(Cope/InfoCatólica) Más de 5.000 personas han peregrinado al Castillo en esta primera parte de la fiesta (la segunda tendrá lugar el 12 de marzo) y a las 8 de este domingo un Vía Crucis partía desde Sangüesa para celebrar a las 10 la Misa en la explanada del Castillo, presidida por el arzobispo de Pamplona, monseñor Francisco Pérez.
Este 2022 es especial para las Javieradas, ya que coincide con el 400 aniversario de la canonización de San Francisco Javier, patrón de Navarra, motivo por el cual el Papa Francisco ha concedido a la diócesis pamplonesa el Año Santo Jubilar que ha comenzado este 4 de marzo y que se prolongará hasta el 12 de marzo de 2023.
En su homilía, el arzobispo de Pamplona ha comenzado mostrando su satisfacción por el regreso de esta peregrinación tan arraigada en el pueblo navarro, tras dos años de pandemia que «nos ha afectado de una manera o de otra. Nos sentimos felices de poder peregrinar a Javier y honrar a San Francisco en esta primera Javierada. Su experiencia de entrega a Jesucristo nos ayuda a mirar la vida desde otra perspectiva y nos hace sentir ya cuando ponemos en el centro de nuestro quehacer y vivir la disposición y confianza en Dios», ha expuesto don Francisco.
«El progreso hace sentirse al hombre responsable ante la historia»
El arzobispo de Pamplona ha centrado buena parte de su homilía en el dolor y al sufrimiento, así como su significado y los motivos. En este sentido, se ha preguntado por qué existe el mal en el mundo y las guerras. Para responderla, Mons. Pérez ha hecho referencia a las palabras del Papa Juan Pablo II:
«En la línea de esas preguntas se llega no sólo a múltiples frustraciones y conflictos en la relación del hombre con Dios, sino que sucede incluso que se llega a la negación misma de Dios. En efecto, si la existencia del mundo abre casi la mirada del alma humana a la existencia de Dios, a su sabiduría, poder y magnificencia, el mal y el sufrimiento parecen ofuscar esta imagen, a veces de modo radical, tanto más en el drama diario de tantos sufrimientos sin culpa y de tantas culpas sin una adecuada pena».
El titular de la Archidiócesis de Pamplona ha reprochado al ser humano moderno su único deseo de ser «dichoso» y evitar «el dolor y no en la profundización de su existencia»:
«El progreso le hace sentirse responsable ante la historia, pero se niega a sentirse responsable ante Dios; el dialogar con Dios transforma la frustración en humildad y la angustia en gracia, afirmaba una gran psiquiatra. De ahí que se advierta que uno de las grandes ausencias que el ser humano sufre hoy, es la falta de conciencia de la trascendencia. Viviendo solamente de lo inminente, no se logra dar respuesta a todas las preguntas y menos aquellas que son las más existenciales».
En este punto, Mons. Pérez ha hecho referencia a San Francisco Javier como un hombre que llevaba en su misión dos secretos:
«El Evangelio y la Cruz de Cristo. Él mismo acudía, cuando era niño, a rezar al Cristo crucificado del siglo XIII que está en el Castillo. Es una talla donde Jesús, con los brazos abiertos clavados en la madera, parece abrazar con una leve sonrisa a los peregrinos que le visitan».
«Se dice que en 1552 parece que la madera empezó a sangrar al mismo tiempo que San Francisco moría en el otro lado del mundo. Fue en Asia donde el patrono de las misiones se dejó sus 46 años de vida por los demás, muriendo en la isla de Sancian, a las puertas de China. En Goa (India) es donde se venera su cuerpo incorrupto», ha agregado.
«La respuesta del dolor y el sufrimiento está en Jesucristo»
En su homilía en esta primera parte de las Javieradas, el arzobispo de Pamplona se refirió también a la explicación que todos pedimos ante el dolor y el sufrimiento y recordó que la respuesta está en Jesucristo:
«La respuesta la encontramos en Jesucristo que desde la Cruz grita: 'Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?' Es el momento en el que atrae todos los gritos de la humanidad en su “¿por qué me has abandonado?” Ahora también Jesucristo atrae todos los sufrimientos con lo que está sucediendo en Ucrania o en Mali o en muchos lugares del mundo o en nuestra sociedad o en nuestra familia o en ese dolor que te presiona ahora…
Y si Dios ha sufrido, decía Paul Claudel, todavía quedan algunas nebulosidades e incomprensiones. Pero, al menos, hay algo que jamás podremos decirle a Dios: ¡No conociste el sufrimiento! Y es que Dios no ha venido a suprimir el dolor, ni siquiera a explicarlo. Pero sí ha venido a llenarlo con su presencia. Por eso no digas nunca: ¿El sufrimiento existe? ¡Luego Dios no! Di más bien: si el sufrimiento existe y Dios ha sufrido: ¿Qué sentido le habrá dado al sufrimiento? El sentido profundo de cada dolor o sufrimiento está asumido desde la Cruz por Jesucristo».
Para concluir, el prelado ha recordado lo que decía el Evangelio del domingo, cuando Jesucristo se vio acosado y tentado por el Maligno:
«Nos previene para no caer o ceder al instigador puesto que la tentación siempre aparece como buena y libre. Es muy sutil y enreda; busca los momentos de soledad, de abatimiento, de desesperanza. Cuando estamos más débiles y nuestras fuerzas están a la baja. La tentación se vence con la oración que nos da fuerza y nos proporciona la luz para saber discernir donde está el bien y donde está el mal. En esta Cuaresma conviene profundizar en la vida de oración, en la cercanía a los sacramentos de la confesión y de la Eucaristía, para vencer la prepotencia, el egoísmo, el encanto de los vicios y el vestido de la soberbia. En esta Cuaresma detengámonos para saber si amamos y perdonamos a los hermanos y si nos solidarizamos con ellos. En esta Cuaresma dejemos lo que nos ata y busquemos la libertad de los hijos de Dios»