«Todos somos perdedores ante la amenaza nuclear«, aseveró el papa Francisco este lunes 9 de enero, en su tradicional saludo al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, que tuvo como eje el tema de la paz, «en un mundo que ve cómo crecen las divisiones y las guerras».
El pontífice pidió «el cese del conflicto sin sentido» en Ucrania y la abolición de la pena de muerte, empezando por Irán; reafirmó la postura en favor de los dos estados en Tierra Santa e instó a proceder al «desarme completo». La dignidad de la mujer, el aborto, la situación en Brasil y otros lugares en tensión por las polarizaciones fueron otros de los temas que abordó el Papa en su discurso.
Acuerdo con China
Francisco recordó al Cuerpo Diplomático que, «en el contexto del diálogo respetuoso y constructivo», la Santa Sede y la República Popular China acordaron prorrogar, «por otro bienio, la validez del acuerdo provisional sobre el nombramiento de los obispos», y remarcó su esperanza para que «esta relación de colaboración pueda desarrollarse en favor de la vida de la Iglesia católica y del bien del Pueblo chino». Asimismo, al principio de su discurso, el obispo de Roma recordó que la tarea de la diplomacia es, precisamente, «la de allanar las divergencias para favorecer un clima de colaboración y confianza recíprocas, para la satisfacción de las necesidades comunes».
60º aniversario de la encíclica Pacem in Terris
El sesenta aniversario de la encíclica Pacem in Terris, de San Juan XXIII, fue el eje de la primera parte del discurso de Francisco. En octubre de 1962, el mundo vivía la amenaza de una guerra nuclear: «La humanidad estaba a un paso de su propia extinción, cosa que hubiera ocurrido si los gobernantes no hubiesen sido capaces de hacer prevalecer el diálogo, conscientes de los efectos destructivos de las armas atómicas», sostuvo.
Ese peligro nuclear sigue siendo hoy una amenaza, «arrojando al mundo en el miedo y la angustia», advirtió.
«Debo reiterar -dijo el Papa- que la posesión de armas atómicas es inmoral porque -como observaba Juan XXIII- ‘si bien parece difícilmente creíble que haya hombres con suficiente osadía para tomar sobre sí la responsabilidad de las muertes y de la asoladora destrucción que acarrearía una guerra, resulta innegable, en cambio, que un hecho cualquiera imprevisible puede de improviso e inesperadamente provocar el incendio bélico’. Bajo la amenaza de las armas nucleares, perdemos todos».
Tercera Guerra Mundial en curso
Como ya lo ha reiterado en varias ocasiones durante estos meses de guerra en Ucrania, Francisco alertó que «hoy está en curso la Tercera Guerra Mundial de un mundo globalizado, en el que los conflictos parecen afectar directamente solo a algunas áreas del planeta, pero que implican sustancialmente a todos los países».
«No olvidemos, además, que la guerra golpea particularmente a las personas más frágiles -los niños, los ancianos, las personas discapacitadas- y lastima indeleblemente a las familias. Renuevo hoy mi llamado para que cese inmediatamente esee conflicto insensato, cuyos efectos afectan a regiones enteras, incluso fuera de Europa, a causa de las repercusiones que esto tiene en el campo energético y en el ámbito de la producción de alimentos, sobre todo en África y en Medio Oriente», dijo el Papa.
Tras recordar lo que está sucediendo en Ucrania, el Papa volvió su mirada también a otros países que están viviendo años de mucho dolor:
«Debemos mirar a Siria como a una tierra atormentada, afligida por una pobreza cada vez mayor, evitando que las sanciones internacionales impuestas tengan repercusiones sobre la vida cotidiana de una población que ya ha sufrido mucho».
El viaje a la República Democrática del Congo y Sudán del Sur
La Santa Sede sigue también con preocupación el aumento de la violencia entre palestinos e israelíes, «con las consecuencias dramáticas de un gran número de víctimas y de una desconfianza total y recíproca», y lamentó que Jerusalén se haya convertido «en escenario de enfrentamientos».
Además, Francisco recordó que a fines de este mes viajará «como peregrino de paz» a la República Democrática del Congo, «con el deseo de que cese la violencia en el este del país y de que prevalezcan el camino del diálogo y la voluntad de trabajar por la seguridad y el bien común». La peregrinación proseguirá a Sudán del Sur, «donde seré acompañado por el arzobispo de Canterbury y el moderador general de la Iglesia Presbiteriana de Escocia. Juntos deseamos unirnos al clamor de paz de la población y contribuir al proceso de reconciliación nacional».
La preocupación del Papa por la situación en Myanmar
Entre los países que el Papa mencionó en su discurso, también se encuentra Yemen, «donde tantos civiles siguen muriendo a causa de las minas», y Etiopía, «donde deseo que se continúe el proceso de pacificación y se refuerce el compromiso de la Comunidad Internacional para afrontar la crisis humanitaria que afecta al país».
«Sigo también con particular atención la situación de Myanmar, que ya desde hace dos años experimenta violencia, dolor y muerte», afirmó el Papa, que no se olvidó tampoco de la península coreana, «para la que deseo que no falten la buena voluntad y el compromiso por la concordia, a fin de construir la tan deseada paz y la prosperidad para todo el pueblo coreano».
Al final de la primera parte de su discurso, el Papa pidió proceder por el camino de un desarme integral, «porque ninguna paz es posible allí donde proliferan instrumentos de muerte».
Verdad, justicia, solidaridad y libertad
Prosiguiendo su discurso, el Papa se preguntó frente a los miembros del Cuerpo Diplomático cómo restaurar los hilos de la paz y por dónde comenzar. Volviendo a recordar la encíclica de san Juan XXIII, Pacem in Terris, Francisco señaló que «la paz es posible a la luz de cuatro bienes fundamentales: la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad. Estos son los pilares que regulan las relaciones, tanto entre los individuos como entre las comunidades políticas».
Francisco lamentó que todavía hoy, en muchos países, «las mujeres sean consideradas como ciudadanas de segunda clase. Son objeto de violencia y de abusos, y se les niega la posibilidad de estudiar, de trabajar, de expresar sus propias capacidades, de acceder a los cuidados médicos e incluso a la comida. Sin embargo, allí donde los derechos humanos son plenamente reconocidos para todos, las mujeres pueden ofrecer una contribución propia e insustituible a la vida social y ser las primeras aliadas de la paz».
«La paz -dijo el pontífice- exige que ante todo se defienda la vida, un bien que hoy es puesto en peligro no solo por los conflictos, el hambre y las enfermedades, sino demasiadas veces incluso desde el seno materno, afirmándose un presunto «derecho al aborto». Nadie puede arrogarse el derecho sobre la vida de otro ser humano, especialmente si este está desprotegido y, por tanto, privado de cualquier posibilidad de defensa». Una vez más, Francisco ha pedido que se erradique «la cultura del descarte, que lamentablemente incluye también a los enfermos, las personas discapacitadas y los ancianos».
La pena de muerte es inadmisible
«El derecho a la vida también está amenazado allí donde se sigue practicando la pena de muerte, como está ocurriendo estos días en Irán, después de las recientes manifestaciones que piden un mayor respeto por la dignidad de las mujeres. La pena de muerte no puede ser utilizada para una presunta justicia de Estado, puesto que esta no constituye un disuasivo, ni ofrece justicia a las víctimas, sino que alimenta solamente la sed de venganza. Hago, por tanto, un llamado para que la pena de muerte, que es siempre inadmisible, pues atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona, sea abolida de las legislaciones de todos los países del mundo. No podemos olvidar que, hasta el último momento, una persona puede convertirse y puede cambiar», indicó el Papa.
Crisis de natalidad
Francisco, en su largo discurso, también indicó el «peligroso descenso de la natalidad, un verdadero invierno demográfico, que pone en peligro el futuro mismo de la sociedad».
El Santo Padre dedicó además otra parte de su discurso al tema de «la paz en la justicia»:
«Construir la paz exige que se busque la justicia. La crisis de 1962 terminó gracias a la contribución de hombres de buena voluntad, que supieron encontrar soluciones adecuadas para evitar que la tensión política degenerase en una auténtica guerra».
«El actual conflicto en Ucrania hizo más evidente la crisis que desde hace tiempo afecta al sistema multilateral, que necesita un replanteamiento profundo para poder responder adecuadamente a los desafíos de nuestro tiempo», dijo Francisco, que mostró su preocupación por las crecientes polarizaciones que se vienen generando en los diversos foros internacionales:
«Existe el riesgo, observó, de una deriva, que asume cada vez más el rostro de un totalitarismo ideológico, que promueve la intolerancia respecto al que no adhiere a supuestas posiciones de ‘progreso’, que en realidad parecen conducir más bien a un retroceso general de la humanidad, al violar la libertad de pensamiento y de conciencia».
Los caminos de la paz son caminos de solidaridad
«La paz en la solidaridad» fue otro punto del discurso del Papa, que señaló que «los caminos de la paz son caminos de solidaridad, porque nadie puede salvarse solo. Vivimos en un mundo tan interconectado que el actuar de cada uno termina por repercutir en todos». En esta parte del discurso, el Papa subrayó tres ámbitos, en los que emerge con particular fuerza la interconexión que une hoy a la humanidad y por los que es especialmente urgente una mayor solidaridad.
El primero es el de las migraciones:
«Es una cuestión en la que no es admisible 'proceder de forma desorganizada. Para comprenderlo, es suficiente mirar el Mediterráneo, convertido en una gran tumba. Esas vidas truncadas son el emblema del naufragio de nuestra civilización, como tuve ocasión de recordar durante mi viaje a Malta la primavera pasada».
El segundo ámbito abarca la economía y el trabajo:
«Las crisis que se sucedieron en los últimos años pusieron en evidencia los límites de un sistema económico que tiende más a crear beneficios para unos pocos que oportunidades de bienestar para muchos; una economía que tiende mayormente al dinero que a la producción de bienes útiles. Esto generó empresas más frágiles y mercados de trabajo altamente injustos. Es necesario dar dignidad a la empresa y al trabajo, combatiendo toda forma de explotación».
El tercer ámbito es el cuidado de nuestra casa común:
«De forma continua se presentan ante nosotros los efectos del cambio climático y las graves consecuencias que esto tiene en la vida de poblaciones enteras, sea por las devastaciones que a veces producen, como sucedió en Pakistán en las áreas afectadas por las inundaciones, donde los focos de enfermedades transmitidas por el agua estancada siguen aumentando; sea en amplias zonas del océano Pacífico, donde el calentamiento global provoca daños innumerables en la pesca, fundamento de la vida cotidiana de pueblos enteros; sea en Somalia y en todo el Cuerno de África, donde la sequía está causando una grave carestía; sea en los Estados Unidos, donde en los últimos días las repentinas e intensas heladas han provocado numerosos muertos».
Paz en libertad
Por último, el Papa puso sobre el tapete el tema de «la paz en la libertad». «Es preocupante -señaló- el debilitamiento, en muchas partes del mundo, de la democracia y de la posibilidad de libertad que esta consiente y promueve, aun con todos los límites de un sistema humano. Esto muchas veces lo pagan las mujeres y las minorías étnicas, así como los equilibrios de sociedades enteras, donde el malestar conduce a tensiones sociales e incluso a conflictos armados».
Francisco se refirió, en esta última parte de su discurso, a las «numerosas crisis políticas en diversos países del continente americano, con su carga de tensiones y formas de violencia que agudizan los conflictos sociales. Pienso especialmente en lo que sucedió recientemente en Perú y en la preocupante situación en Haití, donde finalmente se están dando algunos pasos para afrontar la crisis política que existe desde hace tiempo. Siempre es necesario superar las lógicas sesgadas y esforzarse por la edificación del bien común».
Al final de su discurso, el papa Francisco expresó un deseo:
«Sería hermoso que alguna vez pudiéramos encontrarnos solamente para agradecer al Señor omnipotente por los beneficios que siempre nos concede, sin vernos obligados a enumerar las situaciones dramáticas que afligen a la humanidad».
Texto completo del discurso del papa Francisco