(LifeNews/InfoCatólica) Mathew Robertson, de la Universidad Nacional Australiana de Canberra, y el profesor Jacob Lavee, de la Universidad de Tel Aviv, analizaron 2.838 artículos extraídos de un conjunto de datos de 124.770 publicaciones sobre trasplantes en lengua china entre 1980 y 2015.
En 71 de ellos, procedentes de centros médicos de todo el país, encontraron pruebas de que la muerte cerebral no se había declarado correctamente y de que «la extracción del corazón durante la obtención del órgano debía ser la causa próxima de la muerte del donante».
«Había dos criterios por los que afirmábamos que la declaración de muerte cerebral era problemática», dijo Robertson, «uno era que el paciente no estuviera ventilado y que sólo se le intubara después de declararle la muerte cerebral, y el otro era que la intubación tuviera lugar inmediatamente antes de que comenzara la cirugía».
Esta afirmación condenatoria ha sido negada rotundamente por las autoridades chinas. «Mientras algunas fuerzas antichinas fabrican y difunden rumores sobre el trasplante de órganos en China, sus verdaderas y maliciosas intenciones son cada vez más claras y rechazadas por la comunidad internacional», declaró la embajada china en Israel al periódico Haaretz.
Los autores no han aportado pruebas de testigos presenciales, pero descubrieron que los autores de estos 71 trabajos revelaron sin querer, aunque de forma indirecta, que habían ignorado la regla del donante muerto al extraer corazones y pulmones de los donantes. Y como la mayoría de los donantes entre 1980 y 2015 eran presos, esto implica que la operación de trasplante debió ser el medio para ejecutarlos.
«El trasplante de órganos de una persona que ha sido ejecutada, con muerte cerebral y cuyo corazón aún late, requiere una compleja y delicada coordinación entre los verdugos y los médicos que rescatan el órgano», dijo Lavee a Haaretz. «Los documentos analizados en el estudio muestran que los médicos chinos se han unido esencialmente al procedimiento de ejecución para evitar la pérdida del órgano debido a la falta de coordinación».
En 2015, China acordó dejar de utilizar a los presos para operaciones de trasplante y declaró que dependería de las donaciones voluntarias. Sin embargo, el número de órganos disponibles para trasplantes no ha dejado de crecer. El año que viene los chinos han previsto que habrá 50.000 trasplantes, todos de donantes voluntarios, con tiempos de espera de semanas o incluso días. En Occidente, los tiempos de espera son de meses o años.
Hay denuncias creíbles de que presos uigures, presos de Falun Gong y otros presos han sido «donantes de órganos». ¿Continúa esto? Los autores del artículo creen que sí:
«Aunque en China se están produciendo más donaciones voluntarias que nunca, todavía no hay datos fiables sobre la verdadera magnitud de las reformas. Tampoco está claro si los presos del corredor de la muerte y los presos de conciencia siguen siendo utilizados como fuentes de órganos y en qué medida. Dada la falta de sanciones y de rendición de cuentas por la obtención de órganos de presos en el pasado, los fuertes incentivos financieros para continuar con esta actividad y la dificultad de los observadores externos para detectarla, no está claro por qué los hospitales chinos dejarían de participar en este rentable comercio».
El Dr. Lavee declaró a Haaretz que la participación de los médicos en las ejecuciones es un crimen contra la humanidad:
«Como hijo de un superviviente del Holocausto que estuvo en un campo de concentración nazi, no puedo hacerme a un lado y permanecer en silencio cuando mis colegas de profesión, los cirujanos chinos especializados en trasplantes, han sido durante años socios de un crimen contra la humanidad al cooperar con las autoridades y servir de brazo operativo para las ejecuciones masivas».