(InfoCatólica) El Papa dedicó su catequesis enteramente “a la contribución preciosa aportada por la reforma cluniacense “al proceso de formación de la identidad europea” que hace mil años estaba “en pleno desarrollo”. Una realidad monástica -recordó Benedicto XVI- que tuvo gran importancia y una gran difusión. Supo apartar las “ingerencias” de las autoridades civiles, que en otras partes imponían su control en las abadías; favoreció largos períodos de paz; exaltó la “Europa del espíritu y el primado de Dios”, favoreció en las instituciones la promoción de los valores humanos y supo promover también la economía y la cultura.
Cuando la Orden de Cluny estaba en plena expansión, explicó el Papa, ayudó “en el proceso de larga gestación de la identidad de nuestro continente” y llevó a que se reconocieran de manera clara dos elementos fundamentales para la construcción de la sociedad: “el valor de la persona humana y el bien primario de la paz”. Dando nueva vitalidad a la Regla de san Benito, la Orden de Cluny contribuyó a renovar la vida monástica, garantizando el papel central que la liturgia ocupa en la vida cristiana y acentuando la importancia del silencio para proteger y alimentar la oración.
Numerosos monasterios siguieron el ejemplo de Cluny. “El éxito de esta reforma -precisó el Santo Padre- fue debido a la alta espiritualidad, pero también al estímulo que dieron los Papas a los ideales que se perseguían para la purificación y el despertar de la vida monástica”. La reforma aportó grandes beneficios a la vida sacerdotal en la Iglesia. Permitió el desarrollo de las obras de caridad y, en un mundo profundamente marcado por la violencia, instituyó “la tregua de Dios” y “la paz de Dios”. En la conciencia de los pueblos de Europa, la reforma de Cluny permitió un reconocimiento más claro del valor de la persona humana.