(NBQ/InfoCatólica) Impactante historia relata Guido Villa sobre el combinado croata que participa en el Mundial de Fútbol de Qatar y que interpela a los que buscan excusas para cumplir el precepto dominical.
En un artículo en La Bussola Quotidiana, Guido cuenta el ambiente eufórico que se está viviendo en toda Croacia. Una ola de entusiasmo se ha apoderado de todas las edades, profesiones e incluso entre aquellos a los que no les gusta el fútbol que ha llevado a las autoridades a facilitar el seguimiento del mundial.
Según Villa, a pesar de que hay un fuerte declive en la práctica religiosa la fe en Dios todavía representa un aspecto muy importante del pueblo croata, e incluso los jugadores de la selección nacional de fútbol y su entrenador no son una excepción.
Alló no es de extrañar la noticia de que el técnico Zlatko Dalić solicitó y consiguió que en el hotel de Doha se celebrara una Santa Misa para el equipo y el cuerpo técnico, a la que asistieron todos los jugadores de la plantilla y el propio Dalić. Celebró, el rector del santuario mariano nacional croata de Marija Bistrica, rev. Domagoj Matosevic . Dalić, originario de Livno, Bosnia, católico practicante que siempre lleva un rosario en el bolsillo, incluso durante los partidos, en los últimos años ha sido un gran testigo de la fe, no retrocediendo ni siquiera en los momentos difíciles cuando, en cada revés de la selección nacional, los círculos ateos y de izquierda le preguntaban sarcásticamente dónde estaba «su Virgen».
Dalić respondía a sus críticos sobre cuál es el secreto de su equipo, de dónde saca toda esa fuerza: «Esta es realmente una victoria para el pueblo croata, esto es exactamente lo que necesitamos, un hermoso partido desde el primero hasta el último minuto, esto es Croacia. Cuando hay necesidad, cuando llegan los momentos decisivos, ¡el orgullo, la fe y el amor nos guían! ¡Este equipo es el orgullo de nuestro país!».
Para Villa, en Zlatko Dalic, católico practicante, se encuentran la expresión de la fe fuerte de un pueblo, los croatas de Bosnia, probado por siglos de persecución, y que los trágicos acontecimientos de la guerra de los años noventa del siglo pasado no sólo no arañaron si no que fortalecieron. Desde muy joven fue monaguillo en la iglesia franciscana cercana a su casa en Livno, en tiempos, los del comunismo de Tito, en los que mostrar públicamente la fe católica era a menudo motivo de persecución, tanto en la escuela como en el trabajo. Con un credo probado en el crisol de un entorno hostil y luego de la guerra, la profundidad y la fe con la que Dalic mira las cosas de la vida y la humildad que practica y que a menudo recomienda a sus jugadores no sorprenden.
Cada uno de nosotros, dijo Dalic en una entrevista con Glas Koncila, el semanario no oficial de la Arquidiócesis de Zagreb, lleva su cruz de una forma u otra. Vienen momentos difíciles, y el hombre no debe rendirse, dejarse hundir, caer. Sin embargo, «sólo con la fe el hombre puede volver al camino correcto de una manera más firme. Hay que llevar la cruz dignamente, llevarla con entereza y fuerza. En situaciones que parecen sin salida, se encuentra una solución, hay que creer».
El técnico croata confiesa que en el pasado se perdía en cosas sin importancia. Ahora, dice, «entiendo que el hombre debe entregarse a la familia y no sólo correr tras el trabajo y el dinero». Afirma que «Dios está presente a diario en mi familia y en mi vida,… y por todo lo que ha hecho en mi vida puedo agradecer a la fe y al buen Dios». Cuando es enfocado por las cámaras, Dalic en ocasiones asume una pose un tanto extraña, es decir, tiene la mano derecha en el bolsillo y con la izquierda da indicaciones a sus jugadores. El mismo entrenador croata explica este hecho: «El rosario siempre está conmigo, y cuando me siento un poco agitado, meto la mano en el bolsillo, aprieto el rosario y todo se vuelve más sencillo».
Del discurso general que hace Dalic sobre su fe, se comprende cómo ese rosario que dijo tener siempre consigo, bendecido en Medjugorje (lugar donde va a rezar y adonde fue antes de partir para Rusia), no es para él. es una especie de amuleto usado con superstición, tampoco es, en este caso, una oración para ganar el juego. Tenerlo en su mano es, en cambio, el signo concreto con el que, por intercesión de María, se encomienda con fe al Señor en cada momento de su vida, incluso profesionalmente, para ser guiado y encontrar la paz interior en los momentos de mayor confusión.