(La Croix/InfoCatólica) El cardenal advierte que mientras que la juventud africana «cree que el paraíso está en otra parte», hay que «ocuparse de nuestros jóvenes porque son verdaderamente el futuro de nuestra sociedad, el futuro de nuestra Iglesia».
Hace unas semanas, el Papa estuvo en su país, la RDC, ¿qué podemos retener de este viaje y cuál fue su mensaje para toda África?
Lo primero que recordamos es la felicidad que experimentamos con la visita del Santo Padre. Hubo unanimidad en torno a la experiencia. Los cuatro días pasados con el Papa fueron una verdadera experiencia del Monte Tabor para el sufrido pueblo congoleño. Aconsejaría a la Iglesia de Costa de Marfil que tomara iniciativas para que el Papa pueda venir también aquí, de modo que el pueblo de Dios que está aquí pueda vivir la misma experiencia que vivió el pueblo congoleño.
Más allá de esta emoción, de este sentimiento de felicidad, lo más importante es el mensaje que ha traído el Papa. Ustedes saben que el Congo (RDC) es un país martirizado por la codicia de todos los que quieren apoderarse de sus riquezas. El único que no se beneficia es el pueblo congoleño. Y el Papa lo identificó en sus palabras, presentó el país como un diamante. Un diamante que todos quieren tener, pero quieren tener el diamante sin los congoleños. Utilizó esta expresión tan fuerte para dirigirse a todos los depredadores: «quitad vuestras manos del Congo, quitad vuestras manos de África». Y creo que este mensaje se aplica no sólo al Congo, sino a toda África.
En cuanto a África, a menudo se presenta como el futuro de la Iglesia. ¿Cuáles son los datos objetivos que le hacen pensar así?
África es el futuro de la Iglesia, eso es evidente. No hay más que ver los datos objetivos, las estadísticas. Creo que usted conoce la situación de la Iglesia en Europa. La Iglesia en Europa se está muriendo, y cuando vas a las iglesias, están vacías. Las personas que acuden a ellas suelen tener más de 70 años. Cuando estas personas ya no estén, ¿quién asistirá a sus iglesias?
Por otro lado, cuando vas al sur, a África, la Iglesia está creciendo, no sólo en cantidad sino también en calidad. Todo indica que el futuro de la Iglesia está en África, porque también en África, cuando vas a todas partes, hay gente joven. Y esto es lo que impresionó al Papa en Kinshasa, se preguntaba de dónde venía toda esta juventud. Los jóvenes simbolizan el dinamismo. Durante su encuentro con los jóvenes en el Estadio de los Mártires de Kinshasa, el Papa hizo una catequesis utilizando los cinco dedos de la mano. Y los jóvenes quedaron impactados por esta catequesis del Papa, que incluso les provocó. Reaccionaron a las provocaciones del Papa y fue un momento extraordinario.
Creo que esta juventud de África -y lo he visto aquí, en Costa de Marfil- debemos cuidarla. El problema es que no cuidamos a los jóvenes, no les damos esperanza, la esperanza de un mañana mejor. Por eso, a veces, nuestros jóvenes se desesperan y creen que el paraíso está en otra parte. Esto acaba en los dramas que conocemos. Debemos cuidar a nuestros jóvenes porque son verdaderamente el futuro de nuestra sociedad, el futuro de nuestra Iglesia.
Usted acaba de ser nombrado responsable del Sceam (Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar). ¿Cuáles son sus prioridades para este nuevo mandato?
La primera prioridad es finalizar el proceso sinodal. Ahora estamos en la fase continental de la celebración del Sínodo sobre la sinodalidad. A partir del 1 de marzo estaremos todos en Addis Abeba para la celebración de esta fase. Por lo demás, se trata de todo el trabajo de evangelización pastoral en profundidad en África, pero también de todos los problemas relacionados con la pobreza en África, con la injusticia, con la inmigración de nuestros jóvenes que abandonan el continente para ir a buscar lo que creen que es el paraíso y muy a menudo esto acaba en tragedia. Todo esto nos remite a nuestra responsabilidad como Iglesia de África.
Usted se encuentra actualmente en Costa de Marfil, donde ha presidido una ordenación episcopal. ¿Por qué aceptó presidir esta ceremonia y qué puede retener de esta breve estancia en suelo marfileño?
En primer lugar, porque es un servicio a la Iglesia. Cuando un obispo pide a otro que le consagre, en principio, no hay que negarse. Pero había otra razón: se debe a que monseñor Aka fue secretario de la conferencia subregional de África Occidental, Cereao, durante varios años. Como nuevo presidente de la Sceam, es una forma de agradecerle todos los servicios prestados en favor de la Iglesia en África.
Es la segunda vez que vengo a Yamusukro. La primera vez, era todavía superior provincial de los Hermanos Menores Capuchinos y vinimos a Abiyán, a Alépé, para la reunión de los superiores provinciales de África. Yo era el presidente de aquella conferencia, y después vinimos a visitar la basílica. La primera impresión que tuve entonces, y que sigo teniendo hoy, es la solemnidad de la basílica de Yamusukro, la solemnidad del espacio que la rodea. Está claro que el hombre que imaginó esto, el hombre que lo ideó, el Presidente Félix Houphouët-Boigny, era un visionario, un visionario que hace mucha falta en nuestra sociedad actual, que hace mucha falta en los políticos de hoy en día, que sólo trabajan para complacer a su electorado. Carecen de visión de futuro. Creo que esta basílica es un verdadero honor, no sólo para la diócesis de Yamusukro, para Costa de Marfil, sino para toda África. Espero que actos de este tipo, que nos hacen crecer, se multipliquen por toda África.