(Asia News/InfoCatólica) El encuentro, que duró tres horas, pudo celebrarse gracias a la mediación del Servicio Estatal para Cuestiones de Política Étnica y Libertad de Conciencia (GESS), según anunció en las redes sociales el sacerdote de Pzu Andrej Dudčenko: «Fue bueno volver a ver a viejos amigos y conocer a otros nuevos», añadió el clérigo. La reunión congregó a 21 sacerdotes de las dos jurisdicciones, y el diálogo fue moderado por la líder del GESS, Elena Bogdan.
El objetivo del coloquio era «ante todo, destacar lo que une, que es mucho más que lo que divide» a las dos Iglesias nacionales. Se reconoció que tienen «una fe común y unas tradiciones teológicas, litúrgicas y canónicas comunes», así como una historia común en la que, sin embargo, «diferimos en la valoración de ciertos acontecimientos», por lo que es necesario revisar y releer toda la historia religiosa de Ucrania.
Sobre todo, lo que une hoy a las dos comunidades es la condena de la «posición destructiva» del Patriarcado de Moscú, que apoyó la guerra rusa en Ucrania. Por lo demás, «hay muchos problemas comunes», ya que ambas Iglesias han surgido de la separación de la rusa. Se destacó la deficiente preparación del clero y de los obispos, y un «exceso de bizantinismo» en el énfasis casi exclusivo en el ritualismo y en las atribuciones dadas a las autoridades del poder civil. Es decir, buscan una reforma liberal en lo litúrgico y lo doctrinal.
Como conclusión, todos acordaron en la «necesidad de revivir la tradición de Kiev, tanto en la liturgia como en el arte eclesiástico, en la arquitectura y en la formación del clero y del episcopado», recordando el gran legado de la Academia Teológica Mogiliana, que se remonta a su fundador, el metropolita de Kiev Pedro Mogila, a principios del siglo XVII.
Al menos, los sacerdotes de los dos grupos coincidieron en que «es esencial abstenerse de utilizar un lenguaje mutuamente hostil». Desde 1992, cuando el metropolita Filaret (Denisenko) decidió separarse de Moscú autoproclamándose Patriarca de Kiev, nunca han faltado las tensiones entre ambas jurisdicciones. Los dos bandos se enfrentaron por iglesias y monasterios, acusándose mutuamente de traición y herejía. El nuevo distanciamiento de Moscú no borra automáticamente estas hostilidades largamente cultivadas, y a menudo muy personales.
Muchos ortodoxos ucranianos siguen fieles a Moscú
Si bien en el reciente Sínodo de Feofanía la Iglesia de UPZ declaró que ya no se considera vinculada al Patriarcado de Moscú, no adoptó ninguna postura contra los «hermanos» del PZU. Muchos obispos, sacerdotes, monjes y fieles se oponen resueltamente a una reunificación. Algunos siguen siendo fieles a Rusia, como sucede obviamente en las zonas ocupadas del Donbass, por no hablar de la anexionada Crimea, que ha declarado su total retorno al Patriarcado de Moscú. En muchos otros casos, a pesar de la oposición a la invasión rusa, sigue habiendo sentimientos encontrados de lealtad a la tradición y de enemistad hacia el otro bando.
Cabe remarcar que las parroquias de la UPZ duplican en número a las de la PZU (12.000 frente a 6.000, más o menos). Moscú ha tenido la astucia de duplicar e incluso triplicar el número iglesias en los últimos años, para acentuar la superioridad histórica de los prorrusos, aunque dicha superioridad ya era evidente en el número de fieles. Sigue sin resolverse la cuestión de las parroquias en el extranjero, que cambian de jurisdicción incluso con más facilidad que las que se encuentran en suelo patrio. Como trasfondo está la mirada interesada de los greco-católicos, que comparten las mismas tradiciones que los ortodoxos, y están dispuestos a participar en un diálogo aún más amplio sobre la integración nacional del cristianismo de tradición bizantina.