(Fides/InfoCatólica) El padre Khalid Mukhtar, sacerdote católico de la diócesis de Faisalabad, en el Punjab pakistaní, y párroco en Jaranwala, la zona devastada por la violencia masiva contra las casas e iglesias cristianas el pasado mes de agosto ha explicado a la Agencia Fides cómo están las cosas:
«Se ha reanudado la misa diaria matutina en la capilla católica de San Juan, que había sido incendiada durante los actos de violencia del 16 de agosto. También hemos reanudado la celebración de los demás sacramentos. Estoy contento y los fieles también. La otra capilla de Jesús Nazareno todavía no está en condiciones de ser utilizada y la iglesia parroquial, dedicada a San Pablo, con la casa parroquial al lado, también tiene que ser limpiada y restaurada».
Y añade:
«El gobierno sigue adelante con la reconstrucción de las iglesias, la gente sigue arreglando sus casas. Se están dando pequeños pasos hacia la normalidad, pero los niños aún no van a la escuela. Y la gente sigue traumatizada y necesitada de ayuda. Agradecemos tantos gestos de solidaridad, de cristianos y musulmanes, que dan consuelo»
El padre Khalid Mukhtar informa de que, del total de 700 familias católicas de la parroquia, unas 300 se han visto afectadas de algún modo por la violencia. «Los ciudadanos han recibido compensaciones monetarias. El trabajo es ferviente, seguimos adelante entre el cansancio y la esperanza», afirma.
Mientras tanto, la policía sigue investigando las causas de lo ocurrido. Según informaciones filtradas por funcionarios de la policía local, el incidente estalló supuestamente porque tres cristianos arrojaron páginas del Corán fuera de la casa de otros dos cristianos para presentar acusaciones de blasfemia contra ellos (siguiendo un cliché muy extendido), utilizando la ley para enmascarar una disputa privada. La policía paquistaní está intentando aclarar los pormenores del suceso, que desencadenó la violencia masiva. Los tres sospechosos han sido detenidos y podrían haber organizado el falso caso de blasfemia contra Raja Amir y su hermano, inicialmente acusados y detenidos. Pervez Kodu, uno de los tres sospechosos, creía que Amir mantenía una relación con su esposa y por eso presuntamente organizó el montaje.
El padre Khalid Mukhtar, confirma haber tenido conocimiento de la detención de tres hombres relacionados con el caso (además de los aproximadamente 200 musulmanes detenidos como autores de los actos vandálicos) y señala: «Aún no está claro lo que ha ocurrido. Estamos a la espera de una confirmación oficial y de que se arroje más luz. Pero si resulta que el caso fue urdido y fabricado por ciudadanos cristianos, sería muy grave. No se juega con fuego, hay que pensar en las reacciones y consecuencias de acciones sin sentido», señala, estigmatizando la instrumentalización de la ley sobre la blasfemia.
Según las disposiciones vigentes (tres artículos del Código Penal), en Pakistán una persona culpable de insultar al Islam puede ser condenada a cadena perpetua o incluso a la pena de muerte. Dado que el tema religioso es muy delicado y sensible, unas simples acusaciones bastan a menudo para desencadenar turbas que llevan a cabo actos de violencia y linchamientos.