(Ana Campos / ACdP) El podcast Luz del Mundo -una producción de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y el Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala- aborda esta semana un tema polémico: la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Lo hace de la mano del catedrático de Filosofía del Derecho y ex diputado de Vox en el Congreso Francisco J. Contreras, quien considera que es la cara más visible de la ONU actuando «como proto-gobierno mundial». En conversación con la periodista Ana Campos, Contreras argumenta que, aunque los ODS a primera vista parecen incuestionables, «la trampa está en la letra pequeña».
Empecemos planteando la cuestión: ¿qué es la Agenda 2030?
Es un documento con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que la ONU aprobó en 2015 y en el que propone a los Estados miembros un horizonte de acción, con un plazo de 15 años para alcanzarlo. Es, digamos, la ONU actuando como una especie de gobierno mundial, o proto gobierno mundial. No todos los países la han firmado, pero -por supuesto- España fue uno de los primeros países en hacerlo. Tanto el PP como el PSOE -porque en 2015 había un gobierno del Partido Popular- compiten en fervor «veintetreintañero», en el sentido de que el PP se arroga haber sido el gobierno que firmó la agenda, pero el PSOE dice que han sido ellos los que más han hecho por ponerla en práctica.
Erradicación de la pobreza, igualdad entre hombres y mujeres... Cualquiera con dos dedos de frente aceptaría estos ODS, ¿no?
Claro. Se va extendiendo por ahí una visión siniestra de la Agenda 2030, especialmente en sectores conservadores, como si fuera una especie de conspiración de élites oscuras para dominar el mundo... y cuando la abres y miras los objetivos, realmente no es eso. O si lo es, lo es de una forma más indirecta y más implícita. Pero a primera vista los objetivos -casi todos ellos, porque hay alguna excepción- son incuestionables. ¿Quién estaría contra la erradicación del hambre en el mundo? ¿Quién estaría contra la provisión de agua potable y limpia, y de un sistema de saneamiento para toda la población mundial? ¿Quién estaría contra la construcción de sistemas sanitarios de calidad en todas partes, o educación de calidad? Estoy enumerando ODS...
Entonces, ¿dónde está la trampa?
Primero, en la letra pequeña. Cada uno de esos principios genéricos después se desglosa en sub-objetivos, en metas, y ahí sí aparece ya un sesgo ideológico claramente izquierdista. Los medios propuestos por Naciones Unidas para alcanzar esos objetivos que en principio todos compartimos son discutibles. Y en segundo lugar, en el hecho de que Naciones Unidas proponga unos mismos objetivos a todos los países del mundo, ignorando las disparidades abismales de desarrollo material y moral entre los distintos países.
Ha dicho que hay alguna excepción en la incuestionabilidad de los ODS.
Sí: hay uno que me parece rechazable, no ya en la letra pequeña, sino en su misma formulación genérica, que es la acción por el clima, el ODS número13. Hablar de la necesidad de una acción por el clima es ya asumir toda la visión catastrofista, la versión oficial, del cambio climático como una especie de apocalipsis que justifica una transición energética acelerada, muy onerosa. Y autoritaria, además, porque se hace de manera vertical, por decreto de los gobiernos... pero solo los gobiernos occidentales, curiosamente. Solo en Europa, EEUU y quizá Canadá nos estamos tomando en serio esa transición muy costosa, que está penalizando la economía europea y norteamericana. En el resto del mundo no se está haciendo. Europa, por ejemplo, ya emite menos del 9% del total de emisiones de CO2. Aunque Europa consiguiera reducir a la mitad sus emisiones de anhídrico carbónico, el impacto en el total mundial de emisiones sería apenas del 3% o 4%: somos irrelevantes a efectos climáticos globales. Y sin embargo, nos hemos embarcado en una transición energética que está teniendo unos costes inmensos. Esto lo conozco bien por mi trabajo en el Congreso: el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima -la estrategia energética del Gobierno de España para la década de 2020- reconoce la necesidad de 240.000 millones de inversiones energéticas de aquí a 2030. En Alemania se calcula que para el año 2025 se habrán invertido 500.000 millones en transición energética. Esto es lo que nos está costando renunciar a toda prisa a los combustibles fósiles. Y todo eso para reducir aún más las emisiones occidentales, que son ya muy pequeñas, porque llevamos ya décadas reduciendo emisiones. Aunque eso no lo sabe la gente, porque esto del cambio climático... Bueno, necesitaríamos otra charla para explicarlo, porque el CO2 -por ejemplo- no es contaminación. Los estudios de la NASA confirman que la vegetación ha aumentado en todo el mundo debido a que almacenamos más CO2. O ¿quién decretó que la temperatura óptima para la humanidad era la de 1870? Ha subido un grado la temperatura en 150 años: esa es la catástrofe. Pero bueno, lo que quiero decir es que ese ODS es discutible incluso en su misma condición genérica: los demás, en principio, hay que asumirlos todos, incluso la igualdad de género, aunque luego tiene sus trampas también.
Estos 17 ODS tienen 169 metas. ¿Hay algo en común a todos? ¿Se puede decir, por ejemplo, que la Agenda 2030 es abortista?
Sí, aunque no llaman al aborto por su nombre: lo hacen usando el eufemismo «derechos sexuales y reproductivos». Pero la meta 5.6 habla de la necesidad de impulsar la salud sexual y reproductiva, los derechos sexuales y reproductivos... Quien esté familiarizado con la jerga y la praxis de Naciones Unidas sabe que este eufemismo no solo incluye los anticonceptivos sino también el aborto. Y esto lo confirmó en 2018 el Relator Especial sobre el derecho al desarrollo en unas declaraciones en las que venía a decir que las leyes que restringen o penalizan el aborto son una amenaza para la salud sexual y reproductiva de las mujeres, dan lugar a muertes en abortos clandestinos, etcétera. Luego sí se puede decir que la Agenda 2030 es abortista.
Si al ver la letra pequeña vemos que la Agenda 2030 no tiene esa bondad aparente, ¿por qué la aceptamos a nivel nacional, o europeo?
Bueno, lo aceptará quien lo acepte, pero supongo que es una cuestión de virtue signaling, de postureo moral. De aparecer ante el público como alguien identificado con ese proyecto de progreso auspiciado por la ONU, que parece que conserva una aureola moral positiva, y nadie se atreve a desmarcarse de eso por miedo a ser señalado como ultra, o que le digan que está a favor del hambre en el mundo, o del analfabetismo... Claro, como los ODS son tan indiscutibles nadie se atreve a asumir el trabajo de explicar dónde están las trampas.
Se puede decir que donde dice «educación de calidad» hay adoctrinamiento, que donde dice «fronteras abiertas» hay invasión migratoria, que donde dice «igualdad de género» hay destrucción de la familia...
Claro. De los objetivos estos que decíamos que son incuestionables, cabe distinguir dos tipos: objetivos que exhiben un nivel de saturación y los que no. Por ejemplo, la erradicación del hambre es un objetivo que en el Occidente desarrollado ya está alcanzado: no hay hambre en España, ni en Suecia ni en Canadá. A eso me refiero con nivel de saturación: al momento en que podemos decir «ya no hay hambre», «ya hay agua potable para todos». Después hay otros objetivos en los que siempre cabe hacerlo mejor, como la educación de calidad o la sanidad. Pero en relación a estos cabe decir que es absurdo y ridículo que la ONU venga a sermonearnos sobre lo importante que es mejorar la educación o mejorar la sanidad, como si no se nos hubiera ocurrido. En esto los funcionarios de la ONU están intentando legitimarse a sí mismos: es un síndrome general de los políticos, el «si no fuera por mí, tal cosa no se haría en la sociedad». «Hemos creado empleo»... Mentira, tú no has creado ningún empleo. El empleo lo crean los empresarios, los autónomos, la sociedad civil: en todo caso, el político tiene que no estorbar, con leyes sensatas y poco invasivas que permitan que la sociedad genera riqueza por sí misma. Este síndrome de presentar las cosas como si todo lo bueno que ocurre en la sociedad se debiera a la tutela del político también se dan a nivel supranacional, y aquí tenemos a la ONU recordándoles a los gobiernos lo importante que es una educación de calidad, una sanidad de calidad. No, perdona. Llevamos décadas, incluso siglos, persiguiendo esos objetivos, mucho antes que existiera la ONU.
¿Y hay algo que decir respecto a los que sí tienen un nivel de saturación?
Hay una tergiversación que tiene que ver con el hecho de que la ONU sermonee a España o a Suiza o a Finlandia sobre el hambre o sobre el agua potable, cuando ni en España ni en Suiza ni en Finlandia hay hambre. O sobre igualdad de género. Aquí entramos en un terreno más escabroso. Yo considero que en Occidente la igualdad de género deseable está conseguida desde hace mucho tiempo. Desde hace décadas hay igualdad de derechos entre hombres y mujeres, aunque está empezando a ser erosionada precisamente por las leyes feministas, las cuotas, las leyes de violencia de género que implican asimetría penal... Claro que no está conseguida en otras regiones del mundo: en Afganistán o en Somalia las mujeres están discriminadas. Ahí sí están oprimidas. Aquí la trampa estriba en que la ONU nos trate a todos por igual, igualando por abajo. La ONU está ejerciendo de gobierno mundial, o de proto-gobierno mundial, en un mundo tremendamente heterogéneo. En todo caso, tendría que modular su mensaje en función del nivel de desarrollo, y dirigir mensajes distintos a Finlandia y a Somalia, pero no: lo que hace es tratarnos como si todos fuéramos Somalia. Pero hay todo un sector ideológico, político, encantado de que la ONU nos trate como Somalia: me refiero al espectro woke, y me refiero no solo a la izquierda sino también a la derecha que traga con estas cosas. El político woke está encantado de que la ONU, con toda su supuesta autoridad moral, llegue a decir que también en España nos queda mucho por avanzar en igualdad de género. La esencia del wokismo es precisamente una forma de neo-marxismo que sustituye la lucha de clases por la lucha de sexos, de razas y de orientaciones sexuales. Su tesis fundamental es que las mujeres están oprimidas y discriminadas por los hombres no solo en Somalia, también en Suiza. Los homosexuales y otras minorías sexuales, por los heterosexuales. Y las razas distinta de la blanca están oprimidas, discriminadas, por la por la raza blanca. Sin embargo, lo cierto es que el tipo de igualdad de género deseable en una sociedad justa -que es la igualdad de derechos, no la igualdad de resultados- está ya alcanzado en Occidente. Y digo lo de la igualdad de resultados porque la falacia que utilizan es la de -por ejemplo- la brecha salarial: que el salario promedio de las mujeres es 5.000 euros al año inferior al de los hombres, transmitiendo tramposamente la impresión de que se paga distinto por el mismo trabajo. Eso es mentira, y en España es ilegal desde el Estatuto de los Trabajadores en 1980. Es que mujeres y hombres escogen trabajos distintos, que es otra cosa. Hay pocas mujeres que estudien ingeniería, y no por una conspiración machista de los profesores de ingeniería para disuadir a las mujeres, sino porque a las mujeres no les da la gana de estudiar ingeniería. No les atraen las carreras técnicas que suelen estar bien pagadas, y aquí tiene una explicación de la disparidad salarial. O las mujeres escogen el trabajo a tiempo parcial con más frecuencia que los hombres, pero -de nuevo- no por una conspiración, sino por la libertad en acción, porque a muchas les compensa ralentizar su carrera profesional unos años para poder estar más disponibles para sus hijos.
La Agenda 2030 parece que dice lo mismo que la Iglesia, a priori: hambre cero, fin de la pobreza, salud y bienestar... ¿La Iglesia se ha pronunciado sobre ella?
El representante de la Santa Sede en Naciones Unidas, Monseñor Aúza, en varias ocasiones ha expresado reservas, o ha venido a decir que la Iglesia coincide con los objetivos genéricos, pero siempre que sean interpretados desde cierto ángulo, con arreglo a la ley natural, a la moral católica, a la doctrina social de la Iglesia, etcétera. O sea que aceptamos la Agenda siempre que se la interprete en el sentido que nosotros consideramos aceptable. Por ejemplo, que cuando se habla de igualdad de género no se incluya ahí los derechos sexuales y reproductivos, que a su vez sabemos que incluyen implícitamente el aborto. Pero a mí esto me parece un tanto ingenuo, en el sentido de que la Agenda es la que es, y las metas son las que son. Monseñor Aúza está hablando de lo que a él le gustaría que fuese, si la Iglesia pudiese volver a escribir la Agenda. Claro, redactaría de otra forma los objetivos, de tal forma que no hubiese ambigüedad y no se abriesen puertas al aborto, a las formas de familia distintas de la familia natural basada en el matrimonio entre hombre y mujer, a la fecundación artificial, a los vientres de alquiler, a la transexualidad... Evidentemente todo lo que guarda relación con la bioética, la familia... donde sí hay contradicciones entre la doctrina católica y la Agenda 2030, porque esta es la que es. ¿Tiene sentido decir: Apoyo la Agenda 2030 pero habría que interpretarla de acuerdo a mis principios»? Bueno, pero es que no la están interpretando así; entre otras cosas, porque la redacción de la Agenda no lo permite. Entonces quizá habría que tener el valor de desmarcarse de la Agenda 2030.
Ha habido católicos, como el Nuncio, que han dicho que no se puede asumir la Agenda 2030 en ninguna institución que se declare cristiana. ¿Qué se puede hacer para combatirla?
Bueno, lo que se puede hacer es explicar lo que estamos explicando en esta conversación, pero son cosas que no caben en un eslogan de tres palabras. Necesitas tiempo, matizaciones... pero hay que hacerlo, porque so capa de estos principios buenistas se está contribuyendo a la destrucción de nuestra sociedad. Por ejemplo, a la destrucción de la familia en la medida en que priva a los niños de un padre y de una madre. O más aún, en la medida en que hunden la natalidad hasta extremos que ya ponen en peligro... Aquí sí está en juego la sostenibilidad, un concepto progre que ellos tienen siempre en la boca. Pero la sociedad está dejando de ser sostenible en el sentido más dramático y más inmediato, que es que no hay recambio generacional. No nacen suficientes niños. Y la Agenda 2030 contribuye a eso. Bueno, pues todo esto hay que explicarlo, que la gente no se deje engañar por la bondad aparente de los objetivos genéricos. Hay que explicar lo que hay detrás, lo que está implícito. Pero una sociedad acostumbrada a los eslóganes donde los mensajes que tengan un mínimo de complejidad no calan.
Uno de nuestros oyentes, Luis, nos pregunta: ¿quiénes son los verdaderos impulsores de la Agenda 2030?
Yo no soy conspiracionista. No creo que haya élites ocultas que manejen los hilos del mundo, que tengan tanto poder. No lo creo. Y la prueba es que la deriva woke de Occidente empezó mucho antes de la aprobación de la Agenda 2030. No es Naciones Unidas la que ha conducido al mundo en una dirección woke desde 2015, sino más bien al contrario. Por las razones que sea, Occidente deriva en esa dirección desde hace unas décadas y la composición de las Naciones Unidas, los funcionarios y altos funcionarios, a su vez es un reflejo de las tendencias dominantes en el Occidente actual. Por tanto, cuando se ponen a hacer un programa de gobierno mundial les sale una cosa bastante woke, claro, dada su extracción y dadas las tendencias que dominan en los países que todavía conservan la hegemonía cultural, porque Occidente sigue conservando cierta hegemonía cultural, aunque cada vez más contestada en otras regiones del mundo. Yo no sobredimensionaría la importancia de la Agenda 2030, en el sentido de que estábamos mal ya antes de la Agenda 2030. Busquemos las causas nosotros mismos, en nuestras propias sociedades, en nuestra propia cultura. No hace falta que venga la ONU a dictarnos nada: ya nos estábamos destruyendo nosotros solos.