(InfoCatólica) En un mundo y en una época marcados por profundas divisiones, existe una tentación fuerte de refugiarse «en la esfera de lo privado» y dar la espalda a las crisis. Esta tendencia también puede afectar a la política, que se ve impulsada a centrarse en intereses privados limitados en lugar de esforzarse por promover un bien común más amplio, que incluya la protección de aquellos que son excluidos de las decisiones. Sin embargo, hay dos elementos que pueden contribuir a lograr una mayor cohesión e integración, y en los que el Papa insiste en gran medida: la «amistad social» y la «cultura del encuentro».
El cardenal enfatizó que en este momento es evidente para todos que los problemas, la búsqueda de soluciones y las expectativas de muchas personas tienen un alcance global y requieren respuestas a la misma escala. Por lo tanto, agregó, no es suficiente hacer apelaciones genéricas a la paz, al crecimiento económico o al bien del medio ambiente para trabajar juntos por el bien de la comunidad.
El concepto de «bien común» debe ser entendido, señaló Parolin, para evitar políticas o actividades que promuevan soluciones «particulares», ya que estas pueden generar exclusión o desaprovechar oportunidades para todos. En este sentido, la amistad social y la cultura del encuentro ofrecen una perspectiva útil para lograr un bien común concreto. La amistad social, explicó, es inherentemente inclusiva y ayuda a planificar actividades que no se limitan a una comunidad o país en particular. Por otro lado, la cultura del encuentro, lejos de fomentar actos esporádicos de caridad que pueden engañar al creer que eliminan la discriminación, es más bien una forma de vida que respeta verdaderamente la dignidad y la libertad de todos.
Si en la encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II, publicada en 1991, el Magisterio atribuía «gran importancia a valores como la democracia y la libertad», hoy en día -señaló el cardenal- la situación actual encuentra eco en la reflexión de Francisco en Fratelli tutti, donde afirma que palabras como democracia, libertad, justicia o unidad «han sido tergiversadas y manipuladas para servir como instrumentos de dominación, como etiquetas vacías», aplicables a cualquier acción.
El debilitamiento del «complejo de valores» con el que los líderes políticos o económicos deben evaluar hoy en día exige, según el Secretario de Estado, un discernimiento cuidadoso para proteger los intereses generales. En última instancia, concluyó el cardenal Parolin, se trata de una cuestión de «responsabilidad» que guía las decisiones y los recursos hacia la realización plena de todos los seres humanos, su crecimiento y aspiraciones, basados en su dignidad e identidad.