(CNAd/InfoCatólica) El jesuita Bryan Galligan, experto en investigación sobre justicia alimentaria y climática de la «Red Jesuita de Justicia y Ecología - África» (JENA), una división de la Conferencia Jesuita de África y Madagascar (JCAM), afirmó que la extracción de minerales como el grafito, el litio y el cobalto, necesarios para la energía verde, puede tener consecuencias devastadoras en los países africanos:
«Es probable que este aumento previsto de la producción de minerales traiga consigo una devastación social y medioambiental a gran escala si se amplía la explotación minera siguiendo el enfoque habitual. El resultado sería inaceptable»
El jesuita añadió que no se podrá lograr un cambio justo sin modelos más justos de extracción minera:
«La transición global de energía verde no cumplirá con las demandas de equidad a menos que los modelos dominantes de extracción de recursos sean eliminados y reemplazados por alternativas más inclusivas y sostenibles».
El portavoz de la JENA agregó que si bien los recursos naturales de África deberían ser la fuente de prosperidad y riqueza compartidas, «persisten modelos coloniales de extracción de recursos, lo que lleva a violaciones de los derechos humanos, degradación ambiental y mala gobernanza en muchos países ricos en recursos».
La expansión de esos modelos «sería una forma desastrosa de satisfacer la creciente demanda de materias primas en una economía descarbonizada», continuó el jesuita, porque el impacto ambiental de la minería es significativo. Y puso de ejemplo el caso de Kolwezi, en la República Democrática del Congo, donde las actividades mineras contaminaron el suelo y el agua hasta el punto de que los cultivos no pueden crecer. También se sabe que en el Congo se extrae más del 70% del cobalto del mundo y China, pionera en la llamada Energía Verde, busca allí cobalto para las baterías y de litio para los paneles solares que la alimentan, estimulando la rapacidad humana: unos 40.000 niños trabajan en minas artesanales no reguladas en condiciones peligrosas.
Además de las repercusiones directas de las explotaciones mineras mal gestionadas sobre los ecosistemas y los medios de subsistencia, Galligan afirmó que la minería también podría provocar migraciones y urbanizaciones no planificadas, dando lugar a conflictos con la tala de árboles, los hidrocarburos y las zonas protegidas.
El peor escenario posible, a su juicio, sería aquél en que las naciones ricas del mundo, cambiaran a la energía verde mientras empeorase el daño a los ecosistemas de África y su población.
En conclusión, el jesuita experto en ecología y medio ambiente subrayó la necesidad de trabajar por «una transición justa a la energía verde que logre los objetivos del Acuerdo de París y, al mismo tiempo, apoye el desarrollo sostenible, la resiliencia climática y la prosperidad compartida en el Sur Global».