(Vatican.news/InfoCatólica) La presencia del Sucesor de Pedro en Mongolia ofrecerá «un verdadero estímulo a todos los fieles y misioneros» e infundirá un sentimiento de profunda alegría y gracia. Así lo aseguró este fin de semana el Cardenal Giorgio Marengo, Prefecto Apostólico de Ulán Bator, capital de Mongolia, y primer cardenal del país, tras el anuncio del viaje apostólico del papa Francisco del 31 de agosto al 4 de septiembre de 2023.
Matteo Bruni, el Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, realizó la confirmación oficial este mismo sábado, precisando que el programa de la visita y otros detalles serán comunicados en las próximas semanas.
En agosto de 2022, el Papa Francisco creó al cardenal Marengo primer Purpurado de la nación, mostrando así su cercanía a los menos de 1.500 católicos de toda Mongolia.
En la entrevista, el cardenal de origen italiano, que ha servido a la pequeña grey católica de Mongolia desde 2001, habla de la importancia de la próxima visita apostólica del Papa Francisco, que supondrá el primer viaje papal al país.
También habla de la comunidad católica del país, las relaciones entre los cristianos y otras religiones, y sus esperanzas para la visita del Papa.
Cardenal Marengo, ¿cómo acoge la Visita Apostólica del Papa Francisco a Mongolia? ¿Cuál es la importancia del viaje?
¡Es de gran importancia! En primer lugar, acogemos la confirmación oficial con profunda alegría y como un acto de gracia. Ya he recibido varios mensajes entusiastas de muchas personas aquí en Mongolia, pero también de todo el mundo. Muchos dicen: «¡Qué buena noticia!». Y, en efecto, es una buena noticia.
¡Es de gran importancia! En primer lugar, acogemos esta confirmación oficial con profunda alegría y como un acto de gracia. Ya he recibido varios mensajes entusiastas de muchas personas, aquí en Mongolia, pero también de todo el mundo. Muchos dicen «¡qué buena noticia!». Y, en efecto, es una buena noticia.
Este viaje es un signo muy importante para la Iglesia en Mongolia, un signo de atención y cercanía del Santo Padre hacia nuestra pequeña y joven comunidad. Ya éramos conscientes de esta cercanía, porque el Papa siempre ha demostrado una especial consideración por las periferias del mundo, como lugares especiales de testimonio. Pero la presencia del Sucesor de Pedro a nuestro lado es un verdadero estímulo para todos los fieles y misioneros.
Háblenos de la comunidad que acogerá al Papa
La Prefectura Apostólica de Ulán Bator (que abarca todo el territorio del país) cuenta con unos 1.500 fieles católicos locales, además de los pocos extranjeros que están aquí por motivos de trabajo o por misiones diplomáticas.
La comunidad misionera está formada por 75 misioneros, que representan a 10 congregaciones religiosas y 27 nacionalidades. Es una comunidad verdaderamente internacional y muy diversa. Hay un total de 29 sacerdotes (de los cuales dos son locales), 36 religiosas, seis religiosos no sacerdotes y tres misioneros laicos. Hay 9 lugares de culto registrados oficialmente.
La mayor parte de la labor misionera consiste en proyectos de promoción humana, flanqueados también por la investigación cultural y el diálogo interreligioso. El difunto P. Stephen Kim Seong-hyeon, fallecido repentinamente la semana pasada a la edad de solo 55 años, me confiaba a menudo, soñando con una posible visita del Santo Padre, que probablemente sería el único caso de una Iglesia particular en la que todos y cada uno de sus miembros podrían conocer al Santo Padre en persona.
Pensábamos con él que tal vez sería posible incluir a todos los fieles en una sesión fotográfica con el Papa Francisco.
La Iglesia en Mongolia es una Iglesia pobre y pequeña, somos pocos, no tenemos muchos recursos. Pero en las pequeñas comunidades hay un cuidado mutuo particularmente fuerte, y los lazos que se forman entre las personas están marcados por un sentido edificante de la verdad y la autenticidad.
Esto significa que la corrección fraterna, por ejemplo, es muy espontánea, ¡porque la gente quiere lo mejor para los demás! Algo parecido ocurre en la Iglesia primitiva. Lo que no quiere decir que no haya sentido de la historia.
Formalmente, la Iglesia en Mongolia ha nacido en los últimos años, pero en un mundo que cambia rápidamente y en un país con una larga historia a sus espaldas, donde se pueden encontrar huellas de la presencia cristiana en determinados momentos. Las personas que nos visitan desde fuera suelen quedar marcadas por algo del orden de la frescura espiritual. Como misionero que ha servido a esta Iglesia durante unos 20 años, puedo dar testimonio de esta frescura.
Los cristianos en Mongolia son una minoría. ¿Cómo es la relación con otras confesiones?
La coexistencia interconfesional es una herencia que viene de lejos y hunde sus raíces en la política tolerante del Khan de Mongolia [gobernantes en el siglo XII]. El cristianismo ya se conocía y practicaba en torno al año 1000, y nos gusta volver a conectar idealmente con esta antigua tradición.
El año pasado (ndr: 2022), celebramos los primeros 30 años de presencia efectiva de la Iglesia católica en el país en la época contemporánea. El diálogo interreligioso forma parte de la evangelización, no tanto como estrategia, sino como medio de testimonio de la Iglesia.
La relación interreligiosa es como una amistad, una historia basada siempre en la confianza mutua y construida a lo largo del tiempo. Se trata de experimentar juntos, de caminar juntos. La noción de minoría viene de la observación exterior, pero aquí, la gente no piensa en estos términos. Piensan más bien en cómo vivir cada día la fidelidad al Evangelio.
¿Qué frutos espera que produzca la presencia del Santo Padre para Mongolia y Asia?
Es importante que Mongolia sea más conocida en el mundo, precisamente por su riqueza cultural y religiosa, así como por su historia. La visita del Santo Padre contribuirá ciertamente a poner de relieve la belleza de esta tierra y la nobleza de sus gentes, depositarias de tradiciones muy profundas que siempre han caracterizado a esta región de Asia.
Para la pequeña comunidad católica, por supuesto, será un don especial de gracia, pensando en la labor silenciosa y fecunda de tantos misioneros que han dado su vida por el Evangelio y siguen haciéndolo, lejos de los focos, por el único bien de los pueblos a los que han sido enviados.
Mi esperanza es que este viaje marque un paso más en la construcción de relaciones de confianza y amistad, dentro de las cuales el Evangelio sea vivido y testimoniado.