(Zenit/InfoCatólica) También aparece como disposición que “a los miembros del partido hitleriano no se les permitía tomar parte en grupo en funerales u tras celebraciones católicas similares” y que “mientras un católico estuviera inscrito en el partido hitleriano no podía ser admitido a los sacramentos”.
La denuncia de la archidiócesis de Maguncia fue publicada en primera página por “L’Osservatore Romano” en un artículo publicado el 11 de octubre de 1930.
El título del artículo es: “El partido de Hitler condenado por la autoridad eclesiástica”.
En él se declaraba la incompatibilidad de la fe católica con el nacionalsocialismo. Ninguna persona que se declarara católica podía convertirse en miembro del partido nazi, bajo pena de la exclusión de los sacramentos.
En febrero de 1931 fue la diócesis de Münich la que confirmó la incompatibilidad de la fe católica con el partido nazi.
En marzo de 1931 también la diócesis de Colonia, Parderborn y las de las provincias de Renania denunciaron la ideología nazi, prohibiendo de modo público cualquier contacto con los nazis.
Indignados y furiosos por la excomunión emitida por la Iglesia católica, los nazis enviaron a Hermann Göring a Roma con la petición de audiencia al Secretario de Estado Eugenio Pacelli. El 30 de abril de 1931, el cardenal Pacelli rechazó encontrarse con Göring, que fue recibido por el subsecretario, monseñor Giuseppe Pizzardo, con el encargo de tomar nota de todo lo que los nazis pedían.
En agosto de 1932, la Iglesia católica excomulgó a todos los dirigentes del Partido nazi. Entre los principios anticristianos denunciados como herejes, la Iglesia católica alemana mencionaba explícitamente las teorías raciales y el racismo.
Siempre en agosto de 1932, la Conferencia Episcopal alemana publicó un documento detallado en el que se daba instrucciones de cómo relacionarse con el Partido Nazi.
En el documento, publicado por la Conferencia Episcopal Alemana, está escrito que estaba absolutamente prohibido a los católicos ser miembros del Partido Nacionalsocialista. Quien desobedeciera sería inmediatamente excomulgado.
En el documento de la Conferencia Episcopal encontrado por la PTWF está escrito que “todos los Ordinarios han declarado ilícito pertenecer al Partido Nazi”, porque “las manifestaciones de numerosos jefes y publicistas del partido tienen un carácter hostil a la fe” y “son contrarias a las doctrinas fundamentales y a las indicaciones de la Iglesia católica”.
En enero de 1933 Adolf Hitler llegó al poder y las asociaciones católicas alemanas difundieron un folleto titulado “Un llamamiento serio en un momento grave”, en el que consideraban la victoria del Partido Nacionalsocialista “un desastre” para el pueblo y para la nación.
El 10 de marzo de 1933, la Conferencia Episcopal alemana reunida en Fulda escribió un llamamiento al Presidente de Alemania, el general Paul L. von Beneckendorff und von Hindenburg para expresar “nuestras preocupaciones más graves que son compartidas por amplios sectores de la población”.
Los obispos alemanes se dirigieron a von Hindenburg manifestando su temor de que los nazis no respetasen “el Santuario de la Iglesia y la posición de la Iglesia en la vida pública”.
Por esto pidieron al Presidente una “urgente protección de la Iglesia y de la vida eclesiástica”. Los obispos católicos habían previsto esto, pero no fueron escuchados.
Los documentos encontrados por la PTWF son de notable importancia porque ponen fin a las repetidas calumnias que quisieran manchar a la Iglesia católica como diligente colaboradora del nazismo, cuando en realidad fue la primera en denunciar su peligrosidad.