(Fides/InfoCatólica) «La situación es grave. Un viento de guerra e inseguridad vuelve a soplar sobre esta parte oriental de nuestro país». Asi lo asegura Mons. François-Xavier Maroy Rusengo, arzobispo de Bukavu, capital de Kivu del Sur, una de las provincias del este de la República Democrática del Congo (RDC) donde las milicias y las bandas armadas acosan impunemente a la población desde hace décadas.
«Nos centramos especialmente en la situación tan crítica tras la reciente ocupación de la ciudad de Bunagana, en el territorio de Rutshuru, por el grupo armado M23, que ha reanudado los combates en un ciclo infernal de violencia, pérdida de vidas, desplazamiento de poblaciones y destrucción de nuestro tejido económico y social. Es la historia que se repite» denuncia Mons. Rusengo, en su declaración enviada a la Agencia Fides.
El M23 es un movimiento de guerrilla que había firmado un acuerdo de paz con el gobierno de Kinshasa en 2013 pero que recientemente ha retomado las armas. Las autoridades congoleñas acusan a la vecina Ruanda de apoyar al M23; acusaciones que Kigali rechaza contra Kinshasa, que a su vez es acusada de favorecer a la oposición armada ruandesa asentada en la RDC.
«Curiosamente, el apoyo externo es siempre el mismo, con el mismo patrón y los mismos objetivos: sustraer esta parte del país al control de nuestro gobierno central y quizás anexionarlo a los países vecinos», dice Mons. Rusengo.
El arzobispo de Bukavu anima a los fieles a no abandonarse a una mentalidad fatalista:
«Una visión fatalista y parcial del Evangelio lleva a algunos a ver en todo lo que sucede una voluntad de Dios, o incluso un castigo; a otros a pensar que Dios lo hará todo por nosotros. Este no es el caso».
Monseñor Rusengo subraya que «la Iglesia católica siente en su interior y comparte el clamor del pueblo congoleño, y quiere con todas sus fuerzas detener el derramamiento de sangre de tantos inocentes».
«El pueblo congoleño está exasperado por la ambigüedad de la comunidad internacional hacia él: se han cometido graves violaciones contra el pueblo congoleño, documentadas por el informe Mapping (que se remonta a 2011) pero no se hace casi nada para sancionarlas y compensar a las víctimas», dice Mons. Rusengo denunciando la inercia de la comunidad internacional que, desde hace más de 25 años, ha establecido la misión de mantenimiento de la paz (MONUSCO) que es la «más cara de nuestro tiempo, una media de mil millones de dólares al año», pero cuyos resultados son escasos.
Mons. Rusengo pide al Estado congoleño que «revise sus relaciones con la comunidad internacional, que trata a nuestro país como un Estado de segunda clase cuya seguridad y desarrollo cuentan poco», y que cree un verdadero ejército y no una amalgama de antiguos rebeldes mal integrados.