(Asia News/InfoCatólica) En su misiva, denuncia la falta de «un nivel mínimo de ciudadanía» y de respeto a los «derechos humanos». Tanto es así que, pese al tiempo transcurrido, todavía no se han restituido las viviendas y las tierras. Se vive en un clima general «de violaciones, humillaciones, exclusión del mercado laboral y no existe una representación real en el Parlamento».
En la noche del 6 al 7 de agosto, cuando la Iglesia celebraba la fiesta de la Transfiguración, decenas de miles de cristianos abandonaron las tierras de la llanura de Nínive para huir de la ofensiva del ISIS. El grupo extremista islámico ya había conquistado Mosul en junio, marcando casas y confiscando propiedades. El avance se vio favorecido por el desmoronamiento del ejército regular iraquí, por la ideología fundamentalista que había impregnado gran parte de la sociedad y por la repentina retirada de las milicias Peshmerga. En aquel terrible agosto de 2014, los hombres del «califato» se apoderaron de las tierras que los cristianos habitaban desde hacía siglos, dejándoles sólo la posibilidad de huir al Kurdistán, llevando consigo lo puesto y no mucho más.
El primado caldeo pide que se «reconozca» a los cristianos como ciudadanos, para que gocen de igualdad de derechos, ya que representan, en número, «la segunda religión monoteísta de Irak». Espera que los proyectos de reforma del Estado planteados por el bloque sadrista y el gobierno de Erbil «puedan incluir también a cristianos, yazidíes y mandeos» bajo la bandera de «un espíritu nacional común». Y que se responda al llamamiento pidiendo «seguridad, dignidad y libertad», que hizo el propio Papa Francisco durante su visita en marzo de 2021. «Esperan obtener los derechos que les fueron denegados», y que se combatan los discursos -incluso desde los púlpitos- que alimentan el odio. Además, aguardan una «reforma de la educación» que dé una imagen «positiva» de las religiones. Porque la convivencia «exige respeto».
Sin embargo, la situación después de tantos años sigue siendo difícil, salvo por el tímido regreso de algunas familias a Mosul y el intento de restituirles sus tierras y sus casas. Según las últimas estadísticas, sólo el 40% de los cristianos que huyeron de la metrópoli y de la llanura de Nínive han regresado; mientras tanto, continúa la incesante migración desde Erbil, que lleva a familias enteras a expatriarse a Europa, Estados Unidos o Australia para asegurar un futuro de paz -y oportunidades- para sus hijos. Los que se quedaron, o los que regresaron tras la derrota militar del ISIS, se esfuerzan por reconstruir el tejido social y económico y los lugares de culto, restaurando iglesias centenarias o monasterios históricos.
La situación forma parte de un estancamiento político e institucional que, a 10 meses de la votación, impide la elección del Presidente de la República y el surgimiento de un nuevo Ejecutivo. Una parálisis alimentada por la dimisión de los diputados cercanos al líder chií Moqtada al-Sadr, cuya facción había obtenido el mayor número de escaños. Es por ello que se perfila una disolución anticipada del Parlamento -motivo de protestas y ocupaciones- y nuevas elecciones, una opción más viable que el estancamiento. El escenario actual, subraya el Patriarca Sako, parece «cerrado» y «carente de interés público». El diálogo y las negociaciones son necesarios para trazar «una hoja de ruta de reformas» que los ciudadanos están «esperando desde hace 19 años». El cardenal concluye su mensaje diciendo: «Apoyo firmemente la iniciativa del primer ministro al-Kazemi, que impulsa un »diálogo nacional con valentía».