(Fides/InfoCatólica) La coalición política que se impuso en la anterior asamblea parlamentaria y determinó las últimas composiciones gubernamentales, formada por el partido chií proiraní Hezbolá y sus aliados, ha perdido su mayoría parlamentaria, pero la pérdida de escaños no es enorme y no sugiere un posible derrocamiento del marco político.
El reparto de escaños entre cada una de las fuerzas no parece estar aún resuelto en términos seguros, pero lo cierto es que Hezbolá y sus partidos aliados ya no controlan los 70 de los 128 escaños con los que contaban en el anterior parlamento. Hezbolá y su principal aliado, el partido chiíta Amal, dirigido por el presidente de la Asamblea Parlamentaria, Nabih Berri, mantienen el control de sus bastiones.
Entre los llamados partidos cristianos, el Movimiento Patriótico Libre, fundado por el presidente Michel Aoun y aliado de Hezbolá, pierde algunos escaños, pasando de 20 a 18, mientras que las Fuerzas Libanesas de Samir Geagea, apoyadas por Arabia Saudí y los países occidentales, controlan al menos 18 escaños en el nuevo Parlamento (frente a los 14 obtenidos en la anterior ronda electoral).
En este caso, la transferencia de escaños parlamentarios del Movimiento Patriótico Libre a las Fuerzas Libanesas no parece suficiente para provocar una inversión completa de las posiciones de fuerza entre los campos y orientaciones que determinan la política libanesa.
En cuanto al campo suní, el Movimiento del Futuro, liderado por Saad Hariri, boicoteó las elecciones, debilitando la representación parlamentaria de fuerzas que en el pasado se habían posicionado de forma antagónica a Hezbolá y sus aliados.
En la nueva asamblea parlamentaria, el elemento más novedoso es la llegada al parlamento de 13 representantes vinculados a siglas y grupos que remiten de diversas maneras al movimiento de protesta popular surgido en 2019 tras el colapso bancario, y que entonces había tomado la dirección de una protesta global contra todas las fuerzas políticas tradicionales del establishment libanés. Pero los exponentes de las llamadas «fuerzas del cambio» se presentaron a las elecciones sin un orden determinado, y su fragmentación podría debilitar el impacto de su afirmación electoral en la cámara parlamentaria.
«Ante un panorama tan incierto», reconoce el sacerdote maronita Rouphael Zgheib, director nacional de las Obras Misionales Pontificias, «es todavía demasiado pronto para aventurar pronósticos sobre el futuro político del país. Pero parece claro una vez más que, si se quiere evitar el estancamiento, hay que reconocer que la identidad del Líbano se caracteriza por ser un país de encrucijada, en el que diferentes componentes están llamados a formar un mosaico de convivencia. A nadie se le ocurre liderar el Líbano ejerciendo un predominio que deje fuera de juego a sus antagonistas políticos. La salida de la crisis es la de un alto compromiso político, y también geopolítico, que tome nota de la gravedad de la situación y componga los intereses y demandas de las fuerzas individuales en beneficio del bien común».