Mons. Jacinto Vera y Durán, primer obispo de Uruguay, es proclamado beato
Beatificación de Mons. Jacinto Vera | © Arquidiócesis de Montevideo

La lluvia no impidió la asistencia de miles de fieles

Mons. Jacinto Vera y Durán, primer obispo de Uruguay, es proclamado beato

En una emotiva ceremonia celebrada en Montevideo, este sábado 6 de mayo fue beatificado Mons. Jacinto Vera y Durán, primer obispo de Uruguay, coincidiendo con la fecha de su fallecimiento.

(InfoCatolica) En una emotiva ceremonia celebrada en Montevideo, este sábado 6 de mayo fue beatificado Mons. Jacinto Vera y Durán, primer obispo de Uruguay, coincidiendo con la fecha de su fallecimiento.

La multitudinaria Eucaristía, que tuvo lugar en la Tribuna Olímpica del estado Centenario de la capital uruguaya, contó con la presencia de diversas autoridades civiles, incluyendo al presidente Luis Lacalle y la vicepresidenta Beatriz Argimón, además del Arzobispo de Montevideo, Cardenal Daniel Sturla, y otros obispos de Uruguay, el Nuncio Apostólico y el Cardenal Mario Aurelio Poli, Arzobispo de Buenos Aires.

La Misa con el rito de beatificación fue presidida por el Cardenal Paulo Cezar Costa, Arzobispo de Brasilia, quien en representación del Papa Francisco, destacó en su homilía la belleza de la vida santa del nuevo Beato y la fuerza salvífica de Cristo y de la Iglesia. «A quien tiene hambre no se le ofrece una ideología sino la presencia de Cristo, a quien tiene sed de Dios se le ofrece la palabra y los sacramentos, a quien tiene sed de paz se le ofrece a quien es príncipe de la paz, Jesucristo», subrayó el purpurado brasileño.

El Cardenal Costa también destacó la figura del nuevo Beato, cuya lucha por la libertad de la Iglesia para que el Evangelio llegara a todos los rincones del país es recordada por muchos. «El Beato Jacinto Vera nos testimonia la belleza de seguir a Jesús, que unifica nuestra vida, que nos permite tener una totalidad del proyecto y del designio de Dios, que indica un camino de unidad en tiempos de fragmentación», añadió.

El nuevo Beato Jacinto Vera será recordado cada 6 de mayo. La beatificación de este destacado obispo uruguayo se produce en un momento en que la secularización sigue siendo un gran desafío para la Iglesia, y se espera que su ejemplo y legado sigan inspirando a los fieles a seguir el camino de la santidad y la entrega por el bien común.

El milagro

El milagro reconocido por el Papa Francisco es la curación rápida, duradera y completa, ocurrida el 8 de octubre de 1936 en Montevideo, de una niña de 14 años. La niña era María del Carmen Artagaveytia Usher, hija del Dr. Mario Artagaveytia, reconocido médico cirujano, y de Renée Usher. Después de una operación de apendicitis, la niña sufrió una infección que se fue agravando hasta llegar a una situación desesperada. María del Carmen, que sufría fuertes dolores, fue atendida sin éxito por los mejores médicos de la ciudad.

El proceso para la beatificación de Jacinto Vera había comenzado el año anterior (1935). Un tío de María del Carmen, Rafael Algorta Camusso, quien había publicado una biografía de Vera en 1931, le dio a la niña una estampa con una reliquia del siervo de Dios y le pidió que se la aplicara a la herida y que tanto ella como su familia rezaran con toda confianza por intercesión de Jacinto Vera. Esa misma noche cesaron los dolores y se acabó la fiebre; y a la mañana siguiente la niña se sintió completamente bien. La curación fue rápida y completa, científicamente inexplicable, comprobada por su padre y por el Dr. García Lagos, un médico que la atendía. María del Carmen Artagaveytia vivió hasta los 89 años, falleciendo en 2010.

Para que una curación sea considerada milagrosa, se realizan estudios y análisis médicos para comprobar que no tiene explicación científica. En 2017 se retomó el estudio de este caso, que había sido presentado al poco tiempo de la curación. Se realizó un exhaustivo informe médico, que luego fue analizado por una junta médica en el Vaticano. Ante el tribunal formado para estudiar el presunto milagro, los hijos de María del Carmen declararon que conocían el hecho desde siempre, por el testimonio de su madre. Aportaron diversos elementos y recuerdos; entre otros, que su madre tuvo toda la vida en su mesita de luz la estampa con la reliquia de Mons. Jacinto Vera que había colocado en su herida.

El nuevo beato

Jacinto Vera nació el 3 de julio de 1813 en un barco, en el Océano Atlántico, frente a las costas de Brasil, cuando su familia se dirigía a Uruguay desde las Islas Canarias. La familia de Jacinto vivió unos años en Brasil y luego se trasladó al Uruguay. De joven, Jacinto trabajó en el campo con los suyos, en Maldonado y en Toledo. Descubrió su vocación sacerdotal a los 19 años, al hacer por primera vez los Ejercicios Espirituales. Incorporado al ejército, fue licenciado por el Gral. Oribe para que pudiera continuar sus estudios con miras al sacerdocio. Debido a la falta de un seminario en Uruguay, se trasladó a Buenos Aires, donde realizó con gran esfuerzo sus estudios eclesiásticos. Allí, en 1841, fue ordenado sacerdote y celebró su primera misa.

Enseguida regresó al Uruguay, donde atendió durante 18 años a la parroquia de Canelones, primero como teniente cura y luego (desde 1852) como cura párroco. En 1859 fue designado Vicario Apostólico del Uruguay y comenzó la tarea de reorganizar y fortalecer la Iglesia en todo el territorio nacional.

En 1861 el gobierno uruguayo, por influencia de la masonería, debido a un conflicto entre el Estado y la Iglesia, dispuso el destierro del Vicario. Jacinto Vera gobernó su vicariato desde Buenos Aires durante casi un año. En 1862 volvió a Montevideo y tuvo una multitudinaria y cálida recepción de parte de casi todo el pueblo.

En 1865 Jacinto Vera fue consagrado obispo en la Iglesia Matriz de Montevideo, recibiendo el título de Obispo de Megara (una diócesis de Grecia), pero permaneciendo en su rol de Vicario Apostólico del Uruguay. En 1870 participó del Concilio Vaticano I. Recién en 1878 se creó la Diócesis de Montevideo, que en ese entonces abarcaba todo el Uruguay. Jacinto Vera fue nombrado primer obispo de esa diócesis.

Murió en Pan de Azúcar, el 6 de mayo de 1881, durante el tercero de sus largos viajes misioneros, en los que recorría todo el país, llevando incansablemente la gracia de los sacramentos al pueblo católico. Durante su vida fue considerado como un santo por la mayoría de los que los conocieron. A su muerte el pueblo y el gobierno le tributaron honores, reconociendo el heroísmo de sus virtudes cristianas.

En su sepelio el joven poeta Juan Zorrilla de San Martín, uno de los principales exponentes del laicado católico uruguayo, resumió el sentir de muchos: «Las lágrimas en este momento inundan mi alma y el alma del pueblo uruguayo, enlutado y consternado… ¡Padre! ¡Maestro! ¡Amigo!… Señores, hermanos, pueblo uruguayo: el santo ha muerto.»

Se realizó una suscripción popular para erigir el monumento fúnebre donde reposan sus restos, en la Catedral de Montevideo. En poco tiempo se reunió el dinero necesario y el monumento se inauguró en el primer aniversario de su muerte. La consigna fue que todos pusieran lo mismo: un céntimo; para que así pobres y ricos pudieran participar del mismo modo.

4 comentarios

Pedro de Torrejón
Enhorabuena a la Iglesia de Uruguay.!!
7/05/23 1:44 PM
Braulio Alfredo Olano
Un santo Uruguayo
7/05/23 4:35 PM
Bernardino Montejano
Que desde el cielo interceda para que Dios perdone la apostasía de tantos uruguayos corrompidos por años de gobiernos masónicos y fortalezca a la minoría católica.
8/05/23 1:25 AM
Jesús
Y la de Pio XII pa' cuando??
8/05/23 4:39 AM

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