(ACN/InfoCatólica) «La situación es grave. Nuestro país está en peligro», denuncian los obispos. «Si no tenemos cuidado nos vamos a despertar una mañana con un país balcanizado» dicen en una declaración que ha recibido la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN). La declaración es el documento final de una Asamblea General extraordinaria en Kinshasa, que tuvo lugar del 7 al 9 de noviembre y está firmada por 42 obispos y administradores apostólicos.
Los obispos señalan que desde julio los rebeldes de un grupo llamado M23 han ocupado de nuevo algunas zonas de Kivu Norte, al este del país. Los insurgentes parecen contar con el apoyo militar de Ruanda o Uganda. Hace diez años, en el 2012, este grupo llego a invadir Goma, la capital regional del este, la población teme que esto pueda volver a ocurrir. Además de la pérdida de vidas humanas en las filas del ejército congoleño y de la población civil, la ocupación de estas áreas ha llevado al desplazamiento masivo de la población, señala el comunicado.
Dolor oculto del sufrimiento de décadas
Maxime François-Marsal, encargado de proyectos para la República Democrática de Congo de ACN, que estuvo visitando el país hace unos meses, confirma la preocupación por la situación del país, especialmente en la provincia nororiental de Ituri, así como en Kivu Norte, donde el número de muertes está incrementando a pesar de las medidas tomadas por las autoridades: «Durante nuestro viaje a Goma en Kivu del Norte, Bukavu en Kivu del Sur y Maniama en Kindu, pudimos presenciar los sufrimientos de la región marcada por más de dos décadas de conflictos latentes.»
«En todas las personas que conocimos durante el viaje había un dolor oculto causado por sufrimientos indecibles soportados en alguno de estos ataques que conforman la llamada ‘inestabilidad’ de la región, que es mucho más que eso y se traduce en violaciones, robos, asesinatos de inocentes y una gran miseria», explica François-Marsal.
Los obispos también ponen su atención en el conflicto intercomunitario por disputas sobre tierras en los territorios de Kwamouth y Bagata, al oeste del país, que enfrenta al grupo étnico Teke contra los no Tekes y se ha cobrado muchas vidas; así como al grave problema de la venta ilegal de tierras a extranjeros no identificados que afecta la región de Congo Central. Debido a ambos conflictos, muchas personas han sido desplazadas a la fuerza, viendo cómo sus casas son destruidas y los cementerios profanados.
Complicidad internacional
Citando el refrán: «Dios ayuda a los que se ayudan a sí mismos», los obispos instan en su declaración a actuar. «Desafortunadamente –comentan los obispos– la comunidad internacional y las organizaciones regionales que tienen la posibilidad de hacer justicia a nuestro pueblo congoleño muestran una actitud hipócrita que revela cierta complicidad».
Según los obispos, la responsabilidad de la comunidad internacional incluye a las empresas multinacionales. Es importante, escriben los obispos, evitar las alianzas con quienes han desarrollado una forma de «mercantilismo militar» cuya verdadera motivación es el saqueo de los recursos naturales de la República Democrática del Congo y la ocupación de su territorio, destruyendo la integridad y soberanía del país.
«La comunidad internacional, que juega un doble juego, tiene una grave responsabilidad por su indulgencia hacia las multinacionales y los países depredadores de los recursos naturales», afirman. «¿De qué clase de esfuerzos por mantener la paz estamos hablando cuando el número de muertos no deja de aumentar?», se preguntan los obispos.
4 de diciembre, día de oración
Los obispos invitan a todos los cristianos y personas de buena voluntad a ayunar, rezar y solidarizarse con los muchos desplazados que hay en el país, además de invitar a la población a participar en una marcha pacífica nacional el 4 de diciembre.
«Es importante apoyar el esfuerzo de los obispos por la paz y la unidad en el país, espero que muchas personas de buena voluntad en todo el mundo se unan al día de oración el 4 de diciembre para interceder por nuestros hermanos y hermanas que sufren tan olvidados en este momento particular de su historia», concluye François-Marsal.