(KathPress/InfoCatólica) El Linzer KirchenZeitung, el periódico de la diócesis de Linz, ya publicó a finales de abril una entrevista con Ebner sobre estas teorías.
En el artículo, Ebner plantea siete tesis y termina con la pregunta abierta de cómo llegaron a existir los sacerdotes en el cristianismo.
En primer lugar, niega que los presbíteros mencionados en los escritos del Nuevo Testamento tengan algo que ver con los sacerdotes. Es una relación puramente lingüística. Los presbíteros son miembros de un consejo de ancianos, tal y como se establece en la administración de cada ciudad o en las asociaciones. En segundo lugar, los sacerdotes de la antigüedad no eran otra cosa que «directores de culto» que ofrecían sacrificios de animales según ciertos ritos reservados para ellos. En el caso de los sacerdotes judíos, también estaba el hecho de que podían obtener el perdón de los pecados ofreciendo el sacrificio.
En las iglesias del Nuevo Testamento no había sacerdotes ni sacrificios. En las iglesias se celebraba una comida «según las costumbres de un antiguo simposio», pero con la diferencia de que se celebraba «en memoria de Jesús». Se invitó a todos los bautizados de la zona de influencia y todos recibieron la misma comida y fueron tratados por igual. Pues una característica del cristianismo primitivo fue la abolición de todas las fronteras de clase socialmente establecidas, como afirma Ebner en la cuarta tesis. Cualquier superación o subordinación de las personas sería una contradicción con la fe en Cristo, escribe Ebner.
La teología del sacerdocio en las primeras comunidades cristianas atribuía el sacerdocio o bien a Cristo solo o bien a todos los cristianos en común, es la quinta tesis. La expiación de los pecados se hizo de una vez por todas mediante la muerte de Jesucristo en la cruz. El verdadero sacrificio es una «vida volcada hacia las personas en el respeto a Dios». Este «sacrificio» puede ser ofrecido por todos, escribe Ebner.
En su séptima tesis, Ebner afirma que la crítica de Jesús al templo judío es la base de la fe cristiana, que prescinde de una institución del templo y de ritos reservados únicamente a los sacerdotes humanos. Más bien, los primeros cristianos se entendían a sí mismos como el nuevo templo y a Jesús como su centro designado por Dios.
Ebner responde a la pregunta de cómo surgieron los sacerdotes en el cristianismo con la tesis de que, a finales del siglo II y del III, los epíscopos (obispos) y luego también los presbíteros se consideraron a sí mismos como los sacerdotes del Antiguo Testamento para poder exigir el diezmo a los fieles. Pero ni los epíscopos ni los presbíteros ofrecen sacrificios de animales, por lo que la designación es simbólica. De esta metáfora, afirma Ebner, surgió el clero, que se contrapone a la abolición de todas las diferencias sociales.
La Iglesia debe enfrentarse a estos «hallazgos científicos» de la exégesis y la historia de la Iglesia. De lo contrario, «faltaría a la verdad sobre su propia historia», escribe Ebner a modo de conclusión. El foro «La existencia sacerdotal hoy» del Camino Sinodal Alemán debe ser «la base de todas las reflexiones posteriores». De lo contrario, «no puede haber una reforma de la Iglesia católica digna de ese nombre».