(SIC/InfoCatólica) El abad de Claraval, ha subrayado en este sentido el Pontífice, amaba repetir a los teólogos y a los monjes de su tiempo que “uno es sólo el nombre que cuenta: el de Jesús el Nazareno”.
“Árido es hoy el alimento del alma si no es aliñado con este aceite, sino es sazonado con esta sal. Lo que escribo no tiene sabor, si no leo a Jesús”. Sobre estas palabras de san Bernardo y sobre la figura de uno de los más grandes doctores de la Iglesia, que vivió en la primera mitad del siglo XI, el Pontífice ha recordado su compromiso espiritual y civil que lo llevó entre otras cosas a defender a los judíos.
El Papa ha señalado la lenta vocación religiosa del santo, que no le impidió, sin embargo, poder intervenir en la vida monástica y ocuparse de las graves cuestiones de la Iglesia y de la Santa Sede, sin perder nunca de vista la centralidad de la oración y la contemplación. San Bernardo recordó a los monjes la necesidad de una vida sobria y mesurada en la mesa, en los indumentos y en los edificios monásticos, recomendándoles el cuidado de los pobres.
Este ha sido el resumen que de su catequesis ha hecho el Santo Padre en español para los peregrinos de nuestra lengua, presentes en la plaza de san Pedro, que han participado en la audiencia:
Queridos hermanos y hermanas:
San Bernardo, conocido como el último de los Padres de la Iglesia por la capacidad que tuvo de recoger la herencia de la sabiduría patrística, nació en mil noventa en Fontaines, Francia. A los veinte años ingresó en la comunidad monástica de Citeaux, y fue enviado después a fundar un monasterio en Claraval, de donde fue abad. Desde allí mantuvo una copiosa correspondencia con personas de todo tipo, componiendo también gran cantidad de sermones, sentencias y tratados. A partir de mil ciento treinta, se ocupó asimismo de cuestiones que afectaban a la Santa Sede y a la Iglesia universal. Con sus escritos combatió la herejía de los cátaros, a la vez que defendió a los judíos. San Bernardo, cuya doctrina destaca por la centralidad concedida a Jesucristo y a la Virgen María, recuerda que sin una fe profunda en Dios, alimentada por la oración, la contemplación y la unión íntima con el Señor, la reflexión sobre los misterios divinos corre el riesgo de quedarse en un ejercicio intelectual vano y poco convincente.
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a las Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha, acompañadas por el Señor Cardenal Antonio Cañizares Llovera, presentes en Roma para dar gracias a Dios por la reciente beatificación de su Fundador, el Cardenal Ciriaco María Sancha y Hervás, Arzobispo de Toledo y Primado de España; a los fieles de la Diócesis de Netzahualcóyotl, con su Obispo, Monseñor Carlos Garfias Merlos, así como a los demás grupos procedentes de España, México y otros países latinoamericanos. Que las enseñanzas de San Bernardo de Claraval nos ayuden a encontrarnos personalmente con Jesús, experimentando su cercanía, cultivando su amistad e imitándolo cada día más. Muchas gracias.
Saludando en polaco, Benedicto XVI ha recordado a los fieles de esta lengua, presentes en la audiencia, que está finalizando el Sínodo para África. Como sabéis, les ha dicho el Papa, la Iglesia en este continente, a pesar de tantas dificultades, crece continuamente. Además de propagar y profundizar la fe en Cristo, ayuda a los pueblos que todavía sufren a causa de la pobreza, por los conflictos y por la falta de acceso a la instrucción y a la sanidad. ¡Qué no les falte nuestra ayuda espiritual y material! ¡Qué Dios les bendiga!
Antes de finalizar, como siempre, el Santo Padre se ha dirigido a los jóvenes a los enfermos y a los recién casados. Queridos amigos, el mes de octubre nos invita a renovar nuestra activa cooperación en la misión de la Iglesia. Con las energías propias de la juventud, con la fuerza de la oración y del sacrificio y con la potencialidad de la vida conyugal, sabed ser misioneros del Evangelio, ofreciendo vuestra ayuda concreta a cuantos se esfuerzan dedicando su total existencia a la evangelización de los pueblos.