(ACN/InfoCatólica) Los arzobispos viajaban juntos el 22 de abril de 2013 cuando su vehículo fue detenido por presuntos militantes islamistas. Al conductor, un diácono sirio ortodoxo, lo mataron ahí mismo, pero a los dos jerarcas se los llevaron y desde entonces no se ha vuelto a saber de ellos.
Varios años tras el secuestro, los respectivos sínodos nombraron a sus sucesores, pero ni estos ni sus comunidades de creyentes están dispuestos a abandonar la esperanza de que sus hermanos secuestrados les sean devueltos con vida. «No tenemos ninguna información, ni positiva ni negativa, así que sólo nos queda nuestra esperanza. La gente vive con la esperanza de que los dos obispos regresen porque los quieren», ha señala el metropolita Ephrem Maalouli de la Iglesia greco-ortodoxa en un mensaje a la fundación internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN).
Su homólogo siro-ortodoxo, Boutros Kassis, ha explicado a la fundación pontificia que a menudo se le presiona para que se manifieste respecto a si cree que los dos clérigos secuestrados están vivos o muertos, pero que él se niega a hacerlo. «No especularemos sobre su suerte, aunque muchos intenten empujarnos a ello, pues, para nosotros, ‘la vida es Cristo y morir es una ganancia’. Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos por el Señor. Vivamos o muramos, pertenecemos al Señor».
Los obispos Paul Yazigi y Youhanna Ibrahim y otras personas secuestradas, torturadas o incluso asesinadas por su fe en los últimos años siguen inspirando a los cristianos de Oriente Próximo. «Nuestros arzobispos y sacerdotes desaparecidos y todos aquellos que han sido secuestrados son, para nosotros, un estandarte para avanzar soportando penurias y dificultades. Tendamos la mano a todos ellos y recemos con el corazón lleno de esperanza», ha exhortado el obispo siro-ortodoxo.
Una presencia constante
A pesar de su prolongada desaparición, Mar Boutros Kassis asegura que los cristianos de Alepo siguen sintiendo la presencia de los dos obispos. «Hoy, nuestros arzobispos desaparecidos nos preguntan cómo somos, cómo vivimos, qué espíritu habita en nosotros y si estamos dispuestos a dar testimonio de la razón de la esperanza que hay en nosotros. Esa esperanza nos hace fuertes ante las dificultades y las pruebas con Jesucristo, nuestro Señor, que nos ha dicho: En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo. Sí, Cristo ha vencido al espíritu del mundo y ha quebrantado el poder de la muerte, rechazando la autoridad del diablo. Depende de nosotros tomar Su mano, para que podamos continuar perseverando y venciendo».
Esa resistencia y esperanza siguen siendo necesarias hoy en Siria. Tras más de una década de un conflicto aún en curso, una crisis financiera paralizante y el desastroso terremoto en febrero que afectó gravemente a Alepo, muchos no tienen más lugar al que acudir en busca de ayuda que la Iglesia.
«Nuestra situación no es buena, sobre todo en lo que respecta a la salud financiera de los cristianos y de las Iglesias de Siria. La gente espera que la situación mejore y que la Iglesia los ayude, y eso es porque ACN nos viene socorriendo desde hace muchos años y sigue haciéndolo. ¡Gracias! ¡Gracias a los benefactores y gracias a todos vosotros!», ha dicho el metropolita greco-ortodoxo.