(Arch. Madrid/InfoCatólica) La capilla, diseñada por el estudio de arquitectura Cano y Escario, se ubica junto a la sacristía mayor y es una forma de recordar la estrecha relación del santo con Madrid, adonde viajó por primera vez hace 40 años, y con la propia catedral, que dedicó en 1993.
El proyecto, que se puede conocer en detalle en la web capillajp2.archimadrid.es, integra distintos elementos como la madera de cedro, en referencia al amor de san Juan Pablo II por la naturaleza; una gran piedra que habla del primado de Pedro; varias imágenes del propio Pontífice, o una ampolla con su sangre. Como el espacio anterior, también tiene carácter penitencial, pues mantiene un confesionario.
Estos días se ultimaronn los detalles, y esto precisamente, el cuidado del detalle, es sin duda lo más característico de unas obras que se han desarrollado en dos fases: tres meses de prefabricación de las maderas en taller y un mes de montaje en la catedral. Nacho Barba, jefe de proyectos de Cano y Escario y coordinador del proyecto de obra de la capilla, afirma que «se han rehecho detalles con el mismo mimo que si fuera de cero; en las obras se acaba y punto, pero aquí la gente no tenía conciencia de que daban igual las cosas». La idea que tenían, cuenta, era que «esto va a quedar en la catedral y siempre van a poder decir que han participado en ello».
Otra situación que no ha vivido el arquitecto nunca, y de la que él mismo se sorprende, es la implicación de todos los profesionales. «Todo el mundo ha puesto lo mejor de sí mismo —señala—, han trabajado contentos, sentían que estaban participando en algo único, que construyendo la capilla estaban construyendo un trocito de la catedral».
Comprobamos esa delicadeza la mañana en que ha llegado la gran roca de mármol negro marquina, sin pulir, símbolo del primado de Pedro. Con sumo cuidado van rectificando la posición, casi al milímetro, de una piedra de tres toneladas que lleva una placa con aquellas primeras palabras de san Juan Pablo II como Papa: «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!».
Situada a la entrada de la capilla, ha de permitir que se abran las rejas, y para eso están también trabajadores de Forja Toledo, fabricantes de todas las rejas de la catedral, con quienes hay una estrecha relación. Son algunos de las más de 70 personas que han participado en la obra, desde iluminación, electricidad, cantería, diseño gráfico, carpintería, gruistas, personal de mantenimiento del templo…
«Profesionales como la copa de un pino», zanja Barba. «Gente de distintos oficios que se han coordinado muy bien y se han ayudado entre ellos», y esto, remarca, no es lo habitual.
Ha superado las expectativas
Reconoce Barba que el resultado ha sido mucho mejor de lo que se esperaban. Les ha sorprendido muy gratamente las texturas diferentes de la madera de cedro, que se aprecian a simple vista en los pórticos, y que ofrecen diferentes tonalidades en función del sitio desde el que se miren. El olor que desprende también es especial, igual que ese diálogo entre la piedra y la madera, «que no tapa, sino que pone en valor la estructura original».
Cumple así a la perfección la idea original que explicaba en su día Benjamín Cano, «un espacio nuevo que no oculta lo anterior; queremos hablar de una Iglesia en marcha», con su tradición, su historia, sus santos, en armonía con la Iglesia actual. Una intervención, apunta Barba, que se ha hecho siendo muy respetuosos con la estructura de la catedral, sin interferir en ella».
Para el arquitecto, este ha sido sin duda un trabajo singular. Explica que para la capilla ha vuelto a documentarse y a leer infinidad de cosas de san Juan Pablo II, y «hacer memoria de su vida y figura es brutal, yo que he crecido con este Papa». «Me quedo con esto». Y también con el durante: «En las obras te quedas con la imagen final, pero aquí el proceso ha sido muy bonito; ya el proceso ha merecido la pena».