(Agencias/InfoCatólica) «Una de las cosas por las que pasaré a la historia es por haber exhumado al dictador de un gran monumento como el que construyó en el Valle de los Caídos», ha comentado durante el homenaje que el PSOE ha celebrado este lunes junto al Ateneo de Madrid para recordar a la escritora Almudena Grandes, fallecida hace un año.
Precisamente Almudena Grandes fue, y pretenden que siga siendo, paradigma de lo que es la izquierda española hoy, casi un siglo después de la Guerra Civil.
En una de sus columnas, publicada en 2008 en El País, escribió, haciendo referencia a la madre Maravillas de Jesús, carmelita descalza madrileña, canonizada en el año 2003:
«Déjate mandar. Déjate sujetar y despreciar. Y serás perfecta". Parece un contrato sadomasoquista, pero es un consejo de la madre Maravillas. ¿Imaginan el goce que sentiría al caer en manos de una patrulla de milicianos jóvenes, armados y -¡mmm!- sudorosos? En 1974, al morir en su cama, recordaría con placer inefable aquel intenso desprecio, fuente de la suprema perfección. Que la desbeatifiquen, por favor».
Las palabras de Pedro Sánchez provocaron el aplauso del público, entre los que figuraban el poeta Luis García Montero, viudo de Almudena Grandes; el director de cine Pedro Almodóvar; la actriz y cantante Ana Belén; la presidenta del Congreso, Meritxell Batet; así como varios ministros socialistas y miembros de la Ejecutiva Federal del PSOE.
Sánchez ha comentado que lo que le motivó a tomar esa decisión «tan importante para la democracia», que se hizo efectiva en 2019, fue no sólo el hecho en sí de retirar los restos de Franco del Valle o saldar «la deuda pendiente» con los familiares que «buscan restos de sus seres queridos».
«Sino también reivindicar un pasado luminoso que quedó oscurecido, ensombrecido, del republicanismo, que por desgracia fue sesgado entonces por golpe de Estado y la dictadura franquista», ha añadido.
La verdad histórica respecto a la II República
Lo cierto es que durante los primeros meses tras la instauración de la II República en España, gobernando el frente popular, y según datos oficiales recogidos por el Ministerio de la Gobernación completados con otros procedentes de las curias diocesanas, varios centenares de iglesias fueron incendiadas, saqueadas, atentadas o afectadas por diversos asaltos; algunas quedaron incautadas por las autoridades civiles y registradas ilegalmente por los ayuntamientos.
Varias decenas de sacerdotes fueron amenazados y obligados a salir de sus respectivas parroquias; otros fueron expulsados de forma violenta; varias casas rectorales fueron incendiadas y saqueadas y otras pasaron a manos de las autoridades locales; la misma suerte corrieron algunos centros católicos y numerosas comunidades religiosas; en algunos pueblos de diversas provincias no dejaron celebrar el culto, prohibiendo el toque de campanas, la procesión con el Viático y otras manifestaciones religiosas; también fueron profanados algunos cementerios y sepulturas como la del obispo de Teruel, Antonio Ibáñez Galiano, enterrado en la iglesia de las Franciscanas Concepcionistas de Yecla (Murcia) y los cadáveres de las religiosas del mismo convento. Frecuentes fueron los robos del Santísimo Sacramento y la destrucción de las Formas Sagradas. Parodias de carnavales sacrílegos se hicieron en Badajoz y Málaga.
Los atentados personales afectaron a varios sacerdotes, pues además de los muertos, que fueron 17, otros sufrieron encarcelamientos, golpes o heridas. Pero a pesar de todas estas amenazas, la mayoría de los sacerdotes permanecieron fieles en sus ministerios con el consiguiente riesgo, mientras que los religiosos fueron expulsados de todos los centros oficiales. En muchas poblaciones los desmanes se cometieron con el consentimiento de las autoridades locales y en otras éstas impidieron la defensa de los católicos. En todas partes quedaron impunes los malhechores. Se creó, pues, un clima de terror en el que la Iglesia era el objetivo fundamental… Todas las acciones revolucionarias fueron hábilmente desarrolladas por grupos extremistas de izquierda: los anarquistas con su sindicato, la F.A.I; los socialistas más radicales de Largo Caballero conocido como el Lenin español y los comunistas con ideología y métodos estalinistas.
Todo ello fue el preludio a la más salvaje persecución y matanza sufrida en la historia por la Iglesia Católica, a manos precisamente de republicanos socialistas, comunistas y anarquistas, durante la Guerra Civil española. En las zonas dominadas por ellos, fueron asesinados 13 obispos, 4.184 sacerdotes seculares, 2.365 frailes y 296 monjas, lo que equivalía a uno de cada siete sacerdotes y a uno de cada cinco frailes. El número de seglares igualmente martirizados no se ha podido calcular en detalle pero sin duda fue muy elevado.
Es esa realidad histórica de la que se siente orgulloso el actual presidente del gobierno español. Y con él su partido y comunistas, nacionalistas secesionistas catalanes y vascos y demás enemigos de España y de la Iglesia.