(Ungeneva/InfoCatólica) Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, dijo que el diálogo pacífico y la coexistencia pacífica están siendo cada vez más fracturados en todo el mundo por discursos y acciones que buscaban dividir, inflamar y difundir el odio.
Türk indicó que hoy en día, el odio religioso está siendo impulsado por múltiples factores: políticos y líderes que promueven políticas que dividieron, polarizaron y reprimieron las voces de disensión; una creciente marea de populismo marcada por peligrosas políticas identitarias que se alimentan del nacionalismo y del alarmismo; o por sistemas educativos que no logran enseñar a sus alumnos respeto, tolerancia y comprensión.
El discurso de odio religioso, un fenómeno que dista mucho de ser nuevo, se está extendiendo ahora sin control. En línea, los algoritmos de las redes sociales amplifican los mensajes de odio y alimentan el eco de la ignorancia.
El impacto del odio y la discriminación religiosos sobre los derechos humanos son claros. Socavan la dignidad humana y pueden conducir a la incitación a la violencia (o a la violencia misma). Las lagunas en las políticas nacionales y en los marcos jurídicos y de aplicación de la ley están dejando que el odio y la discriminación pasen desapercibidos. Los Estados miembros podrían y deben hacer más. Las iniciativas de capacitación para los agentes del orden y el poder judicial, las instituciones religiosas, los docentes y los profesionales de los medios de comunicación en la lucha contra el odio religioso deberían ser parte de un enfoque integral que integre la alfabetización religiosa, una mejor comprensión y sensibilidad, y medidas claras para abordar la discriminación.
Para concluir, el Alto Comisionado dijo que superar el odio religioso requiere un contrato social renovado, con confianza y respeto como base, donde todos, sin importar en quién o en qué crean, puedan participar en un diálogo seguro y saludable. Los discursos provocativos o los trucos publicitarios premeditados tendrían muchas menos probabilidades de lograr incitar al odio y la violencia en sociedades que promuevan la tolerancia, la igualdad, la apertura y la diversidad, donde las instituciones estatales funcionen bien y den prioridad a la causa de los derechos humanos, y donde los valores fundamentales de la confianza , la compasión y el respeto, que trascienden a todas las religiones, prosperen.