(Fides/InfoCatólica) Durante la homilía de la última misa domincal, Mons. Pesoa ha descrito de la siguiente manera lo que, según su parecer, ocurre en Bolivia:
«Estamos construyendo un mundo al revés y un país del revés, los inocentes son condenados y los culpables se las ingenian para quedar libres, en nuestro país no vemos una firme decisión de reforma de la justicia»
Mons. Pesoa ha señalado que no hay avances en materia de justicia; en el país, el diálogo, la verdad, la solidaridad, la compasión parecen alejarse cada vez más, y se tiene la impresión de que los malos lo hacen bien, y en muchas ocasiones quedan impunes. Refiriéndose a la pandemia, el prelado ha indicado que «durante más de un año nos lavamos y desinfectamos las manos, con el temor y miedo, con el afán de preservar nuestra vida, toda esa lavada de manos, toda aquella buena intención, pareciera que se olvidó rápidamente y volvimos a lo mismo».
El obispo de Beni ha denunciado como «las instituciones defensoras de la libertad y del pueblo, en muchas ocasiones son manipuladas, sin tener en cuenta a los que piensan diferente, sin respeto a las normas democráticas». En este sentido ha citado la reciente elección del «Defensor del Pueblo» y ha advertido que «el espíritu de una verdadera democracia que consiste en gobernar para todos, está seriamente debilitado y hasta dañado». En este marco, no se puede ocultar la violencia, contra las mujeres y entre hermanos, como en la guerra de Ucrania. «El mundo y los bolivianos asistimos a este espectáculo con impotencia. Hay un grito contenido en la humanidad: basta de injusticias, basta de maldad, basta de acciones sin razón».
En la parte final de su homilía, Mons. Pesoa ha retomado la Palabra de Dios del día, que invita a «a confiar en Dios, a pesar de todo lo que parece oponerse a la fe, a pesar de que parece triunfar el mal y la injusticia… el justo está llamado a creer, confiar en Dios, que lo ve todo.. El mundo, la historia, la vida, está en manos de Dios. No está en manos del mal, del caos, de los violentos, de las injusticias, ellos no son dueños del mundo, ellos no triunfaran». La fe es un don extraordinario, es fuerza en el sufrimiento, es roca sobre la que descansa la vida, «porque nos hace pasar por el mundo con alegría, incluso en las persecuciones o dificultades. El que cree es una persona alegre».