(Vatican.news/InfoCatólica) La visita al campo de Bentiu «fue un puñetazo en el estómago». Hay que ponerse una mano sobre la conciencia porque «no se puede aceptar que en el mundo actual se viva en condiciones como éstas», dijo el cardenal.
El purpurado estuvo con las personas desplazadas por la guerra civil del 2013, que estalló sólo dos años después de que el joven país obtuviera la independencia, y que duró hasta el 2020.
Es en el Estado de Unity donde nació el vicepresidente, Riek Machar, uno de los protagonistas del conflicto contra el presidente Salva Kiir, y es uno de los lugares que ha visto los combates más intensos, que han producido un número impresionante de desplazados. A ellos, con el paso del tiempo, especialmente desde el 2019, se han sumado los que han huido de sus casas por las inundaciones que, en el 2021, fueron de las peores que vivió este Estado en los últimos años. Una cantidad récord de lluvia inundó todo el territorio, impidiendo a sus habitantes poder vivir, poder cultivar, y provocando la pérdida de cientos de miles de cabezas de ganado.
Destrucción total
Todo aquello de lo que depende la supervivencia de la población ha sido destruido, el hambre ha alcanzado niveles aterradores, y el panorama que se abre a los ojos de quienes llegan al campamento, así como a los del Secretario de Estado Parolin, es el de una tierra devastada, sumergida durante largos tramos, con alrededor de 150.000 desplazados, arrastrados a vivir en condiciones sanitarias inimaginables, sin agua potable, con desagües abiertos y con el espectro constante de las epidemias, desde la hepatitis a la malaria pasando por el cólera, que periódicamente, incluso en las últimas semanas, sacuden este lugar y luego se extienden a los demás estados sudaneses.
El Papa cerca de este pueblo de Dios
«Estamos en la periferia de las periferias», dice el cardenal Parolin, y denunció las condiciones de vida de quienes «no tienen ni siquiera lo mínimo para sobrevivir. Sin la ayuda internacional de la ONU no habría esperanza». «Estas personas querían llevar una vida digna, criando a sus hijos, pero dos catástrofes, una humana, la guerra, y otra natural, las lluvias, han hecho que sus vidas sean vulnerables», explicó Mons. Stephen Nyodho Ador Majwok, obispo de la diócesis de Malakal, de la que forma parte Bentiu con su campo de refugiados, «y la situación está empeorando».
«El 90% de la población tiene menos de 40 años, hay muchos niños y no hay escuela para ellos, ¿cuál será el futuro? Es algo que impacta«. Para el obispo, que permaneció junto al cardenal Parolin durante toda la visita al campamento, la llegada del purpurado fue »un momento maravilloso e histórico para la diócesis de Malakal«, continuó, »ha venido a defender a nuestro pueblo«. Una jornada inolvidable para la población del Estado de Unity y de Bentiu que, concluyó el prelado, »fortalecerá la fe en la Iglesia de este pueblo, tocado por las atrocidades, la guerra y los desastres naturales.