(EP/INfoCatólica) Diouf también indicó que la clave es invertir en agricultura en los países en desarrollo, "ya que un sector agrícola saludable es esencial no sólo para vencer al hambre y la pobreza, sino también para asegurar un crecimiento económico generalizado y la paz y estabilidad en el mundo".
"Los líderes mundiales reaccionaron con contundencia a la crisis económica y financiera y lograron movilizar miles de millones de dólares en un plazo de tiempo muy corto", denunció. "La misma acción enérgica es necesaria para combatir el hambre y la pobreza", aseveró Diouf.
El informe publicado por la FAO y por el PAM, 'El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo' señala que la práctica totalidad de las personas malnutridas vive en los países en desarrollo. Así, en la región de Asia Pacífico sufren hambre 642 millones de personas, en África subsahariana 265 millones, en Latinoamérica y el Caribe 53 millones, en Oriente Próximo y el norte de África 42 millones y en los países desarrollados 15 millones.
El documento, publicado en vísperas del Día Mundial de la Alimentación que se celebra el próximo 16 de octubre, detalla que el número de personas malnutridas ha aumentado de forma lenta pero constante a lo largo de la última década.
Entre 1995 y 1997 y 2004 y 2006, coincidiendo con un descenso sustancial de la ayuda oficial al desarrollo a la agricultura, el número de hambrientos se disparó en todas las regiones excepto en Latinoamérica y el Caribe, donde aumentó posteriormente esta cifra por la crisis económica y alimentaria.
Debilidad de la seguridad alimentaria
El aumento de víctimas del hambre durante ambos períodos de precios bajos y prosperidad económica y las bruscas subidas en períodos de precios altos y dificultades económicas demuestra la debilidad del sistema de gobernanza de la seguridad alimentaria mundial, según la FAO.
El informe indica que hay al menos tres factores que han coincidido para que la crisis actual sea tan devastadora para las familias pobres en los países en desarrollo. En primer lugar, la crisis afecta a gran parte del mundo de forma simultánea, por lo que se reduce la posibilidad de emplear mecanismos tradicionales de defensa como un mayor uso de la ayuda oficial al desarrollo o la petición de créditos.
En segundo lugar, la crisis económica llega tras una crisis alimentaria que ya ha debilitado las estrategias de supervivencia de los pobres. "Enfrentados al alza de los precios de los alimentos, la disminución de ingresos y tras haber reducido el consumo de alimentos y recortado gastos en aspectos esenciales como la atención sanitaria y la educación, estas familias corren el riesgo de caer aún más hondo en la trampa del hambre y la pobreza", asegura el documento.
El tercer factor que diferencia esta crisis de las anteriores es que los países en desarrollo se encuentran más integrados ahora --tanto a nivel financiero como comercial-- en la economía mundial que hace 20 años, lo que les convierte en más vulnerables a las fluctuaciones de los mercados internacionales.
Enfoque de doble vía
"Aplaudimos el nuevo compromiso para abordar la seguridad alimentaria, pero hay que actuar deprisa, es inaceptable que en el siglo XXI casi una sexta parte de la población mundial sufra hambre", denunció la directora ejecutiva del PAM, Josette Sheeran.
"En un momento en el que hay más personas hambrientas en el mundo que nunca, hay menos ayuda alimentaria de la que se visto jamás. Sabemos lo que se necesita para cubrir las necesidades urgentes, sólo nos faltan los recursos y el compromiso internacional para hacer el trabajo", lamentó.
La FAO y el PMA continúan defendiendo un enfoque de doble vía para hacer frente la gravedad del hambre aguda a corto plazo --provocada por la escasez de alimentos-- y el hambre crónica a largo plazo, que es sintomática de la extrema pobreza, como forma de alcanzar soluciones duraderas.
"Los pequeños campesinos necesitan acceso a semillas de alta calidad, fertilizantes, abonos y tecnologías para poder impulsar la producción y la productividad", subrayó Diouf. "Y sus gobiernos necesitan herramientas económicas y políticas para garantizar que los sectores agrícolas de sus países son a la vez más productivos y más resistentes frente a las crisis", concluyó.