(Zenit/InfoCatólica) “Nos sentimos felices por esta convocatoria del Sínodo para Medio Oriente –confesó- y considerando la situación que viven los cristianos y que vive toda la región, también los musulmanes, los judíos, hemos sentido la necesidad de poner sobre la mesa nuestros temores, nuestras angustias, nuestras aspiraciones y quizá algunas propuestas para el futuro, para confirmar a nuestros fieles en su fe, consolidar su presencia contra esta hemorragia humana de la emigración”.
“Sentimos la necesidad de estar junto a la Santa Sede, bajo el auspicio del Santo Padre, aquí en Roma”, subrayó.
Monseñor Twal admitió que la medioriental es “todavía una Iglesia del calvario, una Iglesia que lleva la cruz, y a menudo nos parece que este camino de cruz no tiene un final”.
“Venimos aquí ya heridos, sufriendo, pero también llenos de esperanza, y tras el paso del Santo Padre entre nosotros en Tierra Santa, Jordania, Palestina e Israel, vengo a pedir también la solidaridad y la oración de toda la Iglesia universal, exhortando a las conferencias episcopales, a los cristianos, a sentirnos corresponsables de la comunidad cristiana que se ha quedado en Tierra Santa”.
“Es el mismo llamamiento que el Santo Padre hizo y que no hago sino repetir, pidiendo más oraciones, más solidaridad, más cercanía a nosotros y ¡seréis todos bienvenidos a Tierra Santa!”.
El patriarca expresó el deseo de que Tierra Santa “no permanezca para siempre como una tierra de conflicto”. “Nos toca a nosotros dar tiempo al tiempo, no perder nunca la esperanza”.
Uno de los aspectos fundamentales de los que se hablará en el Sínodo, explicó, es la necesidad de la comunión entre los católicos de los diversos ritos. “Luego, el diálogo con el Islam y con Israel. Son muchos los problemas que nos preocupan”.
“Si hacemos participar al máximo a nuestros fieles, deben participar al máximo y ser implicados en este movimiento de renovación –comentó--. Espero que se pueda llevar remedio a tantas angustias, tantos temores, tantos obstáculos, tantos problemas como vivimos”.
“Un día tendremos la alegría de vivir en paz, de tener una vida normal –añadió--. No pedimos ningún privilegio. Queremos vivir como todos los otros pueblos una vida normal y esto no lo tenemos todavía”.
“El Señor nos lo dijo: si alguno quiere seguirme, que cargue con su cruz. Nosotros la llevamos, en la esperanza de que tendremos un día la alegría de vivir”, concluyó.