(InfoCatólica) La Sociedad de Científicos Católicos se creó en 2016 como respuesta a la petición de Juan Pablo II de que los científicos creyentes «integraran en su vida intelectual y espiritual los mundos de la ciencia y de la religión». Su labor se centra en la armonía y la complementariedad entre ciencia y fe, organizando actividades y proporcionando recursos relacionados con ese tema.
Hasta este año, la Sociedad contaba con secciones en varios países, pero no en España, un país que tiene mucho que aportar en este ámbito y que ha dado al mundo científicos católicos de talla mundial. El pasado mes de septiembre, finalmente, la sección española de la Sociedad de Científicos Católicoscelebró su primer congreso. Enrique Solano Márquez, matemático dedicado a la Astrofísica, ha sido elegido Presidente y ha accedido amablemente a conceder una entrevista a InfoCatólica.
Llama la atención que la Sociedad de Científicos Católicos tenga miembros en más de cincuenta países. ¿No es un lugar común que la fe y la ciencia son enemigas o, al menos, no se llevan bien?
«Repite una mentira con suficiente frecuencia y se convierte en verdad». Esta frase, atribuida a Joseph Goebbels, se adapta perfectamente a esa tensión que, supuestamente, se ha vivido desde siempre entre ciencia y fe. Son tantas las aportaciones que la Iglesia Católica ha hecho al desarrollo científico a lo largo de los tiempos que sería imposible enumerarlas aquí. Baste citar, como ejemplos, la creación de las universidades, el desarrollo del método científico o los numerosos investigadores, algunos de ellos de enorme reputación que, a lo largo de los siglos, han sabido compaginar ciencia y fe. ¿Ha habido momentos de fricción a lo largo de los siglos? Por supuesto. Como en toda relación humana. Pero las aportaciones de la Iglesia a la ciencia superan con creces los desencuentros.
Como bien comentas, el hecho de que la Sociedad de Científicos Católicos tenga miembros en más de 50 países es una prueba fehaciente de que, en pleno siglo XXI, la ciencia y la fe católica siguen siendo perfectamente compatibles. Y así seguirá siendo. Como decía San Juan Pablo II en la Encíclica Fe y Razón, «la verdad nunca puede oponerse a la Verdad». Y somos precisamente nosotros, los científicos católicos, los que tenemos que poner en valor la complementariedad entre ambas.
¿En qué sentido tiene importancia que un científico sea católico y en qué sentido da igual que lo sea o no?
Depende de cuál sea el sentido de la pregunta. Si nos circunscribimos al ámbito de la carrera científica, las creencias son irrelevantes. Tan brillante (o tan poco brillante) puede ser un científico creyente como uno ateo. El método científico no requiere de la fe (ni de su ausencia) para su desarrollo. El propio George Lemaître, sacerdote belga y uno de los cosmólogos más importantes de la primera mitad del siglo XX, decía que, si un nadador católico aplicaba las mismas técnicas y métodos de entrenamiento que uno no católico, lo mismo debía ocurrir en ciencia.
La ventaja que tiene el científico católico es que sabe que todo tiene un sentido y un propósito. Es como estar viendo una película sabiendo el final y que éste es un final feliz. Pero este conocimiento no lo aporta la ciencia sino la fe. Pasar de pensar que somos una simple mota de polvo con fecha de caducidad en un vasto universo dominado por fuerzas que nos superan a tener la firma convicción que somos hijos de un Dios que es Amor y que nos ha prometido una vida eterna es algo que, indudablemente, te cambia la forma de entender la naturaleza.
Acaba de ser usted nombrado Presidente de la recién creada sección española de la Sociedad. No sé si darle la enhorabuena o compadecerle, porque imagino que estará sobrecargado de trabajo, ¿no?
Puedes darme la enhorabuena y compadecerme a partes iguales (risas). Es cierto que supone una sobrecarga de trabajo, pero es un reto muy bonito contribuir a echar a andar una iniciativa tan ilusionante como es la sección española de la Sociedad de Científicos Católicos. Además, no estoy solo, ni mucho menos. Cuento con la ayuda del resto de la Junta Directiva que se encarga de coordinar los diferentes paquetes de trabajo en los que hemos estructurado las actividades a realizar dentro de la sección.
¿Cuáles serán las principales actividades en España de la Sociedad?
Justamente la semana pasada hemos tenido la primera reunión de la Junta Directiva y en ella hemos identificado una serie de temas de interés: la potenciación de la relación con los medios de comunicación para que nuestras actividades lleguen mejor a la sociedad, la realización de charlas, conferencias, talleres... en institutos, universidades, parroquias (¡e incluso seminarios!), mostrando la armonía entre ciencia y fe católica, el contacto con otros grupos y sociedades con intereses cercanos a los nuestros, tener una mayor visibilidad en redes sociales, elaboración de material formativo y de divulgación así como la creación de un comité de expertos que, desde una perspectiva católica, pueda proporcionar una visión rigurosa de temas científicos de actualidad.
Por supuesto, esto no es ni mucho menos una lista cerrada. Nuestro objetivo es desarrollar cualquier línea de actuación que los miembros de la sección española de la Sociedad de Científicos Católicos consideren de interés.
Veo que, en la sección dedicada a científicos católicos del sitio web internacional de la Sociedad, brillan por su ausencia los científicos españoles católicos. ¿Darlos a conocer será también parte de la misión de la sección española de la Sociedad?
Por supuesto. Es un problema identificado y el propio presidente de la Sociedad internacional reconoce que la lista que actualmente se muestra en el sitio web no refleja la calidad y la cantidad de científicos católicos españoles a lo largo de los siglos. Estamos trabajando en esto y una parte fundamental dentro del apartado de elaboración de material formativo es la preparación de breves biografías para ir incluyéndolas paulatinamente en el sitio web internacional.
Recientemente han celebrado su primer congreso, en Navarra, y entre los participantes también había profesores de Filosofía y Humanidades. ¿La Sociedad está abierta a todas las disciplinas y no solo a las llamadas «de ciencias»?
Como comentaba anteriormente, nuestro objetivo es conocer y darnos a conocer a cualquier grupo interesado en los campos de ciencia, razón y fe. En este sentido la Sociedad de Científicos Católicos contempla diferentes tipos de perfil para sus miembros. Existe el denominado «regular member» orientado a investigadores con un doctorado en alguna de las disciplinas de las denominadas ciencias naturales, pero también existe la categoría de «scholar associate», enfocado hacia teólogos, filósofos, historiadores de la ciencia y otras ramas afines de Humanidades. Además, durante nuestras reuniones anuales, se contempla la posibilidad de invitar a personas de relevancia con perfiles distintos a los anteriormente citados.
La Sociedad de Científicos Católicos ofrece recursos sobre descubrimientos científicos y su posible relación con la fe. ¿Puede dar algún ejemplo de esa relación?
Las grandes preguntas de la humanidad (el origen y evolución del universo, origen y evolución de la vida, el ser humano, la libertad...) no se pueden responder si no es desde un punto de vista global, holístico. Quizás el mejor ejemplo de esto sea el origen del universo. El modelo cosmológico actualmente aceptado es capaz de explicar la evolución del universo desde una billonésima de segundo justo después del Big Bang hasta el momento actual, unos 13.800 millones de años más tarde. A poco que reflexionemos sobre esto, veremos que el hecho de que la ciencia haya sido capaz de explicar algo de tal magnitud es tremendamente ilustrativo de las preguntas que es capaz de abordar y responder. No obstante, la ciencia también tiene sus límites y un ámbito de actuación acotado. Preguntas como, ¿quién creó?, ¿por qué creó?, el papel del hombre en la creación o ¿por qué hay «algo» en lugar de «nada»? van más allá del ámbito de la ciencia y su respuesta hay que buscarlas por otras vías. Aquí es donde la filosofía y la teología entran en acción.
Hoy en día y a grandes rasgos, ¿son objeto de algún tipo de desconfianza o discriminación en el ámbito profesional y académico los científicos españoles que se declaran católicos?
En general, en España y dentro de la comunidad científica, no percibo un ambiente especialmente hostil en contra de los científicos católicos. Yo diría que hay un porcentaje mayor de agnósticos o de investigadores que ni siquiera se han planteado de manera profunda la existencia de Dios que de científicos que se declaren profundamente ateos. Es cierto que en ciertos campos como, por ejemplo, Biología o Ciencias de la Salud, los motivos de fricción pueden ser mayores, principalmente por las líneas de trabajo y especialmente si éstas llevan asociadas problemas bioéticos.
Asimismo, muchas veces, el recelo viene por el desconocimiento. Es por esto por lo que es bueno que los científicos católicos den testimonio en su trabajo, que sus compañeros sepan que son creyentes y que vean que son capaces de vivir su fe con coherencia sin que esto afecte un ápice a su carrera científica.
Una de las actividades de la Sociedad a nivel internacional es la celebración de «Misas doradas». ¿En qué consisten? ¿La sección española también las celebrará?
Las llamadas «gold mass» son eventos que la Sociedad de Científicos Católicos celebra de manera regular en Estados Unidos y tienen como objetivo reunir a los científicos católicos de una determinada ciudad o región. Suelen consistir en una misa y una pequeña recepción en donde los asistentes pueden charlar de manera informal sobre temas de ciencia y fe. Con estos eventos se pretende eliminar la sensación de aislamiento que, en ocasiones, puede tener el científico católico en su centro de investigación y establecer conexiones que pudieran dar lugar a futuros proyectos en común.
Aunque es un mecanismo que está funcionando bastante bien en Estados Unidos no lo contemplamos de momento como algo prioritario dentro de la sección española en donde hemos establecidos otros mecanismos para explotar las posibles sinergias entre grupos.
Para finalizar, ¿cuál es el mensaje fundamental que la Sociedad de Científicos Católicos quiere transmitir?
Lo que transmitimos es un mensaje muy positivo. No creamos ninguna tensión, más bien lo contrario. Mostramos que fe y ciencia son dos conceptos fundamentales que viven en armonía, que se retroalimentan y mejoran una a otra. Desde aquí me gustaría animar a todos los científicos católicos españoles a conocer la Sociedad porque estoy seguro de que les puede aportar muchas cosas.