(Agencias/InfoCatólica) El obispo de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza, ha sido el encargado de oficiar la misa, junto a Juan José Marina, el párroco de la Iglesia a la que han acudido a dar el último adiós a Diego familiares, amigos y autoridades, como el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, o el alcalde de la ciudad, José Ignacio Landaluce, entre otros.
«Dolidos y consternados», ha afirmado el obispo que quedan sus familiares y amigos, a los que ha vuelto a manifestar sus condolencias y «cercanía paternal a todas las comunidades de Algeciras que han vivido este horror de cerca». «Ha muerto por su fe y recordando su fe», ha añadido.
Asimismo, el obispo ha señalado que «es la Iglesia entera la que sufre junto a la sociedad» y ha recordado que «a los cristianos nos han enseñado a perdonar, orar por nuestros perseguidores». «De no perdonar nos habría ya ganado el mal y hechos como esto nos obligan a fomentar y construir una cultura de la convivencia, del respeto y paz».
«No basta solo con condenar la violencia, que no tiene justificación, como tampoco el terrorismo o la falta de respeto a la persona y sus libertades», ha añadido Zornoza, que ha afirmado que «debemos construir sujetos capaces de participar en la construcción de la civilización del amor y del respeto a la vida».
Al recordar al sacristán «asesinado despiadadamente», Rafael Zornoza ha subrayado que es la misma Eucaristía la que le «alimentaba todos los días» y le «fortalecía para amar a su familia, para servir a todos, para vivir alegre, con esperanza y con fe. Ha muerto por su fe y confesando su fe. El Señor le tendrá en su gloria».
Diego Valencia, de 65 años, casado y con dos hijas, era sacristán de la parroquia desde hacía 16 años, que había regentado una floristería y muy querido en el mundo cofrade algecireño y en la ciudad, como ha quedado patente con las multitudinarias muestras de dolor expresada por los ciudadanos en general con una concentración en la Plaza Alta y depositando velas y flores en el mismo lugar donde fue asesinado y a la salida del féretro de la Iglesia, entre aplausos de los asistentes en la plaza.