(InfoCatólica) El P. Christoph responde a la pregunta: «¿puede el amor ser pecado? La respuesta sencilla es: Sí. El amor puede ser pecado. David amaba a Betsabé, la mujer de Urías. Muchísimo. Tanto que rompió su matrimonio, engañó a su marido Urías, lo emborrachó y lo envió a la muerte (2 Sam 11). Por amor. El amor es una fuerza increíblemente poderosa. Por amor somos capaces de casi todo. Hay en ello una bendición y una maldición. Por amor se da la vida, por amor se destruye la vida. No hay duda: «El amor puede ser pecado».»
El sacerdote recuerda, en un artículo en Die Tagespot, que el amor de David fue pecado, entre otras razones, porque causó daño al marido de Betsabé. Pero no sólo por eso. Un acto pecaminoso lo es aunque no parezca causar perjuicio a otros.
El P. Christoph advierte que «puede haber devoción y amor en las relaciones entre personas del mismo sexo y en las parejas que se han vuelto a casar. Pero su encuentro corporal-sexual nunca será un reflejo del amor incondicional, fiel y fecundo de Dios. Jamás». Y añade:
«El acto sexual de parejas no casadas no revela devoción incondicional, el amor de Dios sí. El acto sexual en una relación de segundas nupcias no es una expresión de fidelidad duradera, el amor de Dios sí. El acto sexual de parejas del mismo sexo no está diseñado para la fertilidad, el amor de Dios sí. Sólo en el matrimonio heterosexual, vivido en compromiso incondicional, fidelidad y apertura a la fecundidad (hijos), puede entenderse el acto sexual como una verdadera expresión del arquetipo divino».
El sacerdote recuerda que «Dios creó la asignación complementaria de los sexos como signo visible de su amor. Por tanto, la Iglesia no puede bendecir formas de relación que oscurezcan la esencia del amor divino -su incondicionalidad, fidelidad y fecundidad- en uno u otro punto».
Y concluye diciendo que «nadie dudará de que también son posibles elementos positivos en tales relaciones. Según Tomás de Aquino, hay aspectos positivos en toda acción humana. Pero no toda acción es capaz de hacer visible su sentido de creación y, en consecuencia, no toda acción es digna de bendición».