(InfoCatólica) En noviembre de 2021 el arzobispo de París, Michel Aupetit, presentaba su renuncia al Santo Padre. En la locura desatada contra la Iglesia en todo el mundo en la que los sacerdotes son «culpables» hasta que se demuestre lo contrario acusaron al prelado de mantener una supuesta relación con una mujer hace algunos años, algo que el Mons. Aupetit entonces con 70 años desmintió con firmeza. No dimitía, como el mismo matizaba:
«La palabra dimisión no es la que utilicé. La dimisión significaría que renuncio a mi cargo. En realidad, lo dejo en manos del Santo Padre, porque fue él quien me lo dio. Hice esto para preservar la diócesis, porque, como obispo, debo estar al servicio de la unidad», dijo el Arzobispo al diario francés La Croix.
El Papa Francisco admitió la «dimisión» unos días después.
En agosto de 2023 el procedimiento incoado contra el obispo emérito Michel Aupetit se sobreseía por falta de delito según indicaba la fiscalía a la agencia AFP y que ha sido recogido por diversos medios.
«Mons. Aupetit abordó la apertura de esta investigación con serenidad porque estaba seguro de que sólo podría terminar sin que se tomaran más medidas. Puede continuar actuando en su misión pastoral sin dificultades a partir de ahora», declaró a la AFP su abogado, el señor Jean Reinhart.
Michel Aupetit fue escuchado en audiencia libre el 9 de junio y «mantuvo nunca haber tenido una relación sentimental o sexual con la mujer en cuestión», afirmó la fiscalía. «Dijo a los investigadores que tenía un recuerdo claro de las situaciones mencionadas. Ella consideró que no constituían delito alguno, no presentó denuncia», según la fiscalía.
«No habiendo nada susceptible de calificarse penalmente», la Fiscalía cerró el procedimiento sin más medidas. La investigación se abrió en diciembre de 2022 tras un informe de la diócesis de París y las investigaciones fueron confiadas a la Brigada para la Represión de la Delincuencia Personal (BRDP). Se centraban en los intercambios escritos entre Mons. Aupetit y una feligrés que era objeto de una medida de protección judicial, cuyo aparente consentimiento debía ser confirmado. Según Reinhart, «nunca hubo ambigüedad» ni «gestos inapropiados» por parte de su cliente.
Ya es difícil devolverle la fama y la medida de aceptar su renuncia se ha mostrado una vez más injusta y muy poco paternal.
Esta situación echa sal a la herida sobre el modo de actuar en la Iglesia y vuelve a poner en primer plano cuestiones como ¿Quién le devuelve la fama?, ¿ha actuado bien con él la Iglesia jerárquica?, ¿no es mejor la presunción de inocencia y no tener que demostrar uno que es inocente cuando la «pena de telediario» ya está ejecutada?