(Fides/InfoCatólica) «Los primeros misioneros de la Sociedad de Misiones Africanas (SM) llegaron a Costa de Marfil en 1895. Somos, pues, una Iglesia relativamente joven», dice a la Agencia Fides Marcelin Yao Kouadio, obispo de Daloa y Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa de Marfil.
¿Costa de Marfil sigue siendo una «tierra de misión»?
Actualmente tenemos 15 diócesis con cuatro provincias eclesiásticas, y toda la jerarquía está formada por obispos procedentes del clero diocesano marfileño. Pero seguimos acogiendo a misioneros del extranjero pertenecientes a diversas congregaciones religiosas (especialmente femeninas) e institutos de vida apostólica. Seguimos siendo, pues, una Iglesia »en tierra de misión«. Nuestro problema es cómo pasar de esta condición a la de una Iglesia misionera.
¿Qué podría ayudar a esta transición?
Desde mi punto de vista, hay que considerar la llamada «triple autonomía». En primer lugar, la autonomía del personal implicado en la labor apostólica, mediante una pastoral vocacional bien organizada y dirigida a las jóvenes generaciones. Después, la autonomía cultural, mediante la inculturación de la fe: cómo valorizar la cultura local, que tiene sus valores propios, en la dinámica del anuncio del Evangelio. En la cultura tradicional de nuestro pueblo encontramos factores como la creencia en Dios, el Ser Supremo; el reconocimiento del mal hecho y del pecado; la creencia en la vida después de la muerte; y el sentido de la vida comunitaria. Por último, la autonomía financiera de todas nuestras diócesis. A nivel nacional, hemos creado un fondo católico nacional que está teniendo mucho éxito. Estamos terminando de construir una ciudad financiada con este fondo (véase Fides 1/10/2020). Se trata de una ciudad con varias casas que se alquilarán para generar fondos para la Iglesia.
¿Cómo es el diálogo con las demás comunidades de creyentes de su país?
En un contexto como el de Costa de Marfil, hay que hablar de diálogo interreligioso, porque todavía hay seguidores de la religión tradicional africana y también musulmanes. En cambio, el diálogo ecuménico se refiere a las relaciones con las Iglesias protestantes. En Costa de Marfil se ha creado una especie de alianza entre comunidades de creyentes por la paz, que ha unido sobre todo a nuestros hermanos protestantes y musulmanes. De momento, como Conferencia Episcopal, estamos presentes como observadores. También existe el 'Forum National des Confessions Religieuses' en el que están presentes todas las confesiones del país, y donde junto con todos los demás líderes religiosos promovemos iniciativas por la paz y la cohesión social, especialmente durante el crítico periodo electoral.
En 2023, la principal nacionalidad de los inmigrantes que llegan a las costas italianas es la de Costa de Marfil, hasta ahora casi 8.000 personas. ¿Qué puede decirnos al respecto?
El fenómeno de la emigración es una desafortunada realidad en el sentido de que los países africanos, como Costa de Marfil, son inmensamente ricos. Pero sus habitantes no pueden disfrutar de estas riquezas. Por un lado, Costa de Marfil es el primer productor mundial de cacao. Pero quienes lo cultivan en Costa de Marfil no pueden permitirse comprar el buen chocolate que ustedes anuncian en Europa. Somos el tercer productor mundial de café, sin contar el oro, los diamantes y demás. Lo mismo ocurre con otros países africanos. Sus niños se ven obligados a ir a morir al cementerio en que se ha convertido el Mediterráneo. Es una tragedia. Se dice que vivimos en un mundo globalizado. Se dice que el mundo es una gran aldea, pero la movilidad de la que tanto hablamos a menudo es unidireccional. Hay algunos que pueden ir a cualquier parte incluso sin visado, en cambio hay muchos otros que no pueden desplazarse. La Iglesia intenta concienciar a los jóvenes de los riesgos que entraña marcharse. La Cuaresma pasada celebré un retiro con 12.000 jóvenes en el que abordamos esta cuestión.