(ACIPrensa/InfoCatólica) Con el fin de incentivar, aconsejar y motivar a los fieles a vivir de forma más consciente las prácticas de ayuno y abstinencia durante la cuaresma, la Iglesia Católica recuerda los aspectos más importantes de este tiempo litúrgico.
Ayuno y Abstinencia
El ayuno y la abstinencia son dos prácticas que pueden realizarse en cualquier momento del año con una buena intención, sin embargo, la cuaresma es un tiempo especial para realizar estos ejercicios.
El ayuno se refiere a la privación voluntaria de todo alimento durante un lapso de tiempo fijo, y la abstinencia se basa en la no ingesta de un alimento en específico.
Para llevarlas a cabo de forma correcta, la Iglesia propone varias normas:
En primer lugar, según el Código de Derecho Canónico (canon 1251), «todos los viernes debe guardarse la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal».
Además, el «ayuno y la abstinencia se guardarán el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo».
Asimismo, aclaran las excepciones a estas reglas. Por ejemplo, la abstinencia es omitida en caso de que el viernes coincida con alguna solemnidad.
Respecto a los fieles que están llamados a cumplir la práctica de la abstinencia, el Código de Derecho Canónico explica que «la ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años» y, sobre el ayuno, estarán obligados únicamente los fieles de edad entre los 18 y 59 años.
Ya que los menores no están obligados a realizar ninguna de estas dos prácticas, se sugiere a los padres de familia que ayuden a los pequeños a formarse en un «auténtico espíritu de penitencia».
Aclaran también que la Conferencia Episcopal puede definir la forma de observar estas prácticas, «así como sustituirlas en todo o en parte por otras formas de penitencia, sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad».
Después de conocer todo esto, suele permanecer la duda de para qué sirve el ayuno en muchas personas.
Para entenderlo mejor, podemos recordar lo que dijo Benedicto XVI en la Cuaresma del 2009: «el ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la amistad con el Señor».
Jesús, durante su estadía por 40 días en el desierto, nos enseñó que «no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».
Es así que, Benedicto XVI nos explica que la finalidad principal del ayuno es «comer el 'alimento verdadero', que es hacer la voluntad del Padre», siendo así «'terapia' para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios».
El Papa Francisco también explicó un poco respecto al tema durante su homilía del Miércoles de Ceniza de este año, añadiendo que es una «gimnasia espiritual para renunciar con alegría a lo que es superfluo» y que el ayuno, la oración y la limosna no se limitan a «gestos exteriores, sino que expresan quiénes somos verdaderamente».
Pero, ¿estas son las únicas formas de añadir la penitencia a nuestras vidas? La respuesta es no. San Juan Bosco nos enseña en «Memorias biográficas de Don Bosco» que también podemos ayunar del pecado, comprometiéndonos a renunciar a actividades que nos alejan de Dios, tales como consumir contenido no modesto, participar en conversaciones que alejen de la pureza o hablar mal de quienes nos rodean.
Seguir todas estas recomendaciones nos abrirá el camino para vivir de forma muy fructífera el ayuno y la abstinencia en este tiempo de cercanía con Dios.