(El Periódico de Ceuta/InfoCatólica) El cardenal salesiano asegura que Marruecos está experimentando un notable crecimiento económico:
«Marruecos está, desde hace años, en una dinámica muy intensa de crecimiento y desarrollo, lo que ha hecho disminuir notablemente los índices de pobreza. Visitando otros países africanos, salta a la vista que Marruecos está más cerca de los países desarrollados que de los que están en vías de desarrollo. Llegué por primera vez en 2003 a Marruecos y soy testigo del gran progreso socio-económico que ha habido en estos años».
E incluso afirma que puede llegar a mejora el nivel de vida que tienen algunos países europeos:
«El progreso en agricultura, industria y servicios, así como en infraestructuras necesarias para el desarrollo, está siendo remarcable. Marruecos no es el paraíso, pero se está superando admirablemente. En estos momentos está afrontando tres grandes retos en los que hay margen de mejora: la educación, la salud y la seguridad social. Si en cinco años Marruecos logra avanzar notablemente en estos campos, habrá alcanzado un nivel de vida mejor que ciertos países europeos».
Sorprendentemente, y a pesar de que el desempleo es menor en Marruecos que en la propia España, son multitud los jóvenes marroquíes que quieren emigrar a Europa. Para el cardenal, hay un factor psicológico:
«Los jóvenes tienen dificultades para encontrar trabajo, ciertamente, pero no más que un joven español en España. Hay oportunidades de trabajo en Marruecos, y el nivel de desempleo es menor que el de España.
Lo que ocurre es que existe todavía un desnivel económico entre los países europeos y Marruecos; eso provoca el éxodo de muchos jóvenes que quieren mejorar su situación. Si no me equivoco el salario mínimo en España está ya por los 1000 euros, y aquí no llega a los 300.
Pero creo que existe también un factor que los sociólogos no tienen en cuenta: el factor psicológico».
Y a continuación, explica ese factor:
«Un joven marroquí no puede ir a ninguna parte: al este, encuentra la frontera con Argelia: cerrada; al sur, el desierto; al oeste, el océano; y al norte…, al norte está Europa, completamente –y egoístamente- cerrada. El joven marroquí se siente como un prisionero en su país. Ve venir aquí a jóvenes europeos, pero él no puede ir allí. Le muestran por televisión todas las maravillas de Roma, París, Londres, etc, pero no le dejan salir y volver fácilmente. Por eso siente una pulsión, psicológicamente fuerte, de salir, de experimentar, de conocer, de probar…»
Es decir, a pesar de que los jóvenes marroquíes podrían trabajar y contribuir al desarrollo de su país, quiere ir a Europa por lo que ve en televisión. Y entonces se encuentra con la cruda realidad:
«Mucha gente en España ignora que, para viajar a Europa, los marroquíes, y casi todos los países africanos, necesitan un visado; e ignoran todavía más que obtener ese visado cuesta mucho, tanto en dinero como en documentación. Y que no se otorga a todos, incluso reuniendo todos los requisitos. Por todo ello no debe extrañarnos que muchos opten por la vía de las pateras; no es por gusto».
En otras palabras, como no les resulta fácil obtener el visado, arriesgan sus vidas subiéndose a una patera para ir a ver esas maravillas que les ofrecen en la televisión. Y tras explicar todo eso, el purpurado muestra su indignación por la política migratoria de esa Europa con la que sueñan los jóvenes marroquíes:
«Como ciudadano europeo, tengo vergüenza de la política migratoria de la Unión Europea. Creo que es egoísta, mezquina e hipócrita. Sé que no es una situación fácil de afrontar, pero es vergonzoso que sólo se tomen medidas represivas y policiales, y no se haga nada por organizar una emigración positiva, regulada y legal. Se reconoce en Europa la necesidad de incorporar mano de obra, pero no se toman medidas para hacerlo ordenadamente: sólo se reprime a quienes quieren llegar».
Cabe preguntarse qué entiende el cardenal por represión, ya que la tasa de devoluciones de los marroquíes que se encuentran en situación ilegal en Europa es mínima.
También se muestra indignado por la pretensión de la Unión Europea de que los países del Norte de África controlen sus fronteras para que no lleguen los emigrandes procedentes del resto del continente:
«...la tercerización del control de las fronteras europeas a través de acuerdos (generosamente pagados) con los países del norte de África es una vergüenza y una gran hipocresía de parte de Europa. La responsabilidad de controlar las entradas de personas a España y a otros países europeos corresponde a dichos países, no a Marruecos ni a Túnez ni a Libia.
Pagar a estos países para que hagan el trabajo sucio de impedir las llegadas a Europa, y tener después incluso la caradura de acusar a estos países de no respetar los derechos humanos, es la más grande hipocresía de parte de un continente que pasa por ser la reserva moral de la humanidad».
El cardenal aborda en la entrevista otras cuestiones como la colaboración ecuménica entre las diversas confesiones cristianas presentes en Marruecos y la actividad de Cáritas para ayudar a los sectores más necesitados.