(InfoCatólica) El obispo de Oberá, monseñor Damián Bitar, y el Equipo Diocesano de Pastoral de las Adicciones han hecho un llamado a la formación de un «gran frente social» para combatir el problema del consumo de drogas. Señalan que las drogas circulan libremente y su voracidad es ilimitada, afectando especialmente a jóvenes en situaciones de pobreza y marginalidad.
También destacan la complicidad del narcotráfico y la corrupción en este fenómeno, así como el deterioro del tejido social y la importancia de la familia en la prevención. Aunque reconocen la importancia de las leyes de emergencia y campañas de prevención, consideran necesario involucrar a toda la sociedad en la lucha contra las drogas a través de valores, prevención, asistencia, denuncia y rehabilitación.
Citando al Papa Francisco, llaman a trabajar por una cultura del encuentro y la solidaridad para construir una vida más digna.
Texto de la declaración
No hay ciudad o pueblo, barrio o colonia, plaza, vereda o parada de colectivo, en donde no se encuentren adolescentes y jóvenes consumiendo drogas de cualquier denominación…Todos los vemos. De día y de noche. Consumo y venta. Venta y consumo. La droga de hecho, circula libremente. Su voracidad es ilimitada.
Es más triste aun comprobar que gran parte de los niños y jóvenes cautivos de las drogas, viven en situación de pobreza, marginalidad o indigencia, con poca o nula escolaridad, habitan viviendas precarias, no trabajan y muchas de sus familias están heridas por las separaciones, la violencia y el alcoholismo.
Indigencia y adicciones: un «combo» que lleva a la esclavitud y al «descarte» a cientos de muchachos y chicas de nuestros barrios, pueblos y colonias.
Como lo hemos afirmado en otras ocasiones, el imparable tráfico y consumo de drogas pone en evidencia, por un lado, la facilidad e impunidad con la que se mueven los «mercaderes de la muerte», es decir, los grandes narcotraficantes, como así también quienes se dedican al narcomenudeo. Si bien constatamos con satisfacción que tanto las Fuerzas de Seguridad (GNA, PNA), como la Policía de la Provincia de Misiones decomisan cuantiosos cargamentos de droga, no cabe duda que este fenómeno no podría alcanzar semejante dimensiones sin la complicidad de determinadas personas que detentan poder político, económico, judicial y en fuerzas de seguridad. Narcotráfico y corrupción caminan juntos.
Asimismo, el fenómeno «pandémico» del tráfico y consumo de estupefacientes muestra a las claras el deterioro profundo del tejido social: la crisis ética y espiritual, la pérdida de sentido de la vida, la emergencia educativa, el individualismo consumista y, sobre todo las heridas profundas en la institución familiar. Sin familia, cae la principal barrera contra las drogas.
Como Equipo Diocesano de Pastoral de Adicciones, junto a muchos padres, madres, profesionales y dirigentes de instituciones religiosas, educativas, deportivas y Estatales nos preguntamos: ¿Quién detendrá esta «ola furiosa» que amenaza con arrasarlo todo?, ¿Cómo contener a cientos de muchachos y chicas que nos solicitan auxilio para salir de este infierno?, ¿Cómo llegar a centenares de jóvenes que no concurren a los centros de escucha y atención?, ¿Por qué se han detenido las campañas masivas de prevención de adicciones?, ¿Por qué no se multiplican en las ciudades y pueblos los Centros de Rehabilitación?
Sin duda que la Ley de emergencia en materia de consumo es importante, pero no es suficiente. Creemos necesario sensibilizar a toda la sociedad para que se involucre en la resolución de esta problemática construyendo en cada barrio, pueblo y colonia un «gran frente social» que involucre a todos: organismos del Estado, familias, instituciones educativas, deportivas, religiosas y otros miembros de la comunidad, en el que se priorice la lucha frontal contra las drogas a través de un trabajo sostenido y perseverante en valores, prevención, asistencia, denuncia y rehabilitación a fin de lograr extirpar este cáncer social.
«No dejemos que nos roben la esperanza, ni que se la arrebaten a nuestros jóvenes. Trabajemos por una cultura del encuentro y de la solidaridad como base de una revolución moral que sostenga una vida más digna» (Papa Francisco).