(Fides/InfoCatólica) La declaración, difundida por los medios de comunicación del Patriarcado caldeo, contiene consideraciones sobre el presente y el futuro de las comunidades cristianas de Oriente Medio, y concluye con un enérgico llamamiento a encontrar urgentemente vías de unidad y comunión fraterna entre los cristianos de Oriente Medio, si se quiere garantizar realmente la continuidad de la presencia de las comunidades bautizadas en la región del mundo donde Jesús nació, murió y resucitó.
En esa región - reconoce el Patriarca - las comunidades cristianas están fatalmente condicionadas por la sociedad en la que viven. En los países de Oriente Medio, donde la población es mayoritariamente musulmana, la legislación que regula la convivencia social parece estar fijada para siempre sobre la base de enseñanzas y normas religiosas, en una relación conflictiva con los fenómenos de la modernidad. Los cristianos de Oriente Medio están condicionados por muchos factores, entre ellos, a veces, la competencia-diferencia entre distintas tradiciones eclesiales, y el solapamiento total entre identidad étnico-nacional y pertenencia eclesial.
«En los últimos días, con motivo de Navidad y Año Nuevo», admite el cardenal iraquí, «leí las cartas de algunos sacerdotes, escuché sus sermones, vi sus entrevistas televisivas, y encontré sus ideas anticuadas: lo que decían parecía no tener relación con la realidad actual». Así, las palabras de tantos sermones e intervenciones eclesiásticas «no tocan los sentimientos de los destinatarios, ni alimentan su esperanza, ni dan consuelo y refrigerio». Y si la situación continúa a este ritmo, «las generaciones futuras se quedarán sin fe».
El Patriarca caldeo lamenta «que las Iglesias católicas orientales no se hayan beneficiado mucho de los trabajos del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965) ni del Sínodo para Oriente de 2010». Y ante las urgencias del presente, «hay que dar prioridad a la cuestión de la unidad, sobre todo porque nos hemos convertido en minoría en nuestros países. Nuestra fuerza – ha continuado explicando el Primado de la Iglesia caldea - está en nuestra armoniosa unidad, garantía de nuestra supervivencia y de nuestra continuidad en la transmisión de nuestro mensaje».
La unidad de los bautizados – ha aclarado el Patriarca - no significa mortificar o borrar la riqueza de las distintas tradiciones teológicas, litúrgicas y espirituales de las diversas comunidades eclesiales. La auténtica comunión consiste en aceptar las diferencias y respetarlas mediante la humildad mutua y el encuentro fraterno. La propia firma de las declaraciones cristológicas comunes suscritas por la mayoría de los Jefes de las Iglesias orientales no puede ser tachada de meros «gestos de cortesía». El compartir declaradamente la misma fe en Cristo debe inspirar caminos de unidad y ayudar a superar divisiones y desconfianzas.
Cuando Constantinopla estaba sitiada - recuerda por inciso el Patriarca, introduciendo una referencia histórica - «¡los teólogos bizantinos discutían sobre el sexo de los ángeles!». En la actualidad, los cristianos están llamados a ejercer la vigilancia. En tierras marcadas por conflictos, discriminación y violencia que alimentan éxodos y migraciones. En particular, «los líderes de la Iglesia deben superar las diferencias no esenciales, el fanatismo y el miedo para salvaguardar la presencia cristiana en Oriente Medio». Para que no se extinga una historia plagada del testimonio de multitudes de mártires, verdadero tesoro de las Iglesias que «llevan en sus cuerpos el dolor de Cristo», y por eso perseveran también en la esperanza de su propio renacimiento.