena, éstas son palabras proféticas por excelencia, como afirma en otro parte Jesús, dirigiéndose al Padre celestial: “Las palabras que tú me trasmitiste se las he trasmitido yo a ellos. Y ellos las han aceptado: se han convencido de que salí de tu lado y han creído que tú me mandaste”. (J. 17,8)
Benedicto XVI habló asimismo de la célebre parábola en la que Cristo se compara al sembrador y explica que la simiente es la Palabra: los que la escuchan llevan en sí el fruto y forman parte del Reino de Dios, es decir, viven bajo su señoría; “están en el mundo, pero no de este mundo, porque llevan dentro de ellos una semilla de eternidad, un principio de transformación que se manifiesta ya ahora en una vida “buena”, animada por la caridad, y al final producirá la resurrección de la carne. “Ésta es la potencia de la Palabra de Cristo”, explicó el Pontífice.
El Papa terminó señalando que la Virgen María es el signo viviente de esta verdad. Porque su corazón fue “tierra buena” que acogió con plena disponibilidad la Palabra de Dios, de manera que toda su existencia transformada según la imagen del Hijo, ha sido introducida en la eternidad, con alma y cuerpo, anticipando la vocación eterna de todo ser humano.
Tras la oración mariana del Ángelus, Benedicto XVI saludó en distintas lenguas a los fieles. Dios las gracias a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Comisión Episcopal Europea para los Medios de Comunicación Social, -entre los que se encontraban Monseñor Joan Piris, obispo de Lleida y presidente de la Comisión de Medios de España, y el sacerdotes José María Gil, secretario de la misma-, por su cualificada contribución a la “cultura de Internet y en la comunicación de la Iglesia”.
Recordó asimismo el Papa que ayer se celebraba la Jornada Mundial de la Memoria por las Víctimas de los accidentes de carretera. “Confío los difuntos a la misericordia de Dios y animo a todos los conductores que van por las carreteras del mundo, a que viajen con prudencia, en espíritu de responsabilidad por el don de su propia vida y la de los demás”, afirmó el Santo Padre. “El Señor proteja a los que viajan”.
Benedicto XVI saludó en español en especial a los peregrinos colombianos que ayer se encontraban en la plaza de san Pedro como conclusión de una caravana motorizada pidiendo la libertad de todos los secuestrados, no sólo en Colombia, sino en todo el mundo. Al dirigirse a ellos, la caravana motorista puso en marcha sus motores en señal de saludo al Papa: "Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, en particular a los fieles provenientes de Colombia, y a quienes se unen a ella a través de la radio y la televisión. Que la contemplación del misterio de Cristo y la meditación asidua de la Palabra de Dios acreciente en nosotros el deseo de servirle para que, a ejemplo de la Virgen María, fundemos nuestra vida sobre la roca firme de la fe y aceptemos con prontitud la voluntad amorosa de Dios. Muchas gracias y ¡feliz domingo!"