(Aica/InfoCatólica) El cardenal indicó que «el pan que se pide para todos, el que se logra con el propio trabajo, es un clamor de justicia. Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano y poner de manifiesto las actitudes solidarias y fraternas que nos permitan reconstruir esta Argentina que nos duele a todos»
Don Mario explicó en su homilía que «cuando se cierran las puertas» que la gente suele golpear en procura de satisfacer sus necesidades, «se abren las puertas del santuario» de San Cayetano, el patrono del pan y del trabajo que «intercede ante el Jesús para que todos reciban las gracias materiales y espirituales que necesitan para seguir caminando»:
«Si han llegado hasta aquí es porque saben bien que, cuando se cierran las puertas que han golpeado muchas veces, se abren las puertas del santuario y se encuentran con San Cayetano, quien intercede ante el Jesús que tiene en sus brazos, para que todos reciban las gracias materiales y espirituales que necesitan para seguir caminando».
Al referirse al relato «del buen samaritano» leído en el Evangelio del hoy, el arzobispo pidió a los miles de fieles que participaron de la celebración eucarística que se dejen «interpelar por la parábola, capaz de poner de manifiesto las actitudes solidarias y fraternas que nos permitan reconstruir esta Argentina que nos duele a todos».
«El ejemplo del buen samaritano nos devuelve una mirada solidaria de la realidad, no para escandalizarnos, sino para conmovernos y comprometernos. Mientras tanto, 'suplicamos el pan de cada día', como nos enseñó Jesús. El pan que alimenta nuestra vida y que diariamente se hace más inalcanzable a causa de la inflación asfixiante que padecemos y que genera miseria», dijo.
«¿Cómo no pensar en la cantidad creciente de hermanos y hermanas que se acercan cotidianamente a los comedores, en los adultos mayores que no pueden comprar sus medicamentos, en las familias cuyos ingresos son cada vez más insignificantes?», lamentó el arzobispo y acotó: «No es posible morirse de hambre en la tierra bendita del pan», citando la letra de una canción.
«Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano –dijo el arzobispo citando al papa Francisco–. Toda otra opción termina o bien al lado de los salteadores o bien al lado de los que pasan de largo, sin compadecerse del dolor del hombre herido en el camino».
Asimismo, el arzobispo agradeció al cielo «porque hay muchos ‘cayetanos’ anónimos, hombres y mujeres que no pasan de largo ante el dolor de los que están en la banquina del camino de la vida; son los samaritanos de nuestros días que comparten su tiempo y sus bienes, y sin medir sacrificios renuevan en el cuerpo social el anhelo de felicidad que Dios ha puesto en el corazón de cada ser humano: la esperanza, la virtud que sostiene en las pruebas y nos hace esperar tiempos de encuentro y paz entre los argentinos.
El cardenal primado de Argentina animó por último a los devotos del santo del Pan y el Trabajo que cuando pasen frente a su imagen «confiemos nuestras necesidades y no olvidemos pedir por la patria de todos. Él, desde la comunión de los santos, siempre estuvo presente en los momentos difíciles de nuestra historia nacional y permanece fiel y solícito como buen samaritano atento por la felicidad de sus amigos»