(Aica/InfoCatólica) Partiendo de las palabras del Evangelio de Mateo: «Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», Francisco desarrolló su catequesis sobre la importancia de no hacer prosélitos, sino «hacer discípulos».
En esta misión, los discípulos son guiados por el Espíritu Santo, explicó el sucesor de Pedro frente a una sala Pablo VI repleta de peregrinos de todo el mundo. «El anuncio del Evangelio, por tanto, sólo se realiza mediante la fuerza del Espíritu, que precede a los misioneros y prepara los corazones: él es el 'motor de la evangelización'».
Así, en los Hechos de los Apóstoles, en cada página, el lector puede ver «que el protagonista del anuncio no es ni Pedro, ni Pablo, ni Esteban, ni Felipe, sino el Espíritu Santo». Un hallazgo flagrante, especialmente en el episodio durante el cual, frente a los paganos, los apóstoles se reúnen y forman el Concilio de Jerusalén, «el primer» concilio de la historia, señala el obispo de Roma.
Los Apóstoles «se adaptan a la obra del Espíritu que los había precedido, descendiendo sobre los gentiles como sobre ellos». Como les enseña el Espíritu Santo, «toda tradición religiosa es útil si promueve un encuentro con Jesús».
Entonces, prosiguió Francisco, la decisión histórica de la asamblea de Jerusalén está motivada por el principio del anuncio: «en la Iglesia, todo debe ajustarse a las exigencias del anuncio del Evangelio; no a las opiniones de conservadores o progresistas, sino al hecho de que Jesús puede entrar en la vida de las personas. Por lo tanto, argumentó el Papa, «toda elección, cada uso, cada estructura y cada tradición deben ser evaluadas en la medida en que favorecen el anuncio de Cristo».
El Espíritu Santo orienta los corazones pero también la Iglesia, «ilumina, ayuda a distinguir, a discernir. Por eso es necesario invocarlo a menudo; hagámoslo aún más hoy, al comienzo de la Cuaresma». Porque si la Iglesia no ora e invoca al Espíritu Santo, se encierra en sí misma, en debates estériles y agotadores, en fatigosas polarizaciones, mientras se apagaba la llama de la misión.»
Al contrario, el Espíritu Santo «nos saca, nos empuja a anunciar la fe, a confirmarnos en la fe, a ir en misión para encontrarnos», indicó.
En este tiempo de Cuaresma que inicia hoy miércoles de ceniza, el Papa recordó que es un tiempo privilegiado de conversión y penitencia para nuestro espíritu. Pidió que se intensifique la oración, la meditación de la Palabra de Dios y el servicio a los hermanos.
Para concluir, Francisco lanzó dos invitaciones: orar al Espíritu Santo, y por toda la Iglesia.
