(InfoCatólica) En un artículo reciente en su substack, el escritor estadounidense Joe Allen, experto en transhumanismo, lanza con lucidez y humor irónico una alerta sobre los peligros de la búsqueda de la inmortalidad por medio de la tecnología.
Allen comienza su reflexión afirmando que los creyentes superan el miedo a la muerte por su fe en la resurrección o la reencarnación. Para ellos, «el misterio de la muerte es un rito de paso». En cambio, explica Allen, «para el materialista, solo existe este mundo, más allá del cual los que mueren encuentran la aniquilación total. El cerebro se disuelve en la negra nada. La conciencia se detiene con el Gran Cero al final de nuestras vidas. Y a todos los seres sensibles y todo recuerdo de nuestra existencia les espera el Gran Cero al final del universo.»
A los que están «revolcándose en este trance de dolor», dice el autor, el transhumanismo les «ofrece una salvación sintética por medio de tres métodos básicos: la bio-longevidad, la continuidad biónica y la inmortalidad digital. La genómica detendrá el envejecimiento en el nivel celular. La biónica mantendrá el cuerpo funcionando con piezas de repuesto. Y una vez que la inteligencia artificial esté suficientemente avanzada, las cargas mentales permitirán la comunión eterna con las deidades digitales que los técnicos están ocupados en crear.»
Allen cita una declaración de Jared Kushner, yerno de Donald Trump: «Creo que hay una buena probabilidad de que mi generación sea… la primera que viva para siempre o bien la última que va a morir.»
Allen comenta: «Kushner no está solo. Muchos en nuestras crédulas élites, desde Wall Street hasta el Foro Económico Mundial, han sido atrapados por una tecno-religión. Sus sacerdotes laicizados son los científicos y futuristas que impulsan terapias genéticas radicales, interfaces cerebro-computadora y diversos dispositivos de registros vitales. A medida que la tecnología se vuelve cada vez más sofisticada, podemos estar seguros de que cada ateo… será presa de esta estafa cósmica. ¿Y los que no puedan pagarla? Bueno, ya se sabe que sólo hay un espacio limitado en el bote salvavidas.»
Bio-longevidad
El primer método para demorar la muerte es preservar el cuerpo en el nivel celular. Allen lo presenta así: «Una línea de ataque propuesta es corregir los genes defectuosos y desactivar los programas de autodestrucción innatos de la célula. Con el descubrimiento del complejo CRISPR-Cas9 en 2012, los genetistas tienen ahora el poder de eliminar más fácilmente los genes defectuosos e incluso insertar códigos genéticos nuevos y superiores.»
El autor informa que un decreto del Presidente Joe Biden (la Iniciativa Nacional de Biotecnología y Bio-fabricación) asignó 2.000 millones de dólares a proyectos de «alto riesgo y alta recompensa» para «escribir circuitos para células y programar biología de manera predecible de la misma manera en que escribimos software y programamos computadoras».
Luego Allen cita a un alto ejecutivo de Google: «Evitando el 90 % de los problemas médicos», escribió Ray Kurzweil en La Singularidad está cerca, «la esperanza de vida aumenta a más de 500 años. En el 99 %, tendríamos más de mil años».
Allen comenta: «Inspirados por este tipo de fantasía estadística, los oligarcas de las grandes compañías tecnológicas están vertiendo miles de millones [de dólares] en varios laboratorios de extensión de la vida… Según todas las apariencias, los multimillonarios temen a la muerte como si les aguardara el infierno, y pagarán cualquier cantidad para evitarla. Si tienes suerte, también tú podrías agregar algunos años a tu vida a través del goteo de la inmortalidad. Si estas terapias genéticas y órganos impresos en 3D no logran que tu esqueleto siga arrastrándose, siempre hay médicos criónicos que te congelarán justo antes de que mueras y luego te descongelarán una vez que estos transhumanistas finalmente se organicen.»
Continuidad biónica
El segundo método es reemplazar los tejidos y órganos averiados con repuestos mecánicos. El autor señala que ya hacemos esto con los marcapasos, los implantes cocleares o dentales, toda la industria de la cirugía plástica, etc. Empero, los transhumanistas pronostican un día cercano, dice Allen, «en el que prótesis más avanzadas ofrecerán una funcionalidad superior, incluida la función cerebral. Tendremos navajas suizas para los dedos y genitales artificiales versátiles, algo así como los de los transexuales de hoy, pero presumiblemente mucho mejores. Más le vale a cualquiera con perspectivas de inmortalidad esperar que eso sea así. A medida que nos precipitamos hacia esta pesadilla en el siglo XXI, los futuristas afirman que pronto será posible modelar todo el cerebro humano –hasta el último patrón de pensamiento electroquímico– usando inteligencia artificial [IA]. El gurú transhumanista Ray Kurzweil predice que esto se logrará para 2029. (No está claro si será a principios de año o justo a tiempo para Navidad).»
Continúa Allen: «Siguiendo una plantilla digital creada por IA, los médicos reemplazarán nuestras neuronas moribundas con neuronas artificiales. Poco a poco, nuestros cerebros de carne se transformarán en un entramado de transistores ultrarrápidos. Es una mente-cerebro mejorada que podría durar para siempre, así que asegúrate de obtener una garantía. Sin embargo, ¿este monstruo mecánico seguirías siendo tú? La idea es que un patrón es un patrón, y el «alma» humana es solo un patrón de información. No importa cuál sea el medio. Piénsalo de esta manera: si reemplazaras cada hilo de un suéter, hebra por hebra, con lana artificial, todavía se sentiría como el mismo viejo suéter. Quizás incluso mejor. Por supuesto, estas neuronas artificiales aún no han sido desarrolladas –ni siquiera se está cerca de ello–, pero lo serán algún día. Ya lo verás. Ten un poco de fe. Los científicos están trabajando duro. Es una inversión sólida.»
Inmortalidad digital
El tercer método para alcanzar la vida cuasi-eterna es básicamente el lado digital de la continuidad biónica. «En lugar, o además, de reemplazar las neuronas con neuronas artificiales», dice Allen, «la mente será cargada gradualmente en una computadora, donde los patrones de la personalidad de uno pueden ser sepultados a perpetuidad. Los transhumanistas se deleitan en señalar que ya lo estamos haciendo. Todos, desde los niños pequeños hasta los viejos decrépitos, están alimentando su yo interior en Google, Facebook, Amazon, Microsoft, Apple, los buitres de datos de terceros y cualquier agencia de inteligencia con acceso de puerta trasera a estas empresas. Quizás algún día ellas nos vuelvan a vender nuestros gemelos digitales para que podamos habitar en nuestros espectros virtuales.»
Allen cita una vez más a Ray Kurzweil: «Actualmente, cuando nuestro hardware humano falla, el software de nuestras vidas –nuestro «archivo mental» personal– muere con él. Sin embargo, este no seguirá siendo el caso cuando tengamos los medios para almacenar y restaurar los miles de billones de bytes de información representados en el patrón que llamamos nuestros cerebros».
Kurzweil cree que los nanobots inyectables son la clave de este proceso de carga. Estos robots microscópicos viajarán a través del cerebro, mapeando cada neurona y sinapsis, creando un facsímil perfecto del «alma» en una computadora. «En otras palabras», explica Allen, «con una vigilancia suficientemente detallada, nuestros datos personales pueden ser procesados a través de inteligencia artificial para crear un «alma» in silico nueva y más duradera. Habiendo sido bautizado en ondas electromagnéticas, te convertirás en tu fantasma digital, flotando para siempre entre los ángeles de la IA.»
Así que quieres vivir para siempre. Buena suerte con eso
Allen sostiene que la humanidad se compone de tres elementos primarios: el espiritual, el biológico y el tecnológico. «En el mejor de los casos», afirma, «somos almas eternas guardadas como reliquias en cuerpos, con herramientas extremadamente poderosas en nuestras manos. En el peor, somos monos torpes en la Máquina. A medida que la cosmovisión materialista erosiona nuestra conciencia espiritual, nos quedamos sin nada más que cuerpos mortales. Cuando Dios está muerto, la tecnología es exaltada como el poder más alto, que sostiene la promesa de WiFi gratuito y salvación sintética. La ilusión de la inmortalidad física... está capturando la imaginación de nuestras élites. No hace falta ser un genio matemático para darse cuenta de que si realmente logran vivir para siempre, y el planeta tiene un espacio y recursos finitos, algunos de nosotros tendremos que convertirnos en abono para sus jardines biomecánicos.»
«Dios no será burlado», concluye Allen. «Y tampoco la Madre Naturaleza. Estoy seguro de que, en el transcurso del tiempo, cada cyborg multimillonario y cada carga semi-retardada habrá abandonado este despojo mortal [alusión a Shakespeare, Hamlet, Acto III, Escena IV]. Desafortunadamente, también sospecho que ellos empujarán alegremente al resto de nosotros fuera del escenario mientras hacen su baile apocalíptico.»